Los estudiosos afirman que la educación incide en la vida social, económica, cultural y política de cada sociedad, y que desde la última década del siglo pasado la mayoría de los países latinoamericanos ha realizado grandes esfuerzos para mejorar la calidad de la educación destinada a niños, adolescente y jóvenes. Sin embargo, esta es una tarea desafiante que demanda múltiples acciones para enfrentar distintas dificultades que atañen no solo a mejores presupuestos, sino también a las condiciones de los estudiantes, maestros y profesores, las familias, los contextos y otros aspectos, también importantes que repercuten en esa pretendida calidad.

Es sabido por todos, que las señales que revelan los resultados de las pruebas nacionales e internacionales que se aplican en educación primaria y secundaria son preocupantes, a pesar de haber logrado avances importantes en la escolarización de esa gran población, pero los niveles de aprendizaje en los distintos países de la región, y más en República Dominicana,  continúan siendo extremadamente bajos, lo cual indica que América Latina, y específicamente el país, se están quedando atrás. En el estadio de desarrollo en que se encuentran los países de la región, es innegable el papel preponderante que aún le toca jugar a la educación, para que se superen sus deficiencias.

Ariel Fiszbein, director del Programa de Educación del Diálogo Interamericano, reflexiona, compara y expresa: “A nivel social, indicadores como la mortalidad infantil, la malnutrición o la incidencia de enfermedades específicas nos sirven como señal de que nuestro sistema de salud puede estar teniendo problemas de calidad. En contraste, los niños no muestran que no están aprendiendo a través de la temperatura de su frente o con dolores corporales, y no contamos con indicadores tan evidentes como la mortalidad o la malnutrición para reconocer como sociedad las fallas de nuestros sistemas educativos”. Por esa razón, dice que los resultados de las pruebas de aprendizaje constituyen una fuente fundamental de información para proporcionar esas alertas, pues actúan de termómetro y bocina llamando la atención sobre la existencia de problemas de calidad en las escuelas.

Mejorar la calidad educativa demanda acciones en muchos frentes y perseverancia en los esfuerzos a lo largo del tiempo. A su juicio, hay dos tipos de inversiones que los países latinoamericanos deben realizar porque tienen el potencial de contribuir de manera significativa a mejorar los logros de aprendizaje: los programas de desarrollo infantil temprano y la docencia de excelencia.

En cuanto al desarrollo infantil temprano, las evidencias científicas dan cuenta de que los niños, en especial los provenientes de hogares vulnerables, llegan a la escuela primaria con déficits cognitivos muy grandes que constituyen una fuente importante de fracaso escolar. Esto se debe a que las habilidades fundamentales que definen la capacidad de aprender se desarrollan temprano en la vida. Las brechas de desarrollo generadas antes del comienzo de la escolaridad acumulan déficits muy difíciles de eliminar. De ahí que la atención al desarrollo infantil en la región se ha centrado en la expansión de la cobertura del preescolar, elevándose la tasa de asistencia de niños de 5 años entre 20 y 30 puntos porcentuales desde comienzos de siglo. Sin embargo, los estudios disponibles de la calidad de los procesos educativos en el preescolar en América Latina muestran fuertes debilidades, en especial en lo que respecta al apoyo pedagógico que reciben los niños. 

A pesar del esfuerzo realizado, hay que reconocer que la masificación de la educación preescolar sin centrarse con firmeza en la calidad, ni prestar atención especial a los procesos de control de la misma, está destinada a fracasar. La evidencia disponible muestra que estos programas han sido deficientes.

Proveer servicios de atención y cuidado de calidad a niños pequeños en un contexto institucional es costoso y demanda preparación y  supervisión del personal, que suelen ser limitados. Esto sugiere que los recursos públicos destinados a este tipo de programa deben priorizar el objetivo de servir a aquellos que experimentan situaciones de vulnerabilidad en sus hogares, que no cuentan con la oportunidad ni los medios para estimularlos, y apoyar su desarrollo en el marco de la familia y la comunidad. En el país, esta franja poblacional está mínimamente atendida.

Asimismo, los programas de visitas a hogares y el apoyo para padres pueden tener fuertes impactos, pues se centran en promover la estimulación cognitiva temprana a niños de hasta tres años de edad, con currículos muy específicos y el monitoreo regular por parte de personal calificado. Por tanto, la inversión temprana es un aspecto clave y esencial de todo esfuerzo por mejorar los resultados educativos en América Latina, afirma Fiszbein. Según este autor, la estrategia más razonable es concentrar recursos en programas bien estructurados de visitas a hogares y apoyo a los padres de bajos recursos, así como en la expansión del preescolar, en especial en zonas de alta concentración de pobreza, con atención particular en la calidad de los docentes.

En lo relativo a la docencia de excelencia, el desafío mayor a enfrentar en la educación preuniversitaria de la región, y específicamente en RD, es la calidad. Y mejorarla requiere invertir en regenerar la docencia en todos los niveles educativos. Se ha dicho que ningún sistema educativo puede ser mejor que la calidad de sus docentes. Sin embargo, el indigno presupuesto gubernamental que se mantuvo hasta 2012, por una parte, así como los conflictos recurrentes entre el Ministerio de Educación (MINERD) y la Asociación Dominicana de Profesores (ADP), por la otra, con su incidencia negativa en los aprendizajes de los estudiantes, han contribuido a que poco se haya avanzado en este propósito.

Se espera que ahora, cuando al parecer ha llegado la sensatez a la dirección de la ADP y el diálogo con el MINERD se ha reabierto, todo apunte a asegurar el derecho a una educación de calidad para todos los estudiantes, sin importar el lugar geográfico en que habiten, porque de lo contrario perderá la ADP, el MINERD y el PAÍS, porque si el futuro de la población escolarizada no se construye, se destruye. Y ese futuro depende de la colaboración, el respeto a ese derecho y al trabajo compromisario de ambos con una educación de calidad. Además, el desarrollo del país, los requerimientos de la sociedad del conocimiento y la demanda de la sociedad por la educación que se requiere, hacen de la calidad una necesidad urgente e ineludible.