En lo que va de este año 2018 han sucedido varios acontecimientos y conflictos en los que han estado involucrados trabajadores haitianos, comunidades y ciudadanos dominicanos que están reflejando niveles preocupantes de intolerancia hacia la población de inmigrantes de ascendencia haitiana.
Podemos señalar tres hechos recientes que avalan la intolerancia de algunas comunidades dominicanas hacia inmigrantes haitianos y sus familias: 1.- El pasado domingo en la noche (24-3-2018) después de un choque entre dos motoristas, el uno dominicano y el otro inmigrante haitiano, en la comunidad Villa Nueva, municipio de Navarrete, provincia Santiago, en la que resultó muerto el comunitario Pedro Castillo, una turba enardecida reaccionó quemando 8 viviendas de la comunidad haitiana. 2.- En Sabana Yegua, Azua (30-1-2018), en una riña entre un dominicano y un haitiano, salió muerto de un disparo el ciudadano dominicano Bernardo Garabito, a manos de Yimón Alexander. Como consecuencia la comunidad le quemó la casa al agresor. 3.- En el municipio de Oviedo, provincia Pedernales (6-2-2018) , tras el asesinato de Domingo Feliz, por un inmigrante haitiano que huyó, gente de la comunidad quemaron las casas de varias familias haitianas, quienes en esta ocasión lograron encontrar refugio en el destacamento de la policía nacional y en el cuartel del Ejército nacional. Como podemos ver, en los tres casos las comunidades dominicanas han cometido la injusticia de responder ante un hecho conflictivo con un intento de desarraigar de la comunidad a las y los inmigrantes y sus familias, incendiándoles las casas.
En estos días ha aumentado el debate por las redes digitales, así como en los medios de comunicación social, sobre la supuesta “invasión haitiana”, lo que llevó al presidente Danilo Medina a anunciar el pasado 27 de febrero que sería reforzada la frontera con 900 guardias más, como si no fuera el mismo ejército, con sus prácticas corruptas y abusivas, una de las causas que agravan y generan el problema del tránsito ilegal de inmigrantes, del contrabando de armas, droga, licores, ropa, zapato, entre otros, por la frontera dominico-haitiana.
Otro debate se ha generado en las últimas semanas en torno al no cumplimiento del art. 135 del Código de Trabajo, por el que se les debería dar el 80% de los trabajos a los nacionales dominicanos y solo el 20% a trabajadores inmigrantes de otros países. Y el Ministro de trabajo, José Ramón Fadul, ha dicho recientemente que enviará una propuesta al Congreso Nacional para endurecer las sanciones a las empresas que violen lo establecido en el código laboral, en relación con esta temática.
El periodista J.B. Díaz ha reaccionado calificando como “cínica” la propuesta del ministro Fadul. Ha señalado el comunicador: “Hay tres razones fundamentales para estimar como cínica tal propuesta: 1.- todavía no se han aplicado las sanciones que él ministro Fadul considera como benignas; 2.- habría que comenzar a aplicar las sanciones al mismo gobierno que es el mayor empleador de inmigrantes indocumentados; 3.- hace tiempo que se hizo tarde para conseguir que las y los dominicanos integren siquiera el cincuenta por ciento de la mano de obra en la agropecuaria y en la industria de la construcción, dos de los mayores empleadores”.
Un nuevo debate ha surgido en esta semana en el país al saberse la noticia de que la empresaria Robin Bernstein, nominada por el presidente D. Trump para ser embajadora de Estados Unidos en el país, y en el contexto de la entrevista que le hizo la comisión del Senado estadounidense, que tendría que ratificar su designación, señaló explícitamente que una de las políticas que implementaría desde la embajada en Dominicana sería defender los derechos de los dominicanos de ascendencia haitiana, desnacionalizados por la fatídica sentencia 168-13 del Tribunal Constitucional. Ante esta noticia el canciller Vargas Maldonado reaccionó inmediatamente señalando que dicha declaración constituía una “injerencia imperdonable” en los asuntos nacionales.
Juan Lladó, en un reciente artículo ha invitado a buscar las raíces históricas del conflicto domínico haitiano y sobre todo de esa ideología racista, irracional, xenófoba que manifiestan sectores y grupos, a ambos lados de la frontera. Ha invitado el autor a reconocer los aportes de algunos líderes haitianos en el desarrollo histórico dominicano, sin que deje de reconocer que ha habido conflictos históricos que puedan estar influyendo en la animadversión que sostienen personas y sectores de ambos pueblos. Entre estos aspectos señala: 1. Fue Toussaint Louverture, líder de la guerra por la independencia haitiana quien abolió la esclavitud en la parte este de la isla, lo cual reconfirmó el presidente Boyer en 1822, cuando tomó el control de toda la isla para impedir que los franceses retomaran el poder y volvieran a imponer la esclavitud, como era su propósito. 2. En el preámbulo de la proclamación de la separación de la parte este del gobierno haitiano, J.P. Duarte y los trinitarios decidieron hacer una alianza táctica con los haitianos reformistas liderados por Charles Herard para contribuir a la derrota del presidente Boyer, en 1843, lo que abrió el camino para la separación de la parte este. 3.- En 1863 el presidente haitiano Geffrard suministró las armas para que los combatientes dominicanos protagonizaron el Grito de Grito Capotillo, inicio simbólico de la guerra de la Restauración, en donde participaron también soldados haitianos, junto con los dominicanos, para impedir que el imperio español re-estableciera la esclavitud en la isla.
Es necesario tener en cuenta que en la mayor parte de las comunidades fronterizas, así como en las comunidades bateyeras y rurales, en donde se da una adecuada interacción y convivencia solidarias entre la población, las comunidades de domínico-haitianos y las dominicanas de parecido origen étnico conviven por lo general armoniosamente, sin que esto signifique que no haya dificultades y conflictos interpersonales y grupales.
La acción fraternal y solidaria, tanto de la población como del gobierno dominicano, ante los acontecimientos y hechos relacionados con el terremoto que devastó el oeste de la isla en el año 2010, es la mejor muestra de la voluntad de ambos pueblos de hacerse solidarios cuando las situaciones lo requieran.
Con Juan Lladó podemos concluir diciendo que “lo reseñado nos compele a aspirar a que exista armonía entre los dos pueblos, dominicano y haitiano. Por suerte, el “matrimonio obligado” entre las partes demanda una prospectiva positiva. La inquina mutua debe ser reemplazada por conductas de hermandad y acercamiento y los gobiernos son los llamados a liderar el proceso”.