Ahora que la lucha contra la corrupción y la impunidad a todos los niveles está adquiriendo connotaciones nacionales, caribeñas, latinoamericanas y mundiales, es un tiempo oportuno para reflexionar sobre las tentaciones en las que caen aquellas personas humanas que se apropian de los bienes públicos y los recursos que otras personas necesitan para subsistir. Estas personas pierden su identidad humana y se despersonalizan, haciéndose esclavas del ansia desmedida de dinero y de poder.

En nuestro contexto isleño, caribeño y latinoamericano podemos darnos cuenta de cómo personas, grupos, colectivos y partidos políticos que se presentaban como personas y colectivos éticos y políticos, sucumbieron ante las tentaciones del poder y del dinero. En este sentido podemos encontrarnos con la realidad de personas que compartieron nuestros valores y nuestras prácticas ciudadanas y políticas, pero se dejaron tentar por los compradores de conciencia y de voluntades. Esto ha sucedido, también, con algunos partidos políticos en nuestro territorio isleño, en nuestra América Latina y el Mundo. Como ejemplos recientes, podemos señalar, lo que ha sucedido con el Partido de los Trabajadores en Brasil; con el movimiento Lavalás en Haití, o con el PRD y el PLD en territorio de República Dominicana, entre otros.

El psicólogo suizo Carl Jung (1875-1961), planteó acertadamente que las personas en su proceso de crecimiento y desarrollo personal pueden pasar por cuatro etapas vitales: 1. Hércules o el Atleta, en la que la preocupación principal de la persona está centrada en su cuerpo, en su propia imagen y apariencia. 2.- Apolo o el Guerrero: Durante esta etapa la principal preocupación es salir y conquistar el mundo, adquirir riquezas y poder, comportarse como guerreros que luchan para conseguir el botín, a cualquier riesgo o precio. 3.- Servidor o la Declaración: En esta etapa la persona está preocupada por la manera de empezar a dar. El dinero, el poder, las posesiones, etc., seguirán apareciendo en el interés de la persona pero ya no les otorgará el mismo valor que antes, pues ya no estará apegada a esas cosas, porque se encontrará en otra etapa de su vida. Estará buscando maneras de dejar de pensar sólo en sí misma, en empezar a centrarse en vivir una vida de entrega y de servicio solidario. 4.- Hermes o el escenario del Espíritu: En esta etapa la persona se da cuenta de es más que su cuerpo, más que sus posesiones, más que sus amigos y amigas, su país y así sucesivamente. Ahora es capaz de salir de su propia mente y entender lo que realmente es y vale; para ver las cosas como son. La persona, entonces se convierte en constructora de vidas dignas y liberadas.

En el primer cuatrimestre de cada año las personas que pertenecen a la tradición cristiano/católica tienen un tiempo de 40 días llamado “Cuaresma”, un tiempo de reflexión y de revisión de la propia vida a partir de los valores y la propuesta de vida digna presentada por Jesús. Durante ese tiempo se leen y reflexionan algunos textos bíblicos inspiradores.

Uno de los textos bíblicos significativos que se analiza en las comunidades cristianas durante el tiempo de Cuaresma es el de las tentaciones de Jesús (Lc 4,1-13). Dicho texto señala que el Jesús histórico se dejó guiar por el Espíritu divino al desierto y allí fue tentado por el Diablo, quien representa el Espíritu maligno. En primer lugar utilizó, como estrategia de convencimiento, dirigirse a él con la expresión “Hijo de Dios”, que en la antigüedad era sinónimo de monarca o rey. ¿Qué propuestas le hizo el Diablo? 1. Convertir las piedras en pan (potestad para comer sin tener que trabajar). 2.- Obtener poder para gobernar los pueblos, así como riquezas sin límites, a cambio de arrodillarse ante el Diablo. 3. Tirarse desde la parte más alta del templo de Jerusalén, para ser protegido por los ángeles (hacerse famoso mediante un acto de magia). Ante las tres propuestas o tentaciones, Jesús se mostró firme y las rechazó todas. Y el texto concluye: “Habiendo agotado todas las formas de tentación, el diablo se alejó de él, para volver en el momento oportuno” (Lc 4,13).

La lucha contra la corrupción y la impunidad exige de personas y colectivos con capacidad para resistir ante las tentaciones que les ponen y les imponen continuamente quienes tienen poder y dinero, quienes son corruptos y corruptores, a través de diversas estrategias mediáticas. Solo personas y colectivos fortalecidos interiormente tienen capacidad de resistir a las tentaciones, como lo hizo Jesús; solo las personas que son capaces de sobrepasar la etapa narcisista de la vida, de mirarse a sí mismo, y se resisten ante las tentaciones del poder y del dinero, pueden pasar a la etapa del servicio, de la solidaridad y la donación; están en la capacidad de aportar a la construcción de una lucha colectiva contra la corrupción y la impunidad. Están en posibilidad de acompañar movimientos sociales como la Marcha Verde, o el movimiento de los diversos grupos de personas indignadas que buscan la felicidad y el bienestar colectivos.

En definitiva la resistencia activa es una condición fundamental para vivir con dignidad, para vivir, tal como señaló C. Jung y el texto bíblico de Lc 4,1-13, en la etapa del Espíritu, donde ya uno no se deja llevar por los impulsos del poder y del dinero, sino por los vientos del Espíritu de libertad, de la verdad, de la cultura de la paz y la justicia.