El que hasta hace un mes y días era el partido de gobierno, el Partido de la Liberación Dominicana (PLD), asiste en estos momentos a un capítulo estelar en su historia de 47 años.

Después de gobernar durante 20 años, 16 de corrido, el PLD fue derrotado en las tres elecciones de este año, perdiendo así el poder en el Ejecutivo, el Legislativo y en las principales ciudades.

Lo más natural es que una derrota electoral provoque disgustos entre los dirigentes de un partido. Nadie quiere asumir la culpa. En política, como en la vida, es agradable y fácil reclamar la paternidad del éxito, pero nadie quiere el odioso mérito de ser el responsable de la derrota o del fracaso.

El PLD vive, además, un impostergable tránsito generacional, no exento de contradicciones y forcejeos; las viejas generaciones no abren paso a las nuevas sin oponer resistencia.

No siempre los líderes de los partidos asumen la responsabilidad por los fracasos. Es más fácil echar manos del lugar común y culpar de los problemas del partido a "fuerzas externas", "determinados intereses" y a "los competidores políticos"

Para los observadores de la política la pregunta es si el PLD repetirá las conocidas historias del Partido Reformista y del Partido Revolucionario Dominicano, que de ser las dos grandes fuerzas que se disputaron el poder durante decenios, terminaron desgastados, divididos y disminuidos hasta dejar de ser determinantes para la conquista del poder en los procesos electorales.

Después que el PLD llegó al poder por primera ocasión, en 1996, sostenido entonces por el saliente presidente y líder del Partido Reformista, Joaquín Balaguer, empezó un proceso de absorción de los seguidores del reformismo.

Este proceso se aceleró cuando el PLD retornó al poder en 2004, luego de su derrota del año 2000. A partir de ese momento, en cada proceso electoral el PRSC se dividía y disminuía, mientras del PLD crecía y se fortalecía.

El PRD, aunque en gran medida pudo recuperarse de su derrota y su división de 2004, y llegó a los procesos electorales de 2008 y 2012 con notable fortaleza, no pudo derrotar al PLD.

El Partido del Jacho, el PRD, sufrió luego un proceso de crisis interna por las luchas entre los grupos que se disputaban su dirección. Y ya conocemos la historia, la mayoría de los dirigentes nacionales de mayor influencia, de las viejas y nuevas generaciones, se marchó del partido blanco y fundó el Partido Revolucionario Moderno (PRM), en septiembre de 2014.

Desde su fundación, el PRM se convirtió en un fuerte atractivo para los dirigentes del PRD que no se sentían conformes con el presidente de su partido. En esos seis años fueron muchos los anuncios de renuncias al PRD y de adhesiones al PRM.

El PRM, con una amplia coalición de partidos y organizaciones ciudadanas, ganó las elecciones, hizo lo que muchos pensaban imposible: derrotar al PLD.

Los partidos tienen una responsabilidad con su país, con la ciudadanía que los puede votar o rechazar.

Ahora el gran reto de evitar nuevas divisiones y una disminución que lo saque de competencia corresponde al PLD.

No siempre los líderes de los partidos asumen la responsabilidad por los fracasos. Es más fácil echar manos del lugar común y culpar de los problemas del partido a "fuerzas externas", "determinados intereses" y a "los competidores políticos".

Si bien es cierto que un partido siempre celebrará que sus competidores se dividan y debiliten, no es menos que un partido no sufre divisiones y pierde fortaleza si sus propios dirigentes las evitaran.

Las cúpulas de los partidos se comportan como semidioses, no ceden espacio a las nuevas generaciones, no se retiran, se creen insustituibles. En fin, prefieren perturbar un natural proceso de cambio y relevo, antes que asumir nuevas tareas y permitir a la juventud ser protagonista de su propia época.

¿Correrá el PLD la misma suerte del PRSC y el PRD?