En el año 1980 todavía un segmento de la izquierda dominicana anunciaba la llegada inminente de la revolución. Era extraño porque apenas en 1978 se había producido la transición hacia la democracia electoral.

En aquel momento, los sindicatos comenzaban a reorganizarse y los empresarios se mostraban atormentados sin Balaguer para reprimirlos.

Había esperanzas de un cambio democrático; y quizás por eso, la idea de la revolución parecía descabellada. Era el momento del PRD, de la socialdemocracia de Peña Gómez.

Mientras la izquierda languidecía en contradicciones teóricas y prácticas, el PRD se instaló en el poder. Pero, al pasar el tiempo, fue evidente que ni Antonio Guzmán ni Salvador Jorge Blanco impulsarían la socialdemocracia.

En 1982 explotó la crisis de deuda externa en América Latina y se borraron las esperanzas de bienestar. Fue la llamada “década perdida”. Agobiados por los ajustes económicos, los sectores populares se lanzaron a las calles en toda la región, y la República Dominicana no fue excepción.

A partir de 1984, la República Dominicana vivió un intenso período de movilización social con pobladas, paros y huelgas generales bajo la coordinación del Colectivo de Organizaciones Populares.

En 1986, el PRD salió del poder abatido y Balaguer volvió a administrar una profunda crisis. Esperó que el movimiento popular se agotara, mientras pactó con los empresarios y el Fondo Monetario Internacional para el retorno a la “normalidad”. Ese orden solo lo perturbó la insistencia de Balaguer de quedarse en el poder en 1994. Presionado, tuvo que pactar su salida para 1996.

El ascenso del PLD al poder en 1996 no trajo esperanzas de cambio radical porque nació con el apoyo de Balaguer. La constelación de partidos de ultraderecha en alianza neutralizó cualquier potencial de liberación grabado en su nombre.

Durante los últimos años del Siglo 20 y principios del 21 se registraron muchas protestas barriales, pero nunca tan articuladas como en los años 80.

Después de 2005, comenzó a desarrollarse un movimiento social de demandas diversas ante los gobiernos del PLD: ambientales, de mujeres, la lucha por el 4% del PIB para la educación (2010-2011), las cadenas humanas y la Marcha Verde contra la corrupción (2017-2018). Todo eso culminó con las protestas en la Plaza de Bandera y los cacerolazos por elecciones limpias (2020).

A diferencia de las protestas en las décadas de 1980 y 1990, que tuvieron como protagonistas a los sectores populares, las principales protestas de este Siglo 21 han tenido como protagonista a la clase media que creció significativamente en los últimos 15 años.

Algunas de esas luchas triunfaron en sus demandas, otras no. Así llegamos a las elecciones de 2020 y al Cambio que promete el PRM.

La más reciente encuesta Gallup-HOY preguntó a los encuestados sobre el tipo de cambio que necesita el país. Una de las opciones de respuesta fue: “Se necesita un cambio radical, tal vez hasta revolucionario”. Con esa opción se identificó el 49% de toda la población encuestada, el 66% de los jóvenes de 18 a 24 años, y el 63% de los simpatizantes del PRM.

Como la revolución dominicana siempre ha quedado en el tintero, y ahora hay euforia con la rebelión de la clase media, cabe preguntar: ¿A quién beneficiarán las principales medidas económicas del nuevo gobierno? ¿A los empresarios, bien representados en las alturas? ¿A la clase media revoloteada? ¿O a los pobres que hace 20 años no protestan? Las respuestas serán vitales en medio de una pandemia que golpea la salud, la vida y la economía.

 

Artículo publicado en el periódico HOY