Nicolás de Jesús López, oriundo de Barranca, comunidad campesina de La Vega, ha sido un personaje influyente en la realidad nacional de las últimas 4 décadas. En su condición de cura y obispo de la Iglesia Romano-Católica en La Vega, en San Francisco y en Santo Domingo, ha ejercido una función pública y religiosa cuyas características y perspectivas pueden abordarse desde diferentes puntos de vista. No obstante, su influencia religiosa y política ha ido más allá del territorio nacional, pues ha sido presidente del Consejo Episcopal latinoamericano (CELAM) y en su condición de Cardenal, ha colaborado en varios departamentos vaticanos relacionados con diferentes áreas de coordinación y animación pastoral.
La formación eclesiástica básica de Nicolás López se realizó en el contexto de la educación teológica tradicional en el período anterior al Concilio Vaticano II (1962-1965). Además de estudiar en el país, hizo estudios de teología y sociología en academias de Roma.
Su mentor, el obispo Juan A. Flores, lo promovió ante el Vaticano durante el reinado de Giovanni Montini (Papa Pablo VI), para ser elegido como primer obispo de la diócesis de San Francisco de Macorís (1978), asignándole una parte del territorio que hasta entonces pertenecía a la diócesis o provincia eclesiástica de La Vega. Tres años después, siendo Flores el presidente de la Conferencia Episcopal, lo promueve para ser arzobispo de Santo Domingo (1981). Esa fue una elección inesperada, dado que Nicolás López era entonces el más joven de los obispos, y, además, porque ya estaba en Santo Domingo, como obispo auxiliar, Príamo Tejeda, de quien se esperaba que sustituyera al obispo renunciante, Octavio Beras, en el puesto de arzobispo de Santo Domingo.
Nicolás López Rodríguez es nombrado arzobispo de Santo Domingo al inicio de la larga administración de Wotjtyla-Ratzinger (1978-2013). Tenía el perfil que demandaba la administración de Karol Wojtyla (Juan Pablo II, 1978-2005), para ser obispo-funcionario de dicha monarquía: era joven, con formación teológica y sociológica con un enfoque cercano a los sectores más conservadores del catolicismo mundial; con capacidad de jugar un papel importante en el proceso político y económico, de fortalecer el posicionamiento de la Iglesia Católica como una institución con poder ideológico, económico y político reconocidos.
La administración de Nicolás López al frente del arzobispado de Santo Domingo ha tenido fortalezas y debilidades. Se le conoce como una persona apasionada, decidida y comprometida con lo cree. Es de destacar su carácter primario, autoritario, y se puede afirmar que en el desarrollo de su ministerio ha estado más cercano a los poderes partidarios, económicos y militares y a su estilo de vida, que a la gente sencilla de las comunidades y parroquias. Es conocida su alianza ideológica con los sectores más conservadores del “neo-nacionalismo” dominicano; su verbo descontrolado que en ocasiones llega a lo ofensivo; su decidido apoyo a la sentencia 168-13 que desnacionalizó a más de 200,000 dominicanos y su intransigencia ideológica para aceptar el proyecto de ley que despenalizaba el aborto en algunas circunstancias, así como la dificultad para aceptar las diferencias de opiniones y de opción sexual. A todo esto habría que añadir su persecución ideológica y su desaprobación a los sectores eclesiásticos más comprometidos con los derechos y las causas de los más débiles y empobrecidos de la sociedad dominicana.
En el contexto de la actual administración vaticana presidida por Jorge Mario Bergoglio (Papa Francisco, 2013) ha sido definido un perfil específico para los obispos. En un encuentro que tuvo Francisco con el comité de coordinación del CELAM, en Rio de Janeiro, Brasil, 28 de julio de 2013, decía a los obispos:
“El Obispo debe conducir, que no es lo mismo que mandonear. (…). Los Obispos han de ser Pastores, cercanos a la gente, padres y hermanos, con mucha mansedumbre; pacientes y misericordiosos. Hombres que amen la pobreza, sea la pobreza interior como libertad ante el Señor, sea la pobreza exterior como simplicidad y austeridad de vida. Hombres que no tengan “psicología de príncipes”. Hombres que no sean ambiciosos… Hombres capaces de estar velando sobre el rebaño que les ha sido confiado y cuidando todo aquello que lo mantiene unido (…). Y el sitio del Obispo para estar con su pueblo es triple: O delante para indicar el camino, o en medio para mantenerlo unido y neutralizar los desbandes, o detrás para evitar que alguno se quede rezagado, pero también, y fundamentalmente, porque el rebaño mismo también tiene su olfato para encontrar nuevos caminos”.
El nuevo arzobispo de Santo Domingo, Francisco Ozoria, corresponde al perfil definido por el Papa Francisco. Por eso fue elegido; aunque su elección causó sorpresa en sectores eclesiásticos y sociales. Incluso se comentó en algunos ambientes que El Vaticano rechazó la primera terna de elegibles que fue enviada por el episcopado dominicano a Roma. Por eso fue necesario enviar una segunda.
Francisco Ozoria es conocido por ser una persona sencilla, cercana a la gente y que realiza su trabajo con constancia, dedicación, y compromiso, sin buscar publicidad. De origen campesino cibaeño, tiene capacidad de escucha y de asumir causas sociales como la defensa de los derechos de las y los débiles como lo hizo con su oposición decidida a la sentencia 168-13 del Tribunal Constitucional, que desnacionalizó a una cantidad considerable de dominicanas y dominicanos de origen haitiano.
En conclusión podemos señalar que el cambio de mando en el arzobispado de Santo Domingo se convierte en una buena oportunidad para que los sectores más conscientes de la población dominicana demanden unos líderes eclesiásticos, católicos y protestantes, más comprometidos con las mejores causas de la justicia y la democratización ética y política de la sociedad y sean capaces de realizar una alianza estratégica con los sectores que luchan por una Vida Digna, para todos y todas.