Mientras conducía la tarde del miércoles 7 recibí una llamada. Un amigo me informaba de desórdenes callejeros en San Francisco de Macorís. Sin esperar mi pregunta sobre el motivo, añadió de gratis: “la gente indignada y protestando por el fallo judicial en el caso de Emely Pequero”, la joven asesinada y descuartizada por su novio.
-Mierda- exclamé. –Este país esta loco de atar. El gobierno nos roba, engaña, estupra y la gente sale a la calle a protestar por la sentencia ante un crimen específico y sin relación directa alguna con su tragedia cotidiana. Casi, estaba a punto de lanzarme a explorar el absurdo cuando me di cuenta de mi propia torpeza y de que lo único absurdo era lo que acababa de acontecerme.
La gente no tiró piedras ni quemó gomas en duelo por la asesinato de la muchacha ni por la sentencia. Ese no fue mas que el motivo a mano y oportuno que encontró una sociedad harta y descontenta para expresar su enojo. Recordé que esto ha ocurrido muchas veces y que de hecho acontece en nuestras propias vidas cuando con un amigo, pareja, socio, vecino o conocido estalla nuestra ira por un motivo cualquiera, generalmente no relacionado con la verdadera causa que nos tenía enojados y ya nos había predispuesto a la violencia.
La Marcha Verde y todos aquellos que tratamos de entender esta sociedad y el momento que vivimos, los que queremos liberar las fuerzas y reservas ciudadanas y ponerlas al servicio de mejor causa, los que no nos hemos vendido ni tenemos intención de hacerlo y en fin, a quienes les duela un poco este país, deberíamos reflexionar seria, abierta y oportunamente sobre este episodio de violencia de ayer y procurar entender la diferencia entre causa y motivo y concretamente prepararnos para entender que una crisis política no necesariamente estalla por donde uno espera o desea. Un hecho casual puede desatar fuerzas de mayor calado y envergadura que una convocatoria a paro nacional.
Inmerso en la aproximación a estas reflexiones y todavía en la carretera recibí un mensaje de texto que reproduzco con la faltas de ortografía originales: “si usted viene, no verga por la universidad que hay una uelga”. Poco después otra llamada: “Mañón tenga cuidado que en la UASD hay casi una guerra”. Al final y ya de noche decidí usar el túnel y salir al lado este de la UASD no tanto para ver si a pesar de la lluvia era cierto, sino deseándolo.