Es tan fácil como frecuente exclamar: no hay oposición a Danilo Medina. Ningún dirigente ni partido logra calar en la población. No conectan, no se atreven, siguen haciendo y diciendo lo mismo a pesar de que claramente no funciona. Resulta, sin embargo, que el gobierno y el propio Medina enfrentan el mismo problema. No calan, no impactan, no convencen. Una cosa es que se impongan y otra muy distinta que lo acepten. No es lo mismo resignarse que aplaudir. ¿ Por que está sucediendo esto? Por que gobierno ni oposición encuentran la acogida que quisieran?
El país dominicano atraviesa una transición, como si buscara el camino de regreso a la política y a la ciudadanía pero sin haberse volcado todavía en esa dirección. Hay un país donde todo es chercha, relajo, todo está bien, la vida es para gozarla, aquí no pasa nada y si pasa algo nos lo bebemos en un colmadón. Los que roban no son delincuentes, sino tipos listos. Los que luchan por la patria son unos estúpidos que no han entendido nada. Los que creen en la política y los principios están locos o “pasados”.
Existe otro país de gente que fue marginada de la fiesta pero tiene que pagar la cuenta. Gente que se siente ultrajada y abusada porque solamente paga impuestos y no recibe a cambio ni la seguridad, la salud, la educación ni los servicios que merece. Esa gente, estaba inconforme pero tranquila; mas o menos convencida de que estaba sola, desamparada y sin mucho que hacer para cambiar las cosas y uno recuerda las cadenas humanas donde solamente algunos centenares de personas acudían. De repente, estalló el escándalo de ODEBRECHT y el descontento venció a la desesperanza en la primera gran Marcha Verde de enero 2017.
Un año y medio después nos damos cuenta de que dentro de una misma geografía, coexisten dos países. Uno que entiende que esto siempre ha sido así, que “to es to y nah es nah” y que cada cual debe dedicarse a luchar por si y para si; lograr su propio bienestar como única meta válida y no importa el como se logre, que total, el que no pueda estar vivo, que se muera. Los que abrazan este discurso del todo vale estuvieron en la iniciativa, lo enarbolaban en todas partes, nadie los contradecía ni enfrentaba y llegó a considerarse de buen gusto, señal de éxito y confirmación de la modernidad y que quien lo decía, era un tipo listo, de éxito y del lado correcto de la historia. Pero ya no es así.
A medida que todo aquello de lo cual carezco está en otra manos, a medida que mis limitaciones contrastan con la opulencia y la abundancia de otros, a medida que la gente se percata de que estas desigualdades tienen su origen en decisiones políticas la sensación de que algo no esta bien se extiende, la creencia de que es injusto se afirma, la aspiración de ponerle fin surge y la búsqueda de quien encarne esa misión se emprende. Mientras tanto, en medio del descontento que ha ido propagándose, son cada vez menos los que se atreven a defender la corrupción como el triunfo de los mas listos a expensas de los mas pendejos.
Eduardo Estrella y Guillermo Moreno son dos dirigentes políticos cuyo discurso ha sido coherente, ha estado respaldado por sus respectivas conductas y merecían mejor suerte. Se cuestiona la efectividad de sus métodos, de su discurso; se dice que no conectan, no tienen carisma y que, como candidatos, son inadecuados. Hay otra parte que no se dice: Sin desmedro de esas críticas que yo mismo enarbolo, con frecuencia y con enojo, existe otra realidad: la de una sociedad que primero no estaba particularmente interesada en enderezar la historia y después ha estado llena de dudas de que pudiera hacerse.
Estamos saliendo de esa etapa ahora. Si es posible hacer justicia o si estamos condenados a seguir como estamos ya no es el debate. El rencor se impone y esta gente ya ni siquiera acepta que le digan que no hay alternativa. Insisten en buscarla y si no la encuentran con los dirigentes actuales, producirán otros. Si los dirigentes políticos dominicanos, de todas las tendencias y litorales creen que pueden seguir obrando como antes, los hechos les demostrarán que están equivocados y todo lo que no hagamos por las buenas, sépase que terminará siendo hecho por las malas y me asombra que tantos empresarios, intelectuales y políticos no se hayan dado cuenta. Si no llevamos esta sociedad a por mejor camino, terminaremos como la Isla de la Tortuga y, de hecho, estamos mas cerca de ahí que de ninguna otra opción. Tengo años diciendo como aquella canción de R&M: It´s the end of the world as we know it and I feel fine.
La única ilusión que no aconsejo alimentar es la de aquellos que sueñan con otro 24 de abril de 1965. Nuestro país desciendo hacia el caos, hacia el reinado de la anarquía, a la prevalencia de delincuentes armados, violentos y despiadados; gente que no tiene piedad porque nunca la conoció, gente que no tiene modales, educación ni respeto porque nunca recibieron una cosa ni la otra. Es hacia ese estado de cosas que descendemos.