(Ilustraciones del Dr. Odalís G. Pérez Nina)
Somos sujetos en tránsito permanente. Sujetos en movimiento. Somos seres que andamos de pasos por esta vida, entre la única incuestionable certidumbre de nuestra existencia: La muerte.
Somos caminantes sin pausas…
hacia distintos senderos.
Nada, ni nadie nos libra de este viaje en la vida… hacia la muerte.
Estamos inducidos, por naturaleza, a preparar esta aventura vital. Todos lo sabemos, pero nadie quiere asumirlo como una realidad insustituible. Algunos, fálsamente, entienden que ellos no harán ese viaje y creen que nacieron para no realizar ese peregrinaje existencial hacia la muerte.
La muerte: El viaje que debemos agendar, con una mochila sobre nuestra espalda.
Esa es la única realidad impostergable: La muerte…como tránsito…sin tregua. Es por eso que debemos tener una mochila liviana…ligera…para facilitar el viaje.
Yo sé que en esta época de navidad este es un discurso chocante, descontextualizado, pero pasan hechos que te obligan a reflexionar y convertirte en la voz disidente y procurar verte en "la mirada del otro", cuando un ser querido emprende su viaje…sin decirte adiós…llevándose parte de ti.
Alguien te dice y te narra el desgarramiento, pero la agonía, el estertor espiritual, la angustia de ausencia y el vacío de la memoria, sólo y únicamente tú, lo puedes sentir, más aún, cuando ya no te queda otra caricia maternal, para acompañar tu soledad.
Ya hacia tiempo que andaba con una mochila liviana…ligera…pero, a partir de ahora, soy el caminante…a quien el camino edifica y fortalece, al andar.
Yo soy un caminante…sin tregua. Soy un poeta cimarrón que anda con su mochila liviana…ligera…sobre la espalda, para facilitar el viaje.
En este caminar, me percato de ir dejando huellas, sin pisar a los demás caminantes. Ya lo he dicho, llevo en mi mochila ramilletes de primaveras y múltiples universos de utopías. Sueños convertidos en madrigueras de esperanza.
En cada luto que nos llega, hay una angustia que nos lacera el alma y eso obliga a reinventarse, para no acelerar el viaje y revisar la mochila sin prisas, dejando en ella la simpleza de nuestro vivir, como relicario del tránsito de nuestro existir.
A pesar de la penumbra, hay que continuar…y seguir avanzando…dándole sentido a nuestro viaje, siempre con la mochila liviana…ligera, para que el peregrinaje sea más confortable.