Desde tiempos muy remotos las personas evalúan y son evaluadas con distintas finalidades. Por tanto, puede decirse que la evaluación es un proceso natural permanentemente presente en muchos aspectos de la vida de las personas y las instituciones.

Así como la educación es la base para un futuro exitoso de cualquier sociedad, los docentes son la base del éxito de su sistema educativo. Y la evaluación es un factor nuclear e irrenunciable de la calidad de la enseñanza, porque tiene un enorme potencial como herramienta para promover y sostener el cambio en la educación en la medida en que se utilice bien. De manera aislada y sin articulación con otros instrumentos de política educativa difícilmente lo haga, afirman algunos estudiosos.

La evaluación se ha aplicado casi con exclusividad al rendimiento de los estudiantes. Pero los investigadores dan cuenta que a partir de los años sesenta se ha extendido a otros ámbitos educativos: actitudes, destrezas, programas, materiales curriculares, el sistema educativo en su conjunto, las escuelas, el desempeño docente y la propia evaluación.

En el caso dominicano, la evaluación debe avanzar hasta convertirse en una cultura que se irradie a todo el sistema educativo, no solo a los estudiantes y de vez en cuando al profesorado, como hasta ahora. Es necesario instaurar un sistema de evaluación que se aplique con periodicidad e incluya a todos, sin excepción, porque ésta tiene una función principal: establecer un sistema de control de calidad, y la responsabilidad de hacerlo efectivo compete a todos.

Evaluar, mediante concurso de oposición, para el ingreso a cargos docentes en todo el sistema, pero no el desempeño profesional de los mismos es un contrasentido. Por algo “la mayoría de los países con buenos resultados educativos evalúa a sus profesores", dice Cristián Cox Donoso, experto en estrategia docente de la Unesco.

Asimismo, los expertos concuerdan en que para que un modelo de evaluación funcione debe cumplir con estas características: los estándares de medición deben estar bien establecidos, los maestros deben conocerlos y quienes los evalúan deben estar bien formados.

La calidad de la educación dominicana continúa cuestionada por el nivel de desempeño que exhiben los estudiantes en pruebas nacionales e internacionales y por la queja generalizada de las universidades del bajo nivel académico que muestran los que ingresan a las distintas carreras. La propia Ley de Educación 66’97 establece: “Constituyen parámetros determinantes de la calidad de la educación, “[…] El rendimiento de los aprendizajes alcanzados por los estudiantes” (Art. 59).

No existe un modelo único de evaluación del desempeño docente que se destaque en la práctica internacional. La literatura especializada plantea varios procedimientos para realizarla: (1). En base a la opinión de directores, supervisores y otras autoridades docentes; (2). A través de instrumentos estandarizados que midan habilidades docentes; (3). En base a la opinión de los docentes o autoevaluación; (4). A través de la opinión de los alumnos; y (5). A través de los logros alcanzados por los alumnos.

Este último procedimiento viene siendo aplicado en distintos escenarios del mundo, aunque concita cuestionamientos. Al parecer, solo Educa lo ha planteado en la prensa dominicana. En el año 2013, Elena Viyella de Paliza, su presidenta, sugirió que: “los incrementos salariales se produzcan en función de metas y rendimiento alcanzados por sus alumnos y no de manera general”. Este año, José Mármol, actual presidente, hace un llamado a las autoridades del Ministerio y a los sindicatos de profesores “a entablar la cultura de evaluación en el sistema y asociar los incrementos salariales a los niveles de desempeños educativos”.

Las investigaciones confirman la importancia de la calidad de los maestros para la enseñanza de los alumnos, por lo cual parecería que esta es la mejor forma para evaluar el desempeño docente, pues aparentemente debería existir una relación directa entre la eficiencia del docente y el éxito alcanzado por sus alumnos. Pero, no es así. El éxito o fracaso de cada alumno no depende exclusivamente de la acción positiva o negativa de su profesor, sino de una serie de factores, donde la variable docente es una más. Hay que considerar otras variables como: Las características del curriculum y del centro educativo; el ambiente de donde procede el alumno, así como de la capacidad y actitud para aprender, entre otras, se afirma.

En EE. UU, la nueva tendencia en las políticas educativas es que cada vez más los alumnos sean llamados a participar en la evaluación del desempeño profesional de sus profesores. Por ejemplo, el estado de Washington ha puesto a disposición de todas las escuelas modelos de tests para los alumnos. Un paso más ha dado la administración educativa de la ciudad de Memphis: La recogida de información elaborada por los alumnos a través de cuestionarios es obligatoria para escuelas y docentes. Los resultados de la evaluación de los alumnos incidirán en la nota final de la evaluación anual del desempeño profesional de los profesores en un 5%.

El pedagogo español José Gimeno Sacristán, escritor y catedrático de Didáctica, pone serios reparos a pagar al profesorado por los resultados de sus alumnos. “Es una estrategia muy polémica y constituye un error el incorporarla como método para valorar el mérito en la carrera docente […] la calidad se encuentra por otros caminos. Esta fórmula implica muchos riesgos”. Aunque aparente ser un mecanismo de evaluar a los docentes es una lógica engañosa y no aconsejable.

Argumenta su posición exponiendo estas preguntas: “¿De qué resultados se está hablando; de las calificaciones que da el profesorado o las puntuaciones obtenidas por lo estudiantes en pruebas externas? ¿Se verán los rendimientos obtenidos en cualquiera de las materias del currículum? ¿Se pueden determinar los resultados con la misma seguridad en materias diferentes como la educación cívica y las ciencias, por ejemplo? ¿Qué logros del alumno se deben atribuir exclusivamente a la acción de cada profesor, cuando sabemos que los resultados escolares se correlacionan con otras muchas variables? ¿Quién querrá trabajar con los desfavorecidos, los repetidores, los emigrantes,… sabiendo que con ellos se trabaja con desventaja? ¿Así mejoraremos el sistema? No lo creemos”.

En el artículo titulado Evaluar profesores publicado en el elpais.com el 21 de noviembre de 2015, Ricardo Moreno Castillo expresa: un profesor ha de ser formado antes de ser evaluado, y esta formación corresponde a la universidad. Pero los estudiantes llegan a ella tan ignorantes […] que poco se les puede enseñar”. Y agrega: “las universidades no pueden ponerse demasiado exigentes seleccionando a sus alumnos porque quedarían vacías. ¿Qué clase de profesionales puede salir de unas universidades que compiten a la baja para captar estudiantes con unos conocimientos ridículos? Sobre quienes salen de la Facultad de Magisterio dice: “A esos profesores no hará falta evaluarlos: ya sabemos que serán malos”. Esta situación es similar a la del país.

La evaluación de los maestros mejora la práctica docente porque identifica a los maestros eficientes y a los que necesitan apoyo. También contribuye a diseñar mejor los programas de desarrollo docente y a retener a los buenos maestros. Sin embargo, es importante resaltar que la evaluación del desempeño docente debe concebirse como un recurso para mejorar la calidad profesional y no como un medio para sancionar o aumentar salarios. Desarrollar la carrera docente es el camino para dignificar la vida de los docentes.