Los estudiantes de Finlandia ocuparon el primer lugar en las pruebas PISA en las competencias en Lectura, Matemáticas y Ciencias, desde su inicio en el año 2000 hasta 2006. En la cuarta edición, la ciudad china de Shanghái, Corea del Sur y Finlandia lideraron en PISA 2009, seguidas de Hong Kong y Singapur. Ahí comenzó el desplome del país modelo en sus rankings hasta su caída en 2012, donde Shanghái pasa a ocupar el primer lugar en las tres competencias, aunque seguía muy por encima de la media de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), que patrocina estas pruebas.

En los exámenes PISA 2015, los resultados colocan como los mejores proveedores de educación a Singapur, seguido por Hong Kong, Corea del Sur, Japón y Taiwán, empujando a Finlandia a lugares menores. Aun así, los alumnos finlandeses siguen muy por delante de la media de la OCDE  y la Unión Europea en las tres competencias. Los dominicanos ocuparon el último lugar.

Finlandia, un pequeño país del norte europeo, motivó a muchos otros a visitarlo para conocer sus diferencias para llevar su sistema educativo a ser el primero en las pruebas internacionales más famosas del mundo. Es atinada la observación de la educadora ecuatoriana Rosa María Torres, quien considera que en ningún país deberían juzgarse la educación y el nivel educativo de la sociedad solo a partir de pruebas y rendimientos escolares medidos por dichas pruebas. No obstante, ya ubicados en el terreno de los puntajes escolares, importa mucho saber cómo se llega a esos resultados.

A pesar de las diferencias culturales entre los países asiáticos y los latinoamericanos, no está demás conocer cuáles estrategias aplican para lograr tal hazaña en estas pruebas estandarizadas muestrales, dirigidas a jóvenes de 15 años de edad del primer, segundo y tercer mundo.   

Se dan varias explicaciones para entender el excelente funcionamiento educativo en estos países. Los propios informes Pisa exponen las políticas que implementan los gobiernos de los países con mejores puntuaciones: reclutamiento de buenos profesores, las altas expectativas puestas en los estudiantes, la adopción de recursos para incentivarles, el compromiso con estrategias educativas a largo plazo… En términos más específicos, la explicación del despegue educativo de los nuevos líderes de PISA se atribuye a que comparten importantes elementos comunes como el valor que otorgan a la educación, el largo proceso seguido, y la alta prioridad dada a los docentes en aspectos como formación, profesionalismo, respeto social, remuneración y otros.

Con relación a los docentes tres factores son determinantes en la construcción del éxito que exhiben: la exigente formación del profesorado; la supervisión y permanente evaluación de los profesores y los rendimientos escolares; y, en tercer lugar, a los incentivos que reciben los docentes para la investigación en nuevas y más efectivas técnicas pedagógicas, es decir, la decidida promoción de la innovación y la investigación didáctica.                                               

Otras claves asociadas al éxito: los profesores pasan más tiempo preparando sus clases y formándose que los de Occidente; un aprendizaje mucho más enfocado a la realización de exámenes; y, un sistema que hace hincapié en la disciplina en el aula.

Además, comparten una cultura de esfuerzo y perseverancia y modelos educativos  selectivos, que enfatizan la memoria y aplican muchas pruebas estandarizadas, por lo cual las escuelas son estresantes y los alumnos, tremendamente competitivos, sostenidos por estilos parentales autoritarios y exigentes con el estudio. Ningún padre escatimaría dinero cuando se trate de la educación de su hijo, y casi todos los niños y niñas acuden a actividades extraescolares desde muy temprana edad. El nivel de exigencia en las clases es alto y los exámenes son continuos. Pero, el nivel de bienestar de los alumnos de estos países está por debajo de la media de la OCDE.

Los estudiantes viven bajo constante presión no solo por aprobar los exámenes, sino por ubicarse en los primeros lugares. De eso dependen sus futuras posibilidades de estudio, trabajo y estatus social. Pero, la obsesión con el estudio y los puntajes tienen serias consecuencias en la salud mental de niños y jóvenes. Los alumnos chinos tienen altos niveles de depresión. Un estudio encontró que 50% de los adolescentes en Hong Kong la padecen. Tienen altas tasas de suicidio, generadas por el estrés y la competencia.

La educación obligatoria en China (Shanghái y Hong Kong) se inicia a los 2 y 3 años de edad hasta los 15 y permanecen largas jornadas en las instituciones, cuya misión es prepararlos para la exigente vida escolar que les espera. Se familiarizan con nociones básicas de lectura y escritura, cálculo e inglés.

La calidad de la educación en China varía bastante entre zonas rurales y urbanas, así como la capacidad económica de cada familia para pagar educación  suplementaria al sistema público o para optar por escuelas privadas. Shanghái no es representativa de lo que ocurre con la educación en el resto del país. Más de 80% de los estudiantes de secundaria toma clases particulares después de asistir al colegio; la mayoría dedica entre 3 y 5 horas diarias a tareas.

Vista desde aquí la cultura, la idiosincrasia y la educación de estos países asiáticos que vienen conquistando primacía en PISA desde hace varios años, y considerando que tienen aspectos que harían mejorar la educación de países como RD, especialmente los referidos a la formación y compromiso de los docentes, pero antes de llegar al aula, pues su “éxito” hay que entrecomillarlo por las repercusiones negativas que pueden generar en la vida de muchos estudiantes. En consecuencia, “los sistemas que alientan este modus operandi no deberían ser considerados como modelos sino condenados por violatorios de los derechos de la infancia. Como estudiantes, madres y padres de familia, educadores, ciudadanos, necesitamos continuar defendiendo el derecho a una educación de calidad, en la que calidad no sea sinónimo de martirio, competencia salvaje y cultivo de la selectividad sino de aprendizaje significativo y colaborativo, con equidad, dignidad y felicidad”, opina Rosa María Torres.