En los Estados Unidos, Donald Trump encabeza el ataque sistemático contra los medios de comunicación a los cuales acusa –con razón- de fabricar noticias y de mentir descaradamente. Esos mismos medios de comunicación, prácticamente sin excepción adversaron a Trump cuando era candidato y casi sin excepción también favorecieron a la señora Clinton. Resulta pues, muy comprensible que, siendo presidente, busque venganza contra esa prensa y quienes hacen de periodistas. Hasta ahí, todo está mas o menos claro, se entiende. No he querido decir que está bien, sino, sola y estrictamente que se entiende.
¿Saben lo que no entiendo?
La misma prensa, los mismos periodistas y los mismos medios a los que Trump agrede sin piedad y repito –con razón- reproducen todas las barbaridades, estupideces, amenazas y mentiras que el propio Trump anuncia a los cuatro vientos contra Corea del Norte, las denuncias y bombardeos contra el gobierno sirio por un ataque con armas químicas que jamás fue documentado ni probado. Se trate de Irán intenta deshacer el tratado, Cuba donde quiere volver a la política del garrote, Yemen donde no le importa el genocidio que conduce Arabia Saudita con el beneplácito americano, China a la que acusa de violar derechos humanos en fin, Trump, cada día amenaza a alguien, acusa a alguien, intimida a alguien y miente abiertamente sobre cosas extraordinarias por su gravedad como igualmente triviales si viene al caso.
Esa prensa que Trump agrede y acusa de fabricar noticias tantas como las que fabrica el, esos mismos periodistas repiten como papagayos todo lo que dice, afirma o denuncia Trump respecto a cualquier tema sin ocuparse de verificar, investigar, comprobar, cuestionar, indagar. No entiendo que prensa y periodistas agredidos por Trump como mentirosos, se presten a reproducir todas las mentiras que este, sobre cualquier tema, suelta por esa boca día tras día.
Por su parte, los demócratas derrotados, extraviados y perdidos en un laberinto entre los del clan Clinton y los populares de Sanders no enfrentan a Trump por su abierta e inmisericorde traición a las promesas de campaña mas importantes especialmente las que tienen que ver con empleos, seguridad social, vivienda, derechos civiles; en cambio denuncian una ingerencia rusa, la culpan de la derrota de Clinton y atizan con una supuesta conspiración en el proceso electoral de 2016 sin embargo, es EEUU quien interviene masivamente en los procesos electorales empujando, favoreciendo y a veces manipulando procesos y resultados en cualquier parte del mundo. Acusan de agresión a Rusia, pero es EEUU quien tiene bases y presencia militar en 137 países; junto al mismo gobierno que adversan lanzan la campaña antirusa mas virulenta de las últimas décadas y en el proceso Trump se desacredita, se deslegitima, daña la causa que dice defender y los demócratas se hunden en las miserias de sus propias estupideces.
Tampoco entiendo que el propio Trump que se ha ocupado de desautorizar, minimizar y desacreditar la credibilidad de la prensa y de los periodistas pretenda que el mundo entero crea y asuma como ciertas las barbaridades que el pronuncia y que los otros difunden.
Los políticos y sus partidos han perdido la autoridad moral que una vez tuvieron. Ya no hay estadistas sino gerentes. La agenda no es nacional sino corporativa. Los valores no son los de la nación políticamente constituida sino los del mercado y la visión que los orienta no es la de un proyecto nacional sino la gestión propia de cuatro o seis años.
A su propia escala, salvando las diferencias, cambiando los nombres y demás, la República Dominicana es un ejemplo elocuente y siniestro de una prensa y una planta de periodistas que se conforman al modelo. No digo que sean medios vendidos porque no les hace falta venderse, trabajan para sus dueños, sirven a sus dueños, defienden a sus dueños. En cuanto a los periodistas, hace tiempo ya que dejaron de representar la libertad de prensa y como el Congreso en general, el día que sean agredidos y/o suprimidos – y lo serán- nadie derramará una lágrima por ellos.
Desde que los bancos y las corporaciones y grupos se hicieron con la propiedad de los medios de comunicación se acabó –de hecho- la libertad de prensa. No fue ninguna dictadura la que exterminó la libertad de prensa, fue el mercado. Desde que los periodistas descubrieron que bancos y corporaciones pagaban en dinero y que los lectores solo podían retribuirles en estima social redefinieron sus lealtades. Hoy día, un medio de comunicación o un periodista que investigue y critique es la excepción, no la regla. Por eso, el grueso de los periodistas, en todas partes, se han convertido en accesorios del poder y cómplices de las iniquidades de este. La verdad no importa.