El llamado nuevo socialismo del siglo XXI se está hundiendo en Venezuela. ¡Qué ironía! Hugo Chávez nunca pensó que la persona que escogió para que fuera su sucesor ha echado por tierra sus sueños de una revolución social trajera bienestar, equidad y justicia al pueblo venezolano.

De no cambiar de rumbo, a la llamada Revolución Bolivariana le queda poco tiempo de vida. Sobre todo, luego de que la administración de Nicolás Maduro le diera la estocada final con la disposición de cierre arbitrario de la Asamblea Legislativa, mediante una sentencia del Tribunal Supremo de Justicia.

El chavismo, que se inició en el año 1999 ganando el primer proceso electoral, gobernó Venezuela asumiendo el populismo como bandera.

Mientras Chávez vivió siempre hubo una vinculación entre su liderazgo y la sociedad. Se podrá estar de acuerdo o no con la labor de gobierno que llevó a cabo Chávez, pero hay que reconocerle que para los asuntos más trascendentes siempre trató de consultar a su pueblo mediante la celebración de referendos.

Los procesos electorales validaron casi siempre las grandes decisiones, incluyendo la elección presidencial, la reforma de la Constitución, los cambios políticos esenciales y las elecciones a la Asamblea Legislativa y regionales.

Con una oposición activa, representada por los grupos conservadores y partidos tradicionales, el gobierno venezolano siempre mantuvo las puertas democráticas abiertas. Utilizaba los recursos públicos, es cierto, y manipulaba los resultados finales, también es cierto. Pero se mantuvo el “respeto a la decisión popular”. La oposición debía producir el cambio con los procesos democráticos y no con ninguna revuelta militar o golpe de Estado o mediante una rebelión de las masas.

No estamos apostando ni incitando a la aventura golpista militar o civil. Ese grave error ya se cometió en el fallido golpe de Estado de 2002 contra Hugo Chávez. No es necesario ni deseable porque la Constitución de Venezuela establece muy claramente la forma de consultar al pueblo para preguntarle si quiere en un momento dado continuar con su gobernante o perdirle que entregue el mandato para pasar a elegir nuevo gobierno

Tras la enfermedad y la muerte de Hugo Chávez, en marzo del 2013, la elección de su sustituto se realizó el 14 de abril. Antes de fallecer, Chávez señaló a Nicolás Maduro como la persona que debía ser candidata de su partido para el período 2013-2019. El fraude electoral dejó un tufo muy grande en Venezuela. De los casi 15 millones de votos emitidos, 7.5 millones fueron para Maduro y 7.2 millones para Henrique Capriles. Recientemente Maduro inhabilitó por 15 años para desempeñar cargos públicos a Capriles. Hay cientos de presos políticos, y el abuso de poder es la marca insignia del gobierno de Venezuela.

El autoritarismo de Maduro se impuso en todas las instituciones y la tragedia ha inundado Venezuela, convirtiendo ese país en un campo fértil para el oportunismo, la violencia, la vagancia en los sectores oficiales, el saqueo, la incapacidad y hasta la burla mundial por la ignorancia supina de las principales autoridades en cualquier ámbito de la política, la economía o la cultura.

Maduro se impuso, manejando los resortes del poder electoral, y ha gobernado el país sumiéndolo en la ruina. El país se desintegra. La gente huye de Venezuela hacia donde le es posible salir corriendo de aquel horror. El país rico en petróleo fue saqueado por ladrones y oportunistas, muchos se han enriquecido a costa de la miseria de los venezolanos. La gente en Venezuela carece de alimentos, de medicamentos y de servicios esenciales. En la madrugada del jueves 12 personas murieron por la embestida de los grupos paramilitares del gobierno. Se ha dicho que 8 de los muertos fallecieron al intentar entrar en una panadería, que estaba electrificada y los cables eléctricos fueron los causantes de la tragedia.

El gobierno de Venezuela anuló la Asamblea Legislativa. El parlamento fue electo el 6 de diciembre del 2015, en unas elecciones en que la Mesa de la Unidad Democrática alcanzó el 56% de los votos en las condiciones más adversas y con un árbitro electoral en su contra. El partido de gobierno obtuvo 55 escaños en la Asamblea Parlamentaria, frente a los 112 que consiguió la oposición. Esa es la razón por la que Maduro ha anulado todas las decisiones del parlamento. También prohibió las elecciones regionales, que debieron hacerse en noviembre del 2016.

Ese país está obligado a seguir en las calles, reclamando democracia y derecho a elegir a sus autoridades.

La original Carta de los Derechos Humanos consagra el derecho a la rebelión de los seres humanos cuando se ven sometidos a una situación de supresión de sus libertades.

No estamos apostando ni incitando a la aventura golpista militar o civil. Ese grave error ya se cometió en el fallido golpe de Estado de 2002 contra Hugo Chávez. No es necesario ni deseable porque la Constitución de Venezuela establece muy claramente la forma de consultar al pueblo para preguntarle si quiere en un momento dado continuar con su gobernante o perdirle que entregue el mandato para pasar a elegir nuevo gobierno. La oposición ha cumplido con creces las normas para ese proceso de referendo revocatorio, pero Maduro ha impedido que el proceso se lleve a cabo.

Venezuela, mientras se hunde el nuevo socialismo, se expone a un baño de sangre que todo el mundo lamentará. El gobierno ha lanzado 5 mil paramilitares más a la calle y está aplicando una acción de terror para que la gente desista de las protestas. Jóvenes, adultos, mujeres, ancianos, niños, familiares de militares, profesionales, clases medias, ricos, pobres, están en las calles resistiendo un gobierno irresponsable e insostenible. Incluso hasta la posibilidad de diálogo se cerró, porque las autoridades se burlaron de todos los sectores que entendieron esa posible una salida democrática. En Venezuela la salida democrática parece haberse cerrado. Y pareciera claro ya que la gente no volverá a sus casas hasta la salida de Nicolás Maduro.

Lo deseable es que este, aparentemente inminente, cambio de gobierno se produzca sin más derramamiento de sangre,  y que los venezolanos se reconcilien y logren estabilizar su país.