Los presidentes de República Dominicana, Panamá y Costa Rica han dado un paso en firme al producir un compromiso, al margen de los organismos multilaterales regionales, en ley que reclaman especial atención de las Naciones Unidas y de los Estados Unidos para atender asuntos vinculados con la operatividad democrática y la mejoría del progreso y el desarrollo de la región latinoamericana y centroamericana.
Luis Abinader, de República Dominicana, Laurentino Cortizo, de Panamá, y Carlos Alvarado, de Costa Rica han tomado una iniciativa valiosa y valiente, al margen de la Organización de Estados Americanos y las Naciones Unidas. En la Asamblea General de Naciones Unidas, en septiembre, dieron el primer paso y firmaron un anterior documento, en que plantearon preocupaciones comunes sobre la seguridad en la región. Su tercera reunión ocurrirá el 10 de diciembre próximo en la República Dominicana, para dar continuidad al esfuerzo en procura de atender asuntos democráticos, migratorios, de salud, esenciales para el conjunto de países.
Los tres presidentes buscan “promover el desarrollo sostenible, verde, resiliente e inclusivo de nuestros países, sobre la base de nuestro compromiso con el Estado de Derecho, la democracia y el respeto y promoción de los derechos humanos y la libertad de expresión, los cuales continuaremos defendiendo”.
En primer lugar plantean los flujos migratorios como uno de los temas principales a entendimiento y solución, por parte de los países, y como un asunto de desarrollo común, pero llaman la atención a los Estados Unidos como receptor de una gran cantidad de migrantes centroamericanos y caribeños. “Hacemos un llamado especial a los Estados Unidos de América, uno de los principales países de destino de la mayoría de los flujos migratorios que atraviesan nuestros territorios, a aunar esfuerzos en la solución conjunta de respuestas concretas a este fenómeno”. Habría que esperar que Estados Unidos cambie su política y entienda que América Latina ya demanda una relación diferente con esa gran nación del norte.
La segunda preocupación es Haití, como un país en franca descomposición e ingobernabilidad, para que los demás países y las fuerzas políticas haitianas asuman roles responsables en los siguientes puntos:
a) Desarme y pacificación de la población y el fortalecimiento de la seguridad, como preámbulo para la celebración de elecciones libres y transparentes, en pro del bienestar de su pueblo.
b) Un plan integral para el desarrollo y construcción de infraestructura pública que genere empleo masivo y mejore la calidad de vida de la población haitiana.
c) Financiamiento de un programa comunitario para recuperar las cuencas, reforestar y restaurar los ecosistemas, entre otros. Este programa contribuirá a la creación de empleos.
d) Instamos asimismo, a la comunidad intencional a presentar, con el apoyo de organismos internacionales, tales como la CEPAL y el PNUD, un plan de desarrollo integral sostenible para Haití.
La tercera preocupación es el deterioro democrático y electoral en Nicaragua, donde no hay legitimidad para el proceso electoral de noviembre próximo, en donde se demanda la puesta en libertad de los presos políticos y las garantías y transparencia para que haya presencia de la oposición en las elecciones.
Luego expresan la necesidad de fortalecer el Sistema de la Integración Centroamericana (SICA), hacer esfuerzos comunes frente a desafíos como el Covid y las secuelas que de él se derivan, siempre a tono con los procesos democráticos de la región.
La cooperación es la base del futuro de nuestros países, y en ese sentido Panamá, Costa Rica y República Dominicana tienen propuestas novedosas, que se presentan a los demás países de la región y del mundo, incluyendo temas como la biodiversidad, el cambio climático, el desarrollo sostenible, entre otras cuestiones, como los derechos humanos, que son fundamentales para nuestros países.
Esos encuentros multilaterales, al margen de un cerco normativo y burocrático, son positivos y deben reflejar una experiencia nueva en el entendimiento de los países centroamericanos y caribeños. Estados Unidos y los organismos involucrados por estos tres presidentes no pueden guardar silencio ante los llamados que se han hecho.
Y particularmente los puntos abordados sobre Haití son fundamentales para que ayudemos a nuestros hermanos haitianos a encontrar los caminos del entendimiento y el desarrollo. Los haitianos emigran y donde quiera están haciendo huecos para tratar de encontrar solución a sus vidas, que no las tienen en su propia tierra.
Este esfuerzo debe recibir apoyo de los demás países democráticos de la región. Esperemos que sí, y que las ideas aquí presentadas sirvan como antorchas para solucionar -iluminando la oscuridad- los problemas democráticos claramente identificados en Nicaragua y Haití.