Los especialistas consideran que la sociedad actual está en un proceso de readaptación, desde un modelo industrial a una sociedad del conocimiento. Y la historia de la educación muestra cómo ante los grandes cambios en el orden científico, tecnológico, artístico, económico, social y cultural se han promovido cambios paralelos en la educación. En este contexto, el cambio educativo tiene como reto transformar la manera de formar los individuos, de modo que se les proporcionen los elementos necesarios para vivir en sociedades competitivas.

Para alcanzar este propósito, diversos autores concuerdan en que para hacer realidad una educación de calidad para todos, se hace sumamente necesario pasar de un curriculum centrado en los contenidos a otro basado en competencias.

La educación por competencias data de muchos años atrás, pero ha resurgido en todo el mundo con gran fuerza desde finales del siglo XX y continúa en lo que va del presente IMPONIÉNDOSE EN TODOS LOS NIVELES DE LA ESCOLARIDAD FORMAL. En consecuencia, a lo largo de estos años se ha intensificado la preocupación generalizada por la reforma de los sistemas educativos, por la búsqueda de nuevas formas de concebir el curriculum y por nuevos modos de entender los procesos de enseñanza y aprendizaje.

Sin embargo, las escuelas aún enseñan contenidos del siglo XIX, con profesores del siglo XX a alumnos del siglo XXI (Pozo, 1999). Esta realidad, que en la mayoría de las aulas dominicanas se mantiene, provoca en los alumnos lo que se ha llamado esquizofrenia cultural,  como consecuencia de que su formación se produce bajo dos tipos de culturas aisladas y distantes una de otra: la de fuera de la escuela, audiovisual e informática y la de la escuela impresa. Y como educadores, la responsabilidad es formar ciudadanos que sepan desenvolverse inteligentemente en un contexto social mediático (Area, 1996).

La educación de hoy ya no es la educación de saberes acabados. Hoy la educación que se requiere es la que forma en contenidos socialmente válidos, a partir del desarrollo de competencias y capacidades. Es decir, que el desarrollo de competencias supone la puesta en práctica de un conjunto de capacidades, habilidades, destrezas y tonalidades afectivas que activen el pensamiento, por lo cual, se hace necesario un cambio urgente de actuación de las escuelas y universidades, de sus docentes y alumnos, y del resto de los interlocutores de la comunidad educativa, que afronten la educación con nuevas concepciones y estrategias didácticas.

La educación basada en competencias pasa de la enseñanza al aprendizaje y pone énfasis en la actitud de los estudiantes, quienes dejan de ser pasivos y receptores para convertirse en activos, coprotagonistas y responsables de su propio aprendizaje. El aprendizaje ya no es solo del texto o del discurso del docente, sino que se hace, fundamentalmente, del contexto, desde la propia cultura y desde la propia experiencia, un aprendizaje a lo largo de toda la vida. Se aprende, ya no en soledad, sino interactuando, colaborando, expresándose, relacionándose. En la formación basada en competencias, cada estudiante debe experimentar una variedad de enfoques y tener acceso a diferentes contextos de aprendizaje, sea cual sea el área de estudio.

La educación basada en competencias está centrada, también, en el rol docente, pues lo compromete a modificar su práctica, su manera de diseñar las actividades y estrategias, su planificación no como un mero requisito administrativo, sino como un referente de cómo conducir al estudiantado en la consecución de los objetivos, propósitos y en el desarrollo de sus competencias y conocimientos, de forma tal que les sirvan para enfrentar y responder a determinados problemas presentes a lo largo su vida. A modificar su actitud hacia las estrategias que utiliza para conducir la enseñanza, estrategias que pueden estar muy arraigadas en su práctica y que no las ha ido actualizando.

El papel del docente es el de un agente de cambio que entiende, promueve, orienta y da sentido al cambio inevitable que transforma a todos. Se pide de él un compromiso con la superación personal, con el aprendizaje, con los alumnos, con la creación de una sociedad mejor y con la educación de calidad que requiere el país.

Hasta ahora no hay una acepción universal del concepto competencia clave, si bien se da una coincidencia generalizada en considerar como competencias clave, esenciales, fundamentales o básicas, aquellas que son necesarias y beneficiosas para cualquier individuo y para la sociedad en su conjunto. En el mundo educativo el término expresa una cierta capacidad o potencial para actuar de modo eficaz en un contexto. Más que los conocimientos, implica su uso eficaz.

Según Perrenoud (1997) la formación de una competencia permite a las personas que pongan en movimiento, apliquen e integren los conocimientos que han adquirido en situaciones diversas, complejas e impredecibles, definiéndola como   "la capacidad de actuar eficazmente en un número determinado de situaciones, capacidad basada en los conocimientos pero que no se limita a ellos".

La educación por competencias ha sido asumida por el Ministerio de Educación, para lo cual viene desarrollando, con más lentitud que la necesaria, un proceso de revisión y actualización curricular que no acaba de concluir, al parecer por la complejidad que implica este modelo educativo para la mayoría de los que están llamados a conocer en detalles el andamiaje teórico y práctico que demanda trabajar las competencias en cualquier nivel educativo. A la fecha solo están validados por la comunidad educativa los diseños curriculares de los niveles Inicial y Primaria.

El trabajo curricular por competencias es muy complejo. Plantea nuevas exigencias y desafíos que los docentes dominicanos afrontan con múltiples dificultades, por el poco dominio teórico-metodológico que poseen de ellas.  La estrategia que empleó el Minerd para iniciar su aplicación fue inadecuada: una capacitación relámpago a algunos docentes para que estos a su vez multiplicaran la experiencia con sus compañeros. Eso es lo expresan en distintos escenarios y  quejas de que les faltan conocimientos para abordarlas, lo cual permite suponer que existe incompetencia para asumir las competencias fundamentales que establece el curriculum nacional.

Urge retomar y dotar a todos los docentes del sistema de los conocimientos necesarios para aplicar con destrezas el enfoque por competencias en la Educación Inicial y Primaria, y proseguir, paulatinamente, con la formación de  los de Secundaria. De lo contrario,  ocurrirá lo mismo que sucedió con el constructivismo en la reforma curricular anterior, denominada Transformación Curricular, donde la mayoría de los docentes solo verbalizó el nombre sin asumir el cambio que implicaba en la práctica y hoy se paga el precio de ser de los países con peor educación. Se festinó la reforma, sin prestar toda la atención a la formación de los maestros y profesores que debían aplicarla.

Es tiempo de que el Minerd asuma seriamente la formación continua de todos sus docentes y transforme cada escuela que no garantice el enfoque por competencias y una educación de calidad.