Hace tiempo se afirma que las nuevas expectativas y los desafíos a los que se enfrentan las sociedades sitúan a la educación en el centro del debate y a los docentes como actores clave. Por tanto, ningún sistema educativo será mejor que los maestros y profesores con los que cuenta, lo cual genera un doble reto: atraer buenos candidatos a los estudios de magisterio y promover mejor desempeño en los docentes para lograr aprendizajes de calidad en los estudiantes.

En el contexto educativo actual del país con una revisión y actualización curricular en marcha, la oferta de programas de desarrollo profesional de alta calidad para los docentes en servicio debería ser un imperativo. La creencia común de que el docente es factor esencial de la calidad educativa conlleva la necesidad de ofrecerle una formación profesional inicial y continua que permita estar a la altura de los desafíos que plantea cualquier reforma, y ésta no es excepción.

Para muchos estudiosos, los maestros y profesores están en el centro de la problemática educativa, pero también son el factor estratégico de su solución.  Fullan (1993) lo resume así: “la formación docente tiene el honor de ser, simultáneamente, el peor problema y la mejor solución en educación”.

Hasta ahora, en el país han sido escasos los estímulos para que la profesión docente sea la primera opción de carrera para los estudiantes más aventajados académicamente. Aunque los avances en infraestructura son notables, las condiciones de trabajo en muchísimas escuelas son inadecuadas, y existen problemas en la estructura de remuneración, incentivos y promoción de los profesionales docentes.

En este último aspecto se ha llegado al extremo de que la militancia política puede ser una condición decisiva para ocupar ciertos cargos relevantes en el sistema educativo. Por ejemplo, se da el caso de personas sin experiencia alguna en cargos directivos de renombre, que con el solo título en educación es insuficiente para desempeñar las funciones que les competen. Además, muchos maestros y profesores están muy mal preparados, por lo cual necesitan una oferta adecuada de formación continua. También se agrega que la gestión institucional y la evaluación de los docentes no han actuado como mecanismos de mejoras del sistema educativo.

Según Denise Vaillant (2006), en países con alto desarrollo educativo existen investigaciones que muestran la centralidad del docente para la obtención de buenos resultados en los aprendizajes. En Estados Unidos, Linda Darling-Hammond (2000),  utilizando información de cincuenta estados y resultados del National Assessment of Educational Progress, confirma que el nivel y calidad de la formación de los profesores correlaciona en forma significativa con los resultados de aprendizajes de los estudiantes, más allá de las condiciones económicas o de background educativo de los mismos.

La misma autora sostiene que en Latinoamérica se ha recurrido al perfeccionamiento docente como una forma de compensar las insuficiencias de la formación profesional inicial de los maestros y profesores. Pero (Avalos 2001) afirma que algunas Investigaciones mostraron el poco efecto de los cursos de perfeccionamiento y la opinión adversa de los propios docentes sobre el impacto de estas actividades. A pesar de estos hallazgos, hay que seguir insistiendo con los programas de formación continua para el desarrollo profesional de los docentes dominicanos en servicio.

Una estrategia nacional aplicada a la formación continua supone un reto, ya que no es frecuente encontrar nuevas estrategias bien definidas para el desarrollo profesional del profesorado, aunque  en algunos países se verifican experiencias prometedoras. Aquí hay que procurarlas, para mejorar el desempeño de maestros y profesores en las aulas, para que los estudiantes aprendan lo que tienen que aprender y algo más. La oferta de Formación Continua del INAFOCAN parece indicar que no ha sido efectiva e impactante en las escuelas, porque la calidad de la educación que pretende mejorar permanece deficiente, ¿qué ha estado pasando en esta institución?

Para avanzar en el mejoramiento de la calidad de la educación que reciben los estudiantes no basta con mensajes publicitarios, ni promesas. Se requieren políticas efectivas que provean mayor apoyo a los docentes para su trabajo cotidiano. La formación inicial es el primer punto de acceso al desarrollo profesional continuo, y desempeña un papel clave en la determinación de la calidad educativa.

La formación inicial y continua debería promover en los docentes una identidad propia como personas con capacidad de aprender y ser responsables. Una capacidad que les permita involucrarse en la resolución de tareas, estableciendo sus propias metas y estrategias, procesando información y encontrando recursos para aprender. Esto es necesario para los alumnos, y mucho más para los docentes.

El mejoramiento de la calidad de la educación preuniversitaria dominicana depende de muchos factores y medidas. Estas son algunas de ellas: (a) Mejorar la formación inicial y continua de maestros y profesores; (b) Implementar un verdadero programa de acompañamiento a directores y docentes (la escuela no puede sola), para que cada cual cumpla con las funciones que le corresponden por el pago recibido; (c) Dotar del material bibliográfico y pedagógico que necesitan las escuelas y liceos –a la fecha existen muchos centros que no han recibido libros de texto, comentaban varios maestros en una sala del SEMMA en presencia de quien escribe-; (d) Conectar a la Red todas las escuelas urbanas, suburbanas y rurales; (e) Contratar docentes capaces y en cantidad suficiente para proporcionar Educación Inicial completa en todo el país; (f) Dejar atrás modelos de educación continua que suponen que el aprendizaje docente es un evento en el cual se entregan prescripciones para el desempeño pedagógico, y se apliquen nuevas tendencias que entienden el aprender a enseñar como un proceso para que los docentes reflexionen e indaguen acerca de sus prácticas pedagógicas, para ir construyendo nuevas comprensiones de las mismas.

Por último, que la ADP asuma su responsabilidad por la calidad de la educación y la viabilice en cada centro educativo, sin apartarse de su lucha porque  cada vez la vida de maestros y maestras sea mejor.