En tiempos de Trujillo nadie robaba excepto él y nadie tampoco se atrevía a mandar a matar excepto él. En su entorno, naturalmente, los mas listos buscaron siempre como llevarlo, convencerlo o narigonearlo en una dirección que los beneficiara. Pero eso hacen todos los entornos, de todos los jefes, en todo el mundo, en todas las épocas. Siempre, sin embargo, la responsabilidad legal, histórica y final recae sobre la persona responsable, el jefe, presidente, general, dictador, emperador o lo que sea.
"...durante años he sospechado, que lo hicieron ellos, una sospecha que naturalmente, no puedo probar en tribunales, pero cuyo estudio y análisis podría arrojar muchas luces en la historia y la conducta dominicanas..."
Trujillo sabía además que cuando un gobernante ordena la comisión de un asesinato queda convertido en rehén del ejecutante. El conocía la estructura del poder, entendía el valor de la pena de muerte como instrumento legal pero acudía al asesinato extrajudicial no ignorando las implicaciones que para él tenía sino porque en su visión y circunstancias creía que podía deshacerse del enemigo y tener bajo control al ejecutante. El asesinato de las hermanas Mirabal, sirvió en bandeja de plata los intereses de los enemigos de Trujillo no así los suyos propios. Todos los que instrumentaron la muerte de Trujillo el 30 de mayo de 1961, procedían del mismo litoral y tenían algo en común: habían sido servidores del régimen y de Trujillo en particular. Entonces, ¿sería posible, cabría suponer, admitir la posibilidad –impensable para muchos- que la orden de asesinar a las Mirabal tuviera otra procedencia? ¿Podría haber sido el crimen la ejecución de una orden distorsionada no intencional?
En 1960, dos hechos traumáticos y de gran calado habían tenido lugar: 1ro.- Tras el triunfo de la Revolución Cubana en enero de 1959 vino la invasión de Constanza, Maimón y Estero Hondo en junio de ese mismo año que, aunque un fracaso militar, sacudió, estremeció y cuestionó al régimen quebrando la noción de eternidad que lo acompañaba. 2do.- No solamente surgió el movimiento clandestino 14 de junio de aquellos hechos, sino también, los asilamientos, las fracturas internas, la crítica internacional, el descontento y el accionar intervencionista de los Estados Unidos en procura de evitar otra Cuba. Por lo tanto, en el escenario de la República Dominicana de 1960 en adelante era posible, solamente eso, posible, que fuerzas preferentemente externas, apoyándose en servidores locales, decidieran el asesinato de las hermanas Mirabal o convertir alguna orden de alcance limitado impartida por el propio Trujillo en un hecho de la magnitud que finalmente aconteció.
Asesinando a las Mirabal Trujillo, no solamente no ganaba nada sino que perdía mucho. El no podía ignorar que las repercusiones de un crimen como ese lo perseguirían hasta el último día despojándolo por completo de cualquier asomo de legitimidad o justificación. Pero los enemigos de Trujillo, tanto internos como externos, también lo sabían y por eso, durante años he sospechado, que lo hicieron ellos, una sospecha que naturalmente, no puedo probar en tribunales, pero cuyo estudio y análisis podría arrojar muchas luces en la historia y la conducta dominicanas. ¿Qué importancia práctica puede tener, hoy día considerar semejante hipótesis? No necesitamos el asesinato de las hermanas Mirabal para enviar a Trujillo al infierno, ya el había cometido muchos otros crímenes, PERO, suponiendo que esta hipótesis tuviera mérito, entonces habríamos estado protegiendo inconscientemente a otros asesinos o usando la figura de la legislación italiana: mandantes de homicidio.
Toda la ciencia criminalística, en todo el mundo, parte del mismo principio: quien o quienes son beneficiarios de un crimen. En función de la identificación de los beneficiarios se emprende la tarea de verificar coartadas, descartar sospechosos, analizar evidencias. Por eso, los crímenes son mas difíciles de identificar cuando no existe un beneficiario intencional o el crimen fue producto de circunstancias y otros factores aleatorios. Pero el crimen con premeditación y otros agravantes, siempre tiene o tiende a tener un beneficiario.
El asesinato de las Hermanas Mirabal en noviembre de 1960, un hecho que de tan solo pensarlo estremece por su brutalidad, cae bajo la responsabilidad de Trujillo de cualquier manera pero eso no quiere decir que fuera él quien impartiera la orden aunque eso es lo que hemos creído y también lo que nos han hecho creer. Cuantas veces he sometido la factura de ese crimen al análisis histórico y circunstancial, el resultado ha sido siempre el mismo: la posibilidad de que el asesinato de las hermanas Mirabal no hubiera sido ordenado por Trujillo para librarse de ellas en el ejercicio de una venganza inútil, sino ordenado por fuerzas vitalmente interesadas en culparlo a él por semejante atrocidad.
Si fue así, les salió muy bien.