El gran empresariado dominicano sigue apoyando a Danilo Medina. Este es un hecho importante por su significado, su origen y por sus consecuencias. Esas personas, empresas y/o familias están perfectamente bien informadas de quién es y qué hace el señor Medina.  Su continuo apoyo a él no es producto de la astucia de uno, la torpeza del otro ni la ignorancia de ambos.

Es verdad que Medina acude a los expedientes de amigos y adversarios. El suele saber quien se acuesta con quien tanto cuando puede como cuando no debe, quien hubo de ir a recuperación para controlar una fuerte adicción, quien fue atrapado en medio de una escena de homosexualidad o de franca perversión sexual, quien enfrenta un déficit y necesita del gobierno, quien atropella al otro para hacerse con un buen negocio, quien trafica estupefacientes, lava dinero negro, vende y compra influencias y también embajadas, ministerios y postulaciones. El sabe todo eso y lo usa. Pero ni uno ni otro se dan cuenta de que ya no hay escándalo que sea traumático, ni mancha que dure ni estigma que no pueda lavarse con dinero y detergente.

El gran empresariado dominicano tradicionalmente ha sido gobiernista. Primero fueron trujillistas, luego balagueristas, leonelistas y ahora danilistas. Nunca se sintieron cómodos con el PRD pero siempre se las arreglaron para sobrevivir y prosperar. Nunca fueron tan ricos ni estuvieron tan bien como con el peledeismo a pesar de la tremenda competencia que representan las enormes fortunas amasadas por estos.

Al igual que los danilistas, el gran empresariado está convencido de que aquí no va a pasar nada y de que ambos pueden seguir sirviéndose con la cuchara grande a expensas de todos los demás. Las voces que alertan del peligro de tanta desigualdad son ignoradas; ni siquiera estorban. En la euforia de la prosperidad acelerada y ante tanta impunidad glorificada nunca ha habido espacio para el peligro. Unos cuantos frustrados, sin influencia y sin futuro, sin pueblo, sin fortunas y sin soluciones están contra nosotros.

El gran empresariado sabe que Estados Unidos adversa el danilismo.  Están perfectamente informados de las interioridades de ese rechazo pero no les preocupa. El mundo es demasiado grande y multipolar. Ya los EEUU no son la última Coca Cola del desierto.  No les amedrenta disentir de los americanos apoyando alguien y algo que aquellos adversan. El gran empresariado entiende que no necesita a los americanos para que los protejan del comunismo ni de la revolución. Y si, a pesar de todo, llegaran a necesitarlos, cuentan que el ADN capitalista de ambos funcionaría. Los fantasmas del pasado no perturban sus noches y en la oscuridad de esta tampoco se ven amenazas futuras.

Este es otro mundo, a no dudarlo. Los tiempos no se miden igual para el preso que para el carcelero. Es asunto de negocios y lo que cuenta es otra cosa. Pero, y eso no lo entiende mucha gente: el mundo nunca ha sido de los ricos ni los sabios sino de los atrevidos, los audaces y con frecuencia, los despiadados.

Es casi un chiste que muchos prefieren no oír. Pero, la República Dominicana que se ufana del éxito, de la modernidad, que glorifica la imagen que ella misma ha hecho de si, en realidad es un cascarón de huevo huero en cuyo interior se gesta Mad Max, otra Somalia, Haiti y Ruanda no el 24 de abril de 1965 ni tampoco la paz.