Mejorar la calidad de la educación es una tarea prioritaria que deben asumir todos los países, principalmente aquellos que permanecen rezagados en su desarrollo económico, social y cultural como la República Dominicana, cuya calidad educativa existe solo en los documentos oficiales donde los autores la definen y la caracterizan, porque aún sigue ausente en la mayoría de las escuelas. El propio ministro de Educación acaba de reconocer: “nadie está conforme con los resultados de la escuela dominicana en términos de formación de los estudiantes”.
Se sabe que una educación de calidad es aquella que forma mejores seres humanos, ciudadanos con valores éticos y respetuosos de lo público, que ejercen los derechos humanos y cumplen con sus deberes y conviven en paz, entre otros aspectos. Es una educación que genera oportunidades legítimas de progreso y prosperidad; es competitiva, pertinente, inclusiva y contribuye a cerrar brechas de inequidad y en ella participa toda la sociedad.
En el contexto de este debate, la evaluación ocupa un lugar fundamental junto a otros elementos como la actuación profesional de los docentes, el proceso de diseño y desarrollo del curriculum, o la organización y funcionamiento de las escuelas. Y los especialistas concuerdan en que su principal función es proporcionar datos, análisis e interpretaciones válidas y fiables que permitan obtener una idea precisa acerca del estado y situación del sistema educativo y de sus componentes.
Sin embargo, existe descontento con las prácticas evaluativas, en especial las quejas con los sistemas de evaluación basados en los tests o pruebas estandarizadas (PE).
Un test estandarizado es una prueba que ha sido normatizada, es decir, que ha sido probada en una población con distribución normal para la característica a estudiar.
Hay dos tipos principales de PE: de aptitud y de logros. Las de aptitud predicen cuán bien es probable que los estudiantes se desempeñen en algún nivel educativo subsiguiente, es decir, intentan pronosticar cómo se desempeñarán los estudiantes secundarios en la universidad. En cambio, a la hora de evaluar la eficacia de una escuela, hay que apoyarse en los puntajes obtenidos por los alumnos en PE de logros.
Ejemplos de estas últimas y aplica el MINERD son: pruebas nacionales en octavo grado y cuarto de bachillerato, desde 1992; las del Laboratorio Latinoamericano de Evaluación de la Calidad de la Educación (LLECE)/UNESCO, en tercero y sexto grado de la Educación Primaria: 1997 (PERCE), 2005-2006 (SERCE) y 2013 (TERCE). Evalúan Lenguaje, Matemática y Ciencias Naturales. El TERCE incluyó Escritura; y se acaban de aplicar las del Programa Internacional de Evaluación de Alumnos (PISA, por sus siglas en inglés), impulsadas por la OCDE y miden alumnos de 15 años en el nivel secundario en Lengua, Matemática y Ciencias. En todas estas pruebas participaron planteles públicos y privados.
Latinoamérica la integran 20 países, 15 de los cuales participaron en el TERCE y nueve en PISA 2015. Sin embargo, a pesar del aumento del número de países que aplica PE, la utilidad efectiva de las comparaciones internacionales de logro académico para informar políticas educativas no es algo sobre lo cual exista total acuerdo en la literatura actual.
Cuando se comparan los resultados de las pruebas LLECE con los de las pruebas PISA, hay similitudes y tendencias interesantes: “los países que avanzan poco, no avanzan o retroceden en PISA son los mismos que avanzan poco, no avanzan o retroceden en el TERCE”, sostiene la investigadora Rosa María Torres.
Las pruebas LLECE pretenden levantar una perspectiva regional sobre los logros de aprendizaje de sus estudiantes, y a la vez ofrecer a los países la posibilidad de evaluar sus logros, conocer sus desafíos para contribuir a la toma de decisiones sobre política educativa. Por eso, el Informe TERCE 2014 dice; "El avance de este tipo de estudios consiste en mostrar el avance de los países y los factores que explican su éxito o su rezago. Lo central no es 'quién va ganando la carrera' sino entender cuáles son las razones de su éxito y así generar aprendizajes mutuos entre sistemas educativos". "El objetivo del TERCE no es el ránking de los países. No busca detectar ganadores o perdedores en la región". Estas pruebas están pensadas desde las realidades de América Latina y El Caribe. Toman como referencia los currículos escolares en las áreas evaluadas, para lo cual se realiza un análisis curricular.
Afirma Torres que los resultados y estudios en torno a las pruebas del LLECE deben servir a los países sobre todo para compararse consigo mismos -evolución de los aprendizajes escolares en el tiempo- antes que para competir con otros países. A diferencia de otras pruebas internacionales (como por ejemplo PISA de la OCDE), el objetivo no es establecer un ranking. Lo importante es determinar el avance, estancamiento o retroceso de cada país en las áreas estudiadas y los factores asociado a los resultados en cada caso, ya que la cultura de los rankings -con toda su carga de competencia y de culto a los puntajes- se ha impuesto de tal manera en el ámbito de la educación, que cada país tiende a definirse y valorarse por su ubicación respecto de otros países antes que por su evolución respecto de sí mismo.
Sin desdeñar la importancia de las PE, los resultados que arrojan las pruebas nacionales anualmente y los obtenidos en las pruebas LLECE confirman que en el país sigue vigente el reto de alcanzar una educación de mayor calidad, que no se supera con PE sino mejorando, primero, todo lo que se sabe que hay que mejorar en la escuela dominicana.