El día de Duarte cayó este año este año en día lunes. Para algunos la fecha pasó desapercibida. Para otras personas significó simplemente una ocasión más para descansar, para tomar tragos y escuchar música altos decibles o para alargar el fin de semana. En el ámbito oficial y en el mundo de los partidos se hicieron actividades protocolares, aunque  algunas de estas personas que realizaron estas acciones tienen una práctica social, económica ypolítico-partidaria, muy divorciada de los principios y valores que guiaron el pensamiento y la práctica ético-política de Juan Pablo Duarte, de Juan Bosch, de Francis Caamaño y demás referentes éticos.

En las últimas dos semanas algunos de los escritores más críticos como José L. Taveras (¿Duarte? Acento, 13-1-15) se han preguntado por la vigencia del legado duartiano en la sociedad dominicana:  “Duarte solo es necesario para darle un asueto más al festivo mes de enero… No sé si para los que dicen ser dominicanos el nombre de J. P. Duarte todavía les provoque alguna inspiración patriótica… dudo que quede memoria digna del patricio”. Carmen Imbert B.  (Duarte despreciado. Hoy, 26-1-15), por su parte, ha puesto en tela de juicio la permanencia del legado de Duarte en la conciencia nacional: “¿Quién sigue matando su memoria? La respuesta estremece cuando se recuerda que su única pasión fue ‘la patria libre, en paz; su única ilusión, el bien y la justicia para todos”.

Edwin Paraison, (Soy duartiano. Acento, 29-1-15), ha señalado cómo Duarte que, en algún momento fue perseguido por las autoridades haitianas por sus ideas separatistas en tiempos del presidente Charles Herard (1843-1844), valoró al pueblo haitiano y su capacidad de lucha contra el imperio francés, hasta lograr la independencia y la creación de un proyecto país: la primera república en constituirse en el territorio libre de las potencias europeas en la región de lo que es hoy América Latina y el Caribe.

El psiquiatra José M. Gómez (Duarte: sin patología para la política. Hoy, 26-1-15), desde una perspectiva de análisis psicológico, admira la integridad y la sanidad de la personalidad de J. P. Duarte, lo  que lo diferenció de sus opositores políticos: “J. P. Duarte tenía la sanidad familiar y la sanidad en la personalidad que no tenía Pedro Santana… No tenía la personalidad psicopática de Buenaventura Báez, ni su narcisismo, ni su megalomanía, ni perversidad moral ni social para repartir y robarle al Estado… Duarte no podía asesinar, robar y sembrar el terror a lo Lilís o Trujillo para llegar o mantenerse en el poder”. Y concluye diciendo el profesional de la psiquiatría: “J. P. Duarte es el político más sano y sin patología que trascendió y sigue siendo la referencia moral y política del pueblo dominicano”.

Pablo Mella (“Los Espejos de Duarte”, 2013), nos presenta los diferentes rostros de Duarte que se han presentado, respondiendo, por lo general, a los intereses de las élites económico-partidarias aliadas con las élites de las colonias europeas (España y Francia, principalmente) y de los amos del Norte (USA).

En el tiempo actual, de tanta ausencia de referentes éticos, es necesario rescatar la figura, los valores y la práctica política de J. P. Duarte. Es necesario des-empolvar su figura y rescatarla de quienes la utilizan, la manipulan para servir a  sus intereses grupales e individuales. Es hora de denunciar a quienes han hecho del Estado Dominicano un botín que se reparte, desde 1844 hasta el presente, entre los allegados a la corporación gobernante y sus aliados económico-partidarios.

Las educadoras y educadores de todos los niveles, así como las y los líderes comunitarios, las iglesias, las y los comunicadores sociales comprometidos tenemos, tenemos la tarea indelegable de ayudar a recuperar la memoria y la vida de Juan Pablo Duarte, vista desde la perspectiva del pueblo en lucha por conseguir mejores y dignas condiciones de vida.

Para no asfixiarnos por el aire enrarecido de la podredumbre ética y política del liderazgo económico-partidario de la actual realidad dominicana, es necesario oxigenar el espíritu, acudir ala memoria de Duarte y de otros líderes afines a él, para permitir el renacimiento de la esperanza y la decisión de construir un proyecto- país, económico y político, que nos permita visualizar un futuro promisorio, más allá del hastío causado por el clientelismo y el populismo barato.