“No es difícil tomar decisiones cuando uno sabe cuáles son sus valores”. (Roy Disney)

La efectividad de las instituciones, sobre todo en países como el nuestro con una democracia de mediana intensidad con un cuerpo famélico-anémico, depende en gran medida de la alternabilidad en el ejercicio del poder. Si miramos 25 años atrás, donde cuasi una generación y media ha eclosionado en el escenario social, nos encontramos con los mismos actores y la problemática de la misma agenda estructural, fundamental. ¡Lo más nocivo es la tautología que se expresa con los mismos candidatos!

El peso del caudillismo sigue prevaleciendo en esta democracia de pañales donde solo encontramos las alas del discurso en vuelo rasante con la tierra y donde la retórica no es más que la sublimación de la simbología del pasado, en una retrospectiva de la utopía, en subversión de la consciencia que emerge en la irrupción pasmosa de la contradicción del ayer con un presente pérfido en la praxis político social.

La reverencia al sentido de la democracia conlleva, necesariamente, una parada al fortalecimiento de las instituciones que nos impone reglas, pautas y límites en la convivencia humana, en las interactuaciones vitales, para que el ejercicio de ella no sea un mero cascarón vacío. Por eso, la democracia es un constructo que no se agota, sino que está en constante evolución, pues en gran medida, solo tiene razón de ser si va incubando y reflejando deseos y necesidades de una colectividad.

Es por ello que la democracia ha de imbricar el desarrollo, la libertad. Por eso, requiere en su entraña el interés de la sociedad como el eslabón del bien; porque como muy bien nos dice Alain Touraine, la “democracia tiene como fin principal no solo asegurar la igualdad de los derechos sino también de las posibilidades”. Nos abunda, “la democracia como el conjunto de las garantías institucionales que permiten combinar la unidad de la razón instrumental con la diversidad de las memorias, el intercambio con la libertad”. Desde la filosofía política, la democracia es en gran medida, el reconocimiento a los demás, el juego del espejo verdadero de mis pares.

El tejido de la democracia, en el Siglo XXI, significa la transparencia, el sentido ético de las decisiones, la legitimidad de las acciones, el grado de confianza de la ciudadanía a las autoridades, la rendición de cuentas, el respeto a la minoría, a la diversidad. La democracia es enemiga de la sumisión y a través de ella, los verdaderos demócratas.

Nuestra democracia actual, con su escuálida manifestación de institucionalidad, con sus debilidades y anomia, derivan en una especie de falsificación en el que solo funciona en el entramado del poder, sin encontrar la esquina que dibuja el encuentro de igualdad en los territorios públicos. El caudillismo es por su naturaleza contrario al poder institucionalizado. El caudillismo es la fragua y el cantor de la ambición del poder personal y la pérdida por antonomasia de toda consideración ética en el ejercicio del poder. En el caudillismo, el ego del supra yo, se atrofia en una dimensión que el ser queda ahogado en el vacío existencial.

La elite política y empresarial, en nuestra sociedad, está caracterizada en mayor medida, en su accionar decisionar, por el dilema ético. Un dilema ético “es una decisión indeseable o desagradable relacionada con un principio o práctica moral”. Generalmente, piensan en sus intereses individuales, particulares y corpóreos. No asumen las decisiones más adecuadas para la sociedad.

Toman sus decisiones revestidos de las dimensiones más infaustas para el colectivo: a) Hacemos lo que nos resulta más conveniente; b) Hacemos todo lo necesario para ganar; c) El poder es para usarlo; d) La mayoría se impone a la minoría sin importar la razón, solo los intereses; e) Pensamos nuestras opciones con relativismo, f) Llegamos, no importa como sea; g) La sociedad civil que construya su partido; h) La política no tiene ética.

En ellos no hay pasión. Lo desborda solo el cálculo frío y la doblez. Algunos son jóvenes viejos, matizados solo por los intereses. Agitando la falta de decoro en “tú sabes, hay que ¡vivir!”. El tiempo de esta Generación Baby Boom le ha puesto una adherencia en el alma, que el interregno de los vicios de la edad los tiene carcomidos. Sus rostros solo muestran en sus ojos vacíos, muecas, sonrisas que acunan dolor y pena.

Después de ver lo que hizo el Senado con la Ley de Partidos, lo que está haciendo la Cámara de Diputados con sus espectáculos y cinismo desgarbado, de saber que estamos hablando de ella desde el 1985; 1993; 1998; 1999…. 2009; 2011; 2012; 3 años en el Comité Político del PLD; una Comisión Bicameral; una Comisión Unicameral; un amago para consultar 5 expertos juristas constitucionales; una Estrategia Nacional de Desarrollo que en su Artículo 29, numeral 6, conminaba a tener la referida normativa para el 2015; nos damos cuenta que tiene que producirse un cambio con sentido ético, cubierto de una tela que cubra todo el cuerpo revestida de decencia, de pudor.

La apertura a CONCURSO de la Procuraduría y todo el entramado desvelado en la celeridad del mismo y en violación a la Ley 133-11, en su Artículo 41, objetivizamos de manera palmaria de la ausencia de institucionalidad y gravidez de la exclusión. Yeni Berenice, la Fiscal, por siempre, lo expresó de manera poética “Cuando el salario es la lealtad y no la dignidad, no se puede construir institucionalidad”. Nos damos cuenta que no basta con cambiar la educación en sí misma, sino que hay que educar para el cambio.

Es lo que resalta, al mismo tiempo, “Percepciones de los estudiantes sobre la convivencia pacífica”, Estudio Internacional de Educación Cívica y Ciudadana, donde jóvenes de 14 años del Segundo del Bachillerato dijeron que el 67% de ellos valida hacer justicia con sus manos si la autoridad no funciona; 57% no le importa la problemática de la corrupción; y, solo un 1.2% de los estudiantes dominicanos “se ubica en el nivel más alto de conocimiento sobre la democracia, ciudadanía e institucionalidad”. La tendencia si todo sigue igual: ¡una verdadera tormenta perfecta!

De cada 100 delincuentes, de la delincuencia común, atrapados en delitos: 98% se encuentran entre 17 a 28 años. Una Generación Z (3,190,893) y parte de la Generación Millennials (Y) “amparada y protegida” por la Generación Baby Boom, que los tiene en el síndrome de la desesperanza, de la exclusión, de la marginación, del desempleo (30%), de la deserción escolar en el bachillerato con un 50%; y, en los niveles de la seguridad ciudadana. ¡Un producto social germinado y desarrollado en estos últimos 22 años!

Tenemos que aprender a pensar, reaprendiendo, repensando, para que el sentido ético, la inclusión y la institucionalidad cobren armonía en el tejido social dominicano. Es la formula social para perpetuar nuestro país civilizatoriamente.