Muchos ignoran que la ciudad de Santiago se muestra identificada con un símbolo de violencia y esto debiera avergonzarnos.
Basta observar la estampa a caballo del Patrón Santiago (nuestra identidad) para saber que es un “patrón de violencia”, un modelo, un nefasto legado cultural subliminal que la Iglesia católica nos ha endosado como modelo de violencia y de sangre, un modelo de dominio colonial que debemos acatar los santiagueros.
Como la vergonzosa Virgen que interviene a favor del conquistador español en el Santo Cerro, este Patrón Santiago se muestra a caballo pisando los cadáveres de sus contrarios herejes, imponiendo la Fe católica por la fuerza, conquistando, masacrando seres humanos, indígenas, cual siniestro personaje poseedor de una doble personalidad, esquizo, ahora modelo de guerrero sanguinario, y antes de amor y paz junto a Cristo.
Como un esquizofrénico, como loco capaz de amar y de asesinar en nombre de Cristo, un sanguinario y vulgar “Mata Moros” a quien deben emular y agradecer los santiagueros.
"…en estos tiempos donde la ciudad de Santiago está acosada por hechos de sangre, creemos saludable recibir alguna noticia del nuevo arzobispo anunciando la cancelación del culto a esta siniestra figura cargada de sangre"
Y lo peor, cada año vemos a una Iglesia que, alegre, le exige al pueblo que alabe al violento personaje, y se lo exige a un pueblo inconciente que dice celebrar su tradición, pero sin reflexión alguna, incapaz de rechazar el sangriento personaje, atrapado por la ignorancia que los propios promotores del Santo Patrón le han inculcado por siglos, genuflexos, incapaces de pensar; donde muchos han de sentirse ofendidos al escuchar la acusación que se le hace al siniestro santo, el que se dice protector del pueblo de Santiago mientras educa en la violencia mostrando su “asesina y santa” espada.
Sin embargo, en estos tiempos donde la ciudad de Santiago está acosada por hechos de sangre, creemos saludable recibir alguna noticia del nuevo arzobispo anunciando la cancelación del culto a esta siniestra figura cargada de sangre.
Sería un alivio saber que la Iglesia dejaría de mostrar en sus altares semejante símbolo de violencia, contribuyendo a la paz, exorcizando del imaginario popular esta nefasta celebración, este “mensaje subliminal” de violencia y sangre que penetra en la mente de nuestro pueblo santiaguero.
En su lugar debiera exaltarse al Santiago que anduvo predicando el amor junto a Cristo y no a este Patrón Santiago sanguinario que nos muestra a sus víctimas aplastadas y sangrantes bajo las patas de su caballo.
Definitivamente, ésta no es la “identidad de ciudad”, el patrón que queremos ni debemos asumir los santiagueros: la violencia.