El domingo 3 de junio expiró Damián Jiménez, uno de esos seres humanos que con su comportamiento público y privado se constituyen en ejemplos del significado de la palabra bueno cuando nos referimos a un ser humano. Además de bueno, Damián era un hombre sabio, honesto, generoso, austero, de inalterable apego a la templanza y a la ética del compromiso político, al tiempo de poder mantener su inquebrantable amistad con quienes establecía relaciones de esta naturaleza. Por eso era respetado y querido por quienes fuimos sus compañeros y amigos, pero también lo fue para quienes de él simplemente fueron compañeros e incluso sus adversarios. Hablar de Damián, es hablar de compromiso político y del significado de la amistad.
Durante su militancia en el Partido Comunista Dominicano, PCD, Damián fue el administrador celoso y austero de los recursos de ese partido, lo cual era un fiel reflejo de la seriedad y austeridad en que discurrió su vida. Por su rigurosa defensa de esos recursos se ganó la confianza y el respeto de sus compañeros que lo emulaban en términos de coherencia y, a veces, la malquerencia de algunos compañeros desaprensivos. Con vehemencia y sin dobleces, pero sin estridencia, defendía sus posiciones, sin importarle si con ella o no enfrentaba a los principales dirigentes del partido. En eso se asemejaba al entrañable e inolvidable Julián Peña, físicamente desaparecido, un compañero poseedor de los s atributos esenciales de Damián.
Diría que Damián y Julián, eran la más genuina materialización de esa áurea de partido serio y distinto de la izquierda dominicana. No solamente eran una suerte de templarios o guardianes de los recursos materiales e inmateriales del partido, sino celosos custodios de la mística y esencia de la filosofía de la práctica política de esa colectividad. Esa era la percepción que de ellos tenían las principales áreas del partido: el aparato organizativo, los intelectuales y profesionales y la de los artistas y artesanos de la imprenta. A los integrantes de estos sectores él les inspiraba una sólida confianza, admiración y respeto. En ese sentido, ellos jugaron un papel de puente que unía las diversas franjas de la militancia partidaria y fue la base del liderazgo de ambos.
La razón principal de esa condición de bisagras de ambos era que a pesar de la beligerancia con que generalmente defendían sus posiciones, cuando enfrentaban a quienes siendo sus compañeros eran también sus amigos, al salir de las reuniones generalmente les sonreían y abrazaban con cariño y sentimiento de amistad. Con Damián estuve en Budapest y en Roma donde se hospedó en mi apartamento cuando fue allí a vacacionar. Nuestra amistad nunca tuvo fisuras, nos llamábamos “caríssimo”, queridísimo. Quienes los visitábamos en su imprenta, veíamos su vida austera y digna y el cariño hacia sus perros. Nos brindaba cervezas, nos informaba de las “ultimas” noticias de diversos compañeros y nos comentaba de los afiches, libros y documentos que de manera esencialmente solidaria y generosa estaba imprimiendo para compañeros y/o para organizaciones políticas.
En estos días en que la intolerancia se expande y acentúa en diversas esferas de la vida social, política e intelectual y en el debate de ideas, es pertinente hablar sobre la relación entre política y amistad. Si mal no recuerdo, fue Giorgio Amendola un destacado dirigente del Partido Comunista Italiano, PCI, quien respondiendo a la pregunta sobre cuál fue la causa que determinó el glorioso papel de ese partido en la resistencia antifascista y anti nazis, dijo que la principal causa fue la amistad que tuvieron los principales dirigentes de ese partido durante esos tiempos heroicos. Entre una significativa franja del liderazgo político e intelectual de la Italia de la post guerra se tejieron sólidas relaciones de amistad, como resalta Eric Hbsbawm en su obra “Años Interesantes”.
En ese país eran frecuentes relaciones de estrecha amistad entre políticos del mismo partido y entre políticos e intelectuales de partidos contrarios y de gente de diversas matrices, culturales y religiosas. Es posible que ese ambiente de tolerancia haya jugado un papel determinante para que Italia se liberase del provincianismo que muchos dentro y fuera de ese país le atribuían y se proyectase en el mundo como un país de primer plano en términos de la cantidad y calidad de su producción intelectual en todos los órdenes. El papel de la amistad para incrementar y expandir la calidad del debate político y de los proyectos colectivos le viene de lejos a ese país, Marco Tulio Cicerón escribió, más de cien años antes de Cristo, un notable ensayo sobre la relación entre política y amistad, donde valoraba altamente esa relación.
La opción de vida de Damián fue el compromiso político por un mundo mejor, siendo leal amigo de sus amigos en las buenas y en las malas, fue un marido y padre ejemplar y su vida fue ejemplo de que, por encima de todo y sobre todo ahora en tiempos de intolerancia, la amistad tiene un supremo valor. Con su vida ejemplar, Damián nos hace recordar el valor de la amistad en los tiempos heroicos y más ahora, en este tiempo de incertidumbre del cual difícilmente saldremos si no abandonamos el individualismo infecundo y esa intolerancia visceral hacia el diversamente pensante. Damián fue un hombre sumamente valiente, sabio y riguroso, a veces sobradamente rígido, pero parafraseando a Cicerón: a sus amigos y compañeros sólo le pedía ser honestos y para ellos sólo hacía lo honesto.