Dominicana fue a partir de 1965 el centro del esfuerzo contrainsurgente montado por varias agencias del gobierno de los Estados Unidos para evitar cualquier deriva pro cubana. Sobre la derrota militar de los constitucionalistas se diseñó y ejecutó una política que combinaba la represión sangrienta y selectiva de militares y dirigentes políticos, gremiales, estudiantiles, sindicales etc. con el rediseño de un marco legal restrictivo y el uso de incentivos económicos destinados a promover cierto grado de prosperidad que ilusionara a las clases medias. Prosperidad personal en sustitución de revolución social. Balaguer encarnó esta etapa de nuestra historia, matizó algunos excesos y contribuyó con su propia gestión a la implantación del modelo. Desde entonces, ningún país ha vivido un éxito similar de la contrainsurgencia.
Chile por su parte, fue el primer país donde se ensayó la doctrina del shock a raíz del derrocamiento y muerte del presidente Salvador Allende en 1973. Naomi Klein dedica todo un libro a explicar la doctrina del shock que, brevemente, consiste en la aplicación brutal de una política económica neoliberal que privatiza hasta el aliento mientras, al mismo tiempo, instaura la intolerancia política. El efecto de esta combinación despojó a los chilenos de derechos adquiridos, mutiló sus tradiciones democráticas, ahondó las desigualdades e instauró, al conjuro de la retórica privatizadora, un régimen de iniquidades. Los chilenos vivieron durante varias décadas el sueño de una prosperidad posible, la ilusión de una modernidad deseada solamente para sumirse gradualmente en una pesadilla de pobreza que ya las vitrinas no ocultan ni los analgésicos modernos logran aplacar.
El modelo contrainsurgente fue pensado por políticos, para ser gerenciado por políticos. No reducía el papel del Estado, lo respetaba. Fue muchos años después cuando, sobre el éxito de la contrainsurgencia, se implantó el modelo neoliberal bajo la sombrilla del Consenso de Washington. En Chile, la “Doctrina del Shock” impuso primero la dictadura de Pinochet que implantó temprano un régimen neoliberal; las privatizaciones y el mercado se adueño de la política. Los dueños del mercado, naturalmente, no solamente ejecutaron la mas amplia ola privatizadora sino que la usufructuaron.
Reducido el papel del Estado y los mercados decidiendo las políticas económicas, el camino estaba abierto para que empresarios, cómicos, charlatanes o estafadores se postularan para la presidencia. Las campañas electorales se convirtieron en pura mercadotecnia porque los ciudadanos dejaron de serlo para convertirse en consumidores. Una vez electos, estos tipos, se emplearon a fondo en el disfrute de los privilegios del cargo, dejaron la política a cargo de banqueros y especuladores y se dedicaron a pasarla bien. Mientras se enriquecían ellos y su entorno, la gente fue anestesiada con celulares, chercha, redes sociales, consumo, el todo vale.
Hemos vivido el abandono de todo proyecto nacional por el sálvese quien pueda. Hemos condenado el fracaso y glorificado el éxito sin preguntar el precio ni quien lo paga. Premiamos la deslealtad no la decencia, toleramos el abuso propio y el ajeno, convivimos con la iniquidad que se practica cotidiana y ya muchos no saben distinguir la verdad de la mentira, lo real de lo virtual. Eramos gente que creía en un país y en un proyecto pero el abandono de la ideología y la revolución tecnológica trajeron desconcierto, incertidumbre que primero nos hizo escépticos y ahora desfachatados. Pero la pobreza real ha terminado alcanzando la imagen de prosperidad y desbordándola.
No podía durar para siempre.
Cuando los dominicanos ven las imágenes de los desordenes en Haití se horrorizan y los escucho decir: yo no quiero que aquí pase una cosa como esa. Cuando las imágenes de la revuelta popular en Chile llegaron, escuché a muchos dominicanos decir: eso es lo que tenemos que hacer nosotros para darnos a respetar. ¿Cuál es la diferencia?
En Chile y Dominicana, a velocidades distintas, dos modelos se derrumban. “It´s the end of the world as we know it and I feel fine” (R&M). O como me dijo un abogado amigo: “don Melvin lo que pasa es que a la gente, se le está pasando el efecto de la anestesia” y el no aludía al Valium o Prozac sino a las chatarra, la banalidad y la basura que ata a millones de personas a una pantalla donde, abandonando la propia, viven vidas ajenas. Mientras tanto, los especuladores se enriquecen, los pobres se empobrecen, el sistema no da para mas, ambos modelos están agotados y ni siquiera se dan cuenta.