La agresión y la violencia entre estudiantes constituyen un problema de salud en la sociedad y en la comunidad escolar que las padecen. Estas prácticas, que empiezan a constituirse en hechos cotidianos, conocidos y, en cierto modo, avalados por adultos y los propios estudiantes, entran en total contradicción con aquello que se espera sea la escuela: un espacio de formación ética, moral, emocional y cognitiva de ciudadanos y ciudadanas.
Durante el año escolar 2016-2017 ocurrieron episodios violentos entre alumnos en algunas escuelas, que se hicieron virales en las redes sociales. Estos han despertado preocupación no solo en las comunidades educativas afectadas, sino también en la población general que ha visto con asombro como “docentes” propiciaban las peleas, como si se tratase de gallos sueltos en el aula.
Con asombro, también, hay que ver la exhortación del ministro de Educación, Andrés Navarro, a las comunidades educativas invitándolas a que “no permitan que se difunda una imagen de que la escuela es un espacio de peligro para nuestros niños, niñas, adolescentes y jóvenes que buscan su desarrollo humano a través de ese puente vital que es la educación”. La misma se produjo en San Pedro de Macorís, en su encuentro con representantes de las Asociaciones de Padres, Madres y Amigos de la Escuela de la Región Este, según publicó Acento.com el 22 de mayo pasado.
Esta exhortación asombra, porque se puede interpretar que al ministro de Educación lo que le preocupa es que los episodios de violencia en las escuelas públicas se conozcan al difundirlos, no que ocurran, y nadie creería que él piensa así. Pero, si no se visibilizan la sociedad creería que en RD no existe violencia física y mal trato escolar, lo cual es incierto. Además, ¿quién garantizaría que otros actos de violencia sucedan en algunas escuelas y no sean difundidos?, nadie. Y tampoco habría que avergonzarse de su ocurrencia, pues ahora son inocultables, con el uso de teléfonos celulares y las redes sociales.
La violencia en la escuela es un problema no solo escolar, sino social y requiere acciones concretas de parte de todas las autoridades. Y es necesario desarrollar programas específicos que ayuden a resolver la creciente problemática de violencia estudiantil, fenómeno que incide negativamente en los aprendizajes y condiciona la vida de todos los que forman parte de la escuela.
Bullyng es el término anglosajón que hace referencia a las manifestaciones de violencia escolar. En los países de habla hispana se denomina maltrato o violencia entre iguales. En cualquier denominación, centra su atención en situaciones de violencia interpersonal. Se manifiesta cuando un alumno es agredido o es víctima de uno o más compañeros durante un tiempo considerable y frecuente. Pero, la violencia escolar es amplia y abarca otras situaciones que no son bullyng o maltrato entre iguales, como son los hechos vandálicos, indisciplina, rechazo a ciertos contenidos académicos o a la permanencia en el centro, y otros. La violencia no es interpersonal (Ortega y cols., 2001).
La situación no es simple. La violencia y el maltrato entre pares no son un hecho aislado o propio de ciertas escuelas o países. Es un fenómeno mundial que se asocia a diversos factores, tanto de los estudiantes, como de su familia, de su entorno escolar y social.
A partir de los datos del Segundo Estudio Regional Explicativo y Comparativo de LLECE/UNESCO, cuyo objetivo era describir qué y cuánto aprenden los estudiantes latinoamericanos de 3º y 6º grados de primaria en matemática y lectura, Marcela Román y F. Javier Murillo realizaron el estudio América Latina: violencia entre estudiantes y desempeño escolar1. Para ello, utilizaron la información sobre actos de robo y situaciones de violencia física y verbal que involucraban directa o indirectamente a los estudiantes de sexto grado de 16 países latinoamericanos. El estudio estima y analiza la magnitud que alcanza la violencia entre iguales en estas escuelas de la región.
El análisis muestra que el 51,1% de los estudiantes de 6º grado de educación primaria de la región sufrió robos, insultos, amenazas o golpes por sus compañeros, durante el mes anterior a la recogida de los datos. RD está entre los cinco países donde el problema es más agudo. Los % son:
Robados (39-46); Insultados o amenazados (26-29); Maltratados físicamente (17-22); Algún episodio de violencia (49-60). El primero es el promedio de los países y el segundo es el dominicano. Estos episodios violentos no se divulgaron en las redes sociales; son los propios estudiantes dominicanos quienes los reconocen.
Según la investigación, los estudiantes que sufrieron violencia de sus iguales alcanzaron un desempeño en lectura y matemática significativamente inferior al de quienes no la experimentaron. En aulas con mayores episodios de violencia física o verbal los educandos muestran peores desempeños que en aulas con menor violencia. Los estudiantes dominicanos de 6o grado obtuvieron las peores puntuaciones.
El estudio termina expresando: “La formación en escuelas y sistemas donde la violencia y el maltrato pasan a ser la norma no podrá fortalecer la tolerancia, la cooperación, la solidaridad u otros principios y valores que constituyen pilares fundamentales para sociedades más justas, democráticas e inclusivas”.
Ante esta pura y dura realidad, el ministro de Educación tiene la responsabilidad de enfrentar este flagelo. Para ello cuenta con la Dirección de Orientación y Psicología y otras dependencias ministeriales y de la sociedad con capacidad para diseñar programas efectivos para contrarrestar la violencia escolar. Otros países lo han hecho con éxito.