Gallego Badillo y Pérez Miranda (1998) afirman que las interacciones entre aprendibilidad, enseñabilidad y educabilidad, es decir, aprender, enseñar y educarse, configuran un campo nuevo de investigación que da a los saberes pedagógicos y didácticos una dimensión diferente. Asimismo, constituye un reto que exige replanteamientos conceptuales y metodológicos sobre qué es enseñar, aprender y educar. Para comprender mejor la significación actual de cada uno de estos conceptos, se tratan sucintamente, a continuación.

Según Nolasco (2016), el aprender o el aprendizaje debe examinarse como un concepto propio de las teorías pedagógicas y didácticas. En términos conceptuales hay que atribuirle unos presupuestos ontológicos y epistemológicos, y desde estos adquiere su fundamentación y la aceptación de los especialistas que se ocupan de construir, contrastar y sustentar propuestas paradigmáticas en el campo de la investigación y la práctica académica. Se puede hablar de dos tipos: aprendizaje mecanicista y aprendizaje como construcción.

El aprendizaje mecanicista, base de la psicología behaviorista y su corriente el conductismo operante de Skinner, se caracteriza por la recepción verbal de información que debe ser memorizada y repetida al pie de la letra. Este fundamentó los programas instruccionales, desde sus compromisos epistemológicos de carácter empiropositivista y fue asumido por la educación tradicional, que todavía pervive en muchas escuelas de distintos sistemas educativos que avanzan lentamente, como el dominicano.

Las concepciones no mecanicistas del aprendizaje se inician con la epistemología genética de Jean Piaget y con la propuesta de David Ausubel. El primero, plantea el aprendizaje como asimilación y desasimilación, en el contexto de equilibraciones y desequilibraciones del sujeto que aprende, en relación con su entorno. Existen unas estructuras mentales que ese sujeto construye. El segundo, propone como alternativa al aprendizaje memorístico el significativo, en términos de acomodaciones de lo que se aprende a las estructuras conceptuales preexistentes en el aprendiz. Ese aprendizaje procede por construcción de significados. Los nuevos contenidos curriculares son interpretados previamente por el sujeto que aprende, desde su estructura conceptual. Al incorporar eso nuevo transforma dicha estructura, la cambia. El aprendizaje comienza así a manifestarse como un proceso complejo.

El concepto de aprendibilidad no aparece en diccionarios de lengua española, sí en los de lengua inglesa (learnability), pero está en boca de los expertos del sector educativo y de los empresarios del mundo. Su uso hace referencia a esa necesidad real de aprender que tienen, o deben tener, los estudiantes y trabajadores de este siglo XXI.

Las concepciones deductivistas-constructivistas del aprendizaje ofrecen otra perspectiva para analizar la aprendibilidad. La aprendibilidad de un saber dado es una atribución, una cualidad que le confiere cada estudiante a ese saber. Así, aprenden lo que desean aprender o, de otra forma, aprenden los significados, las formas de significar y de actuar que reconstruyen y construyen, los cuales son en última instancia sus propias lecturas. De esta manera, se hallan en posicionamientos diferentes desde los cuales atribuir otros sentidos a la vida y al mundo. Pero, cada estudiante debe evaluar en qué forma el saber es aprendible por él y hasta dónde ha de llegar en dicha actividad. Tal presupuesto es el que hace del aprendizaje una actuación relacional, consciente y responsable, impulsándolo hasta alcanzar el llamado aprendizaje total. La aprendibilidad no solo remite a la adquisición de nuevas habilidades, sino también al asentamiento de las ya adquiridas.

Existe una relación dialéctica entre aprendibilidad y aprender. La primera determina al segundo, a la vez que el aprendizaje modifica la aprendibilidad, para reemprender la actividad en otro estadio cognoscitivo. Aprender no es acumular sino transformarse, cambiando la mirada sobre lo mismo.

La aprendibilidad tiene mucho que ver con la enseñabilidad. Es decir, los profesores son mentores de talento en las distintas etapas de la vida de los estudiantes. Un docente es un facilitador del aprendizaje y gracias a su tarea, los estudiantes pueden integrar de forma pedagógica nuevas ideas y nuevos conceptos. El aprendizaje como cambio, que se desprende de la aprendibilidad elaborada, solo tiene sentido para cada estudiante, si el saber que va a aprender es significativo, de una manera demostrable, para el perfeccionamiento de sus proyectos éticos de vida.

Ante el reduccionismo del conductismo, sería innecesario discutir el problema de la aprendibilidad, porque todo lo que podría decirse al respecto, está precisado en ese enfoque.

La enseñabilidad toma presencia cuando se reúnen profesores y estudiantes a realizar sus dos actividades fundamentales: enseñar y aprender, respectivamente. Es ahí donde los fundamentos epistemológicos pasan a ser redefinidos desde los discursos   pedagógicos   y   didácticos,   desde   los   problemas   del   aprendizaje   y   la   aprendibilidad del saber objeto de enseñanza. Pero, una será la enseñabilidad que construyen los profesores convencidos de que la cabeza de los estudiantes está vacía; y otra será la enseñabilidad que organicen quienes trabajan, a partir de lo que ellos ya saben. Por eso, hay suficientes resultados que sostienen que una enseñabilidad fundada únicamente en la lógica de las disciplinas, es académicamente insostenible.

La enseñabilidad planificada especifica el proceso de enseñar, porque concita a los estudiantes para que construyan y reconstruyan las aprendibilidades individuales y colectivas, y se comprometan con sus actividades de aprendizaje.

La actividad de aprendizaje modifica la aprendibilidad, esta hace lo mismo con el enseñar y, en consecuencia, con la enseñabilidad porque la transformación se revierte sobre el enseñar y, por ende, en la aprendibilidad.

La enseñabilidad está influenciada por las actitudes de los profesores en el saber que enseñan y con lo pedagógico y didáctico de ese saber, es decir, con la actitud que manifiestan con su profesión de enseñantes y, en consecuencia, con su profesionalidad y profesionalismo, compromisos y pertenencia a la comunidad académica de educadores.

La enseñabilidad se construye, además, bajo la perspectiva de las intencionalidades curriculares, que son también una construcción y praxis de las comunidades, que influyen (sin tergiversaciones) en las razones por las cuales un saber determinado, desde los fundamentos epistemológicos, pedagógicos y didácticos del curriculum, forma parte integral de un diseño curricular dado. Estas son razones que van mucho más allá del afirmar, simplemente, que ese saber es importante, puesto que hay que dar explicaciones cognoscitivas,   culturales,   sociales,   políticas   y   económicas   en   la   perspectiva   de   la   integralidad curricular, señalan Gallego Badillo y Pérez Miranda.

Educador es aquel sujeto que tiene educatividad, es decir, aptitud y actitud para educar. Por tanto, educar es desencadenar las energías del educando para que cultive su personalidad. En consecuencia, el acto educativo resulta eficaz en la medida en la que se realiza con rigor, convicción y flexibilidad. Con rigor, en tanto que el educador pretende guiar al educando a apropiarse de un estilo de vida que lo acerque a la excelencia humana. Con convicción de aquello que pretende transmitir, porque el mismo lo ha hecho vida. Y con flexibilidad, en tanto que ha de respetar la libertad y el ritmo de aprendizaje de los estudiantes.

Ser educador quiere decir estar comprometido con la propia vida. Se educa con el ejemplo. La labor del educador se fundamenta en su autoridad moral, pues sin ejemplo se dificulta el proceso educativo. Y no se trata de que el educador imponga su estilo personal, sino que el educando desarrolle su propio estilo, con su forma personal de ser, porque sin confianza no puede existir educación. Cuando se comunican, la confianza produce un encuentro efectivo y fructífero entre educador y educando.

La educabilidad es la capacidad natural que posee toda persona de ser modificada, mejorada, educada. La educación, por tanto, es necesaria para que la persona adquiera los bienes culturales que le permitan desarrollarse como tal. Por eso, se afirma que la educación no es trasmisión de valores, sino valorización de la vida. Sin la educación, la persona no podría hacer suyos los conocimientos que le dan el saber, las habilidades y destrezas que le posibiliten hacer las estimaciones de la realidad, como son las valoraciones. Los seres humanos no solo son capaces de actualizarse, sino también de potenciarse. De este modo, la educabilidad se caracteriza por ser personal en tanto es una exigencia inalienable que surge del carácter abierto de cada estudiante. De ahí que la actividad educadora es una actividad de ayuda, de orientación y de guía.

La educación es la calidad del que es educable. El ser humano posee educabilidad, es decir, puede ser educado. Aquí hay que recordar que la educación va mucho más allá de la educación escolar, por eso, comprende la educación formal, informal y no formal.

La educación escolar implica doble vía, un alumno para aprender y un profesor para enseñar, y para que el proceso se complete es necesario que el alumno presente educatividad o deseo de aprender nuevos conocimientos. Igualmente, el profesor debe tener claridad de su papel en el aula. Si no es así, la escuela como espacio de aprendizaje, ¡nada podrá hacer! Afirma Paulo Freire, en Pedagogía de la Autonomía "ninguna escuela conseguirá hacer más por un alumno que su decisión personal de desarrollarse, de crecer, de aprender, de adquirir conocimientos. De ahí que si un alumno (entendiendo como cualquier ser humano) no quiere aprender, no habrá magia que lo haga aprender”. Asimismo, el aprendizaje es una actividad que debe realizar el sujeto cognoscente individual; es él quien tiene que comprometerse integralmente con dicha actividad, fundamento de la afirmación de que nadie aprende por otro.

La enseñabilidad está cruzada por las lecturas que cada docente hace del saber que enseña, a partir de sus compromisos epistemológicos, sea o no pedagogo y didacta. La educabilidad lleva implícito el reconocimiento del otro y que el educar, que se desprende de esa concepción, se traduce en un acompañamiento del educando, para que ingrese desde sí y por sí mismo a la posibilidad de realizar su proyecto ético de vida.