Desde mucho tiempo atrás, se apreciaba un cierto consenso en la idea de que el fracaso o el éxito de los sistemas educativos dependía fundamentalmente de la calidad del desempeño de sus docentes. Y la UNESCO, en el año 2007, planteó que tanto la experiencia como la investigación confirman que el factor clave para conseguir una educación de calidad es contar con docentes de calidad, por tanto, desde esa perspectiva, una de las prioridades de todo sistema educativo ha de ser el mantener e incrementar la calidad de sus maestros y profesores.
La tradición educativa general ha enfocado la evaluación sobre los estudiantes durante siglos. En las últimas décadas este enfoque ha dado paso a la consideración del proceso de enseñanza y aprendizaje como un sistema global, cuyos elementos constituyentes: docentes, discentes y contexto influyen poderosamente entre sí, por lo que la mejora de cualquiera de ellos contribuye a la mejora del proceso general. Este nuevo enfoque ha permitido concebir al docente y al contexto o situación de aprendizaje como objeto de evaluación.
En consecuencia, es imprescindible que alumnos, maestros, profesores y todo el personal docente se evalúe, por la importancia que tiene cada uno de ellos en el proceso educativo. Por tanto, si se quiere mejorar algún aspecto relacionado con su quehacer, su evaluación es una herramienta fundamental.
De todos los elementos que componen el curriculum, la evaluación en general y la autoevaluación docente en particular son las que poseen mayor potencial de transformación de la práctica del aula. Sin embargo, muchos autores señalan que en la escuela no es común hablar de autoevaluación, ni que el docente se pregunte qué ocurre con su propia práctica.
En diciembre de 2017 concluyó la primera etapa de la evaluación de desempeño docente (EDD) realizada en el país con mayor nivel técnico y cientificidad de todas las aplicadas hasta ahora en el sistema educativo nacional. La misma incluyó una autoevaluación, cuyos resultados se cuestionan, porque distan mucho cuando se comparan con los que les asignaron los evaluadores en las categorías de la escala. Este aspecto, de seguro que será considerado en cada centro educativo cuando los analicen.
El hecho de que en esta evaluación los docentes, según clasificaran en: Excelente: 90-100; Muy Bueno: 80-89; Bueno: 70-79; y Mejorable: Menos de 70 puntos, recibirían un incentivo económico de 17, 24, 27 y 32%, respectivamente, ha estimulado al conjunto a realizarla sin mayores resistencias. Sin embargo, se reconoce que no es objetivo de la evaluación aumentar salarios, sino que lo que persigue es transformar la realidad del proceso de enseñanza y aprendizaje, mejorarlo. Y se observa que en los escenarios donde hay docentes, el tema de la EDD solo gira alrededor de los incentivos, omitiendo su verdadero propósito: mejorar la calidad de la educación.
El aula escolar conforma un espacio generador de acontecimientos vinculados a la enseñanza y al aprendizaje; y en este intercambio adquieren centralidad la evaluación de los aprendizajes y de los procesos de enseñanza.
Pero a través del tiempo, la evaluación ha sido enfocada solo hacia los alumnos, eximiendo a maestros y profesores de los beneficios que esta les puede aportar, como si ellos no fueran parte importante y responsable de la calidad de los aprendizajes que los alumnos adquieren.
Constituirse en evaluador le exige a la persona asumir la tarea de juzgar las acciones producidas por otro u otros, o bien tornarse otra frente a sí misma, cuando se trata de la autoevaluación.
La autoevaluación es una actividad fundamental para que la práctica pedagógica mejore, a partir del cuestionamiento constante de las estrategias de enseñanza. En ese proceso, el docente puede evaluar su actitud frente al conocimiento, el desempeño profesional, los planes de clase, las estrategias de enseñanza y aprendizaje; los aspectos socioéticos (relaciones, vínculos, clima del aula), aspectos organizativos y administrativos; relación profesor-alumno y vínculos con la comunidad. Además, desarrollar la capacidad de autoevaluación influye en la capacidad de aprender de los docentes.
En tal sentido, es importante estar atento a algunos de los detalles que pueden interferir en la autoevaluación, como la falta de objetividad y de confianza en la propria autoevaluacion; la falta de formación para autoevaluarse; la ausencia de cultura institucional y la tendencia de centrar el análisis únicamente en aspectos externos, en vez de analisar determinados aspectos pedagógicos.
La escuela dominicana requiere asumir el desafío de ir avanzando en la construcción de una cultura de la evaluación, porque lo que no se evalúa, no se sabe si puede ser mejor.
El Ministerio de Educación ha dado un gran paso con el proceso de EDD que está llevando acabo, siempre y cuando los resultados sirvan para replantear la formación continua para superar deficiencias en maestros y profesores. Así como transformar y aplicar un programa de acompañamiento a los docentes, que garantice la calidad de la educación. A los docentes no se les puede dejar solos en el desarrollo del curriculum.
Finalmente, a partir de ahora el MINERD debería establecer para los equipos directivos y docentes, la realización de un programa de evaluación y autoevaluación obligatorio recíproco, al finalizar cada año escolar. De manera que los resultados sirvan de insumos para planificar el siguiente año lectivo de cada centro educativo y mejorar la calidad de los aprendizajes.