La República Dominicana está viviendo un momento sumamente interesante. La importancia de este tiempo radica, de una parte, en que en la sociedad se ha agudizado la capacidad crítica de las personas. De otra parte, afiliados de los partidos políticos también van dando pasos para poner en ejecución la capacidad de autocrítica y de evaluación de la dirigencia política de la nación y de las organizaciones políticas a las que pertenecen. Es significativo que vayan tomando distancia de los líderes para clarificar situaciones que no contribuyen al desarrollo de los partidos ni permiten la instauración de otra cultura política en el país, al convertir a la membresía del partido en personas dependientes del liderazgo y con poco desarrollo personal para tomar decisiones y enfrentar los problemas.

En este marco, hemos de celebrar la atención que está concitando la elección de los miembros de la Junta Central Electoral, JCE. Esta entidad tiene un peso grande en el desarrollo ciudadano y político del país; por lo cual nadie puede ser indiferente a su constitución. Todos los ciudadanos hemos de estar atentos para que ahora, de una vez por todas, se conforme una Junta Central Electoral que funcione cabalmente.

Asimismo, importa que todos los miembros que la constituyen actualmente queden fuera, para iniciar un trabajo con la probidad y la efectividad que se requiere. Los miembros actuales no son necesarios; sus formas de funcionar provocaron situaciones traumáticas que no conviene recordar ni reproducir. Las políticas y procedimientos que funcionaron bien han de ser sostenidos y cualificados. Esto se puede hacer siguiendo fielmente las orientaciones de la Ley que rige a la Junta Central Electoral, poniendo en vigencia las directrices de la Constitución de la República y dándole seguimiento sistemático a la evolución de la sociedad dominicana. Soy de los que piensan que la sustitución de todos los miembros no tiene que provocar ningún contratiempo. En nuestro país lo que falta es que se apliquen y respeten las leyes que tenemos. Cuando aprendamos a funcionar en el marco que indican las leyes, habrá menos dependencia de figuras determinadas. Es tiempo de abrirle paso a la civilización; y de dejar atrás prácticas obsoletas que convierten la nación en una idea vacía y en un espacio para que rija la obsolescencia. La conformación de una JCE transparente y responsable de cada acto no puede ser solo un deseo; tiene que ser una realidad para que la República Dominicana salga de la oscuridad política y fortalezca la institucionalidad. Si no avanzamos en los procesos de institucionalización de las entidades, especialmente de aquellas que inciden directamente en el desarrollo democrático y en la madurez política de la ciudadanía, seguiremos retrasando el avance y el desarrollo de los ciudadanos y del país.

Los miembros de la JCE han de ser independientes de corrientes partidarias. Han de ser ciudadanos con una integridad alta; y, sobre todo, han de ser personas de una formación consistente que los aleje de una pueril influencia de los distintos poderes que interactúan en el país. Se han de superar lazos distorsionadores con el poder político, económico y religioso. La JCE no se constituye para complacer a ninguno de los poderes antes señalados; por ello sus miembros han de ser personas conocedoras a fondo de las leyes y de los avances que en materia electoral se están produciendo en el mundo. Los miembros actuales que desean continuar deben autoevaluarse y constatar qué hicieron para que el proceso eleccionario de febrero de 2020 se convirtiera en una experiencia traumática para los dominicanos y para el continente. Estos miembros han de fortalecer su capacidad de autocrítica; han de analizar su comportamiento para que la entidad que representan haya desempeñado una función tan precaria. Llegó la hora de abrirles paso a personas comprometidas con la cualificación del desarrollo político e institucional del país. No podemos utilizar la lógica ni el estilo del cangrejo, aunque respetamos la dinámica que le es propia a este animal. Pero su manera de funcionar no puede ser la nuestra. Los lazos distorsionadores están a la vuelta de la esquina, porque los intereses que se mueven en torno a la JCE no son pocos ni son pequeños.

La JCE que se constituya no puede estar atada por nada ni por nadie. Ha de ser una entidad autónoma, sólo con el gobierno de las leyes dominicanas; con la mirada sistemática a las necesidades del país vinculadas al desarrollo político y democrático; y con la atención a los avances mundiales en materia electoral.