“¿Dónde han ido a parar las músicas de Haití? ¿Por qué no suenan las canciones de Ti Coca o Zobop en las ondas?”, se preguntaron la filósofa Sarah Ardite, curadora y editora del proyecto Músicas sospechosas , y la documentalista Anabel de la Paz.

A partir de esa pregunta, Ardite y de la Paz crearon el fanzine N’écoutez pas la musique des noirs: desarchivando los sonidos de Haití” en el que citan artistas fundamentales para comprender la música haitiana de los siglos XX y XXI.

Las autoras analizan la música haitiana, sus letras y su sonoridad en el contexto de su herencia africana, y de una historia arraigada en el Caribe, marcada por la colonización y sus consecuencias.

“La dinámica político-económica de los últimos cinco siglos en la isla de Quisqueya ha sido de invasiones, sanciones, bloqueos, embargos, represión, y otros actos de poder desmedido. Gobiernos corruptos, masacres y torturas. Si a esto le sumamos el fracaso de la cooperación internacional, la ocupación por parte de demasiadas iglesias y ONG, pero sobre todo el rol protagonista de los Estados Unidos y Francia en la destrucción de Haití (lo que N. Chomsky llama a man’s made catastrophe), el resultado es la experiencia humana como travesía entre la violencia constante y la resistencia”, explican Ardite y de la Paz.

Pero, no es una música atrapada en el tiempo. Como ocurrió en el resto del Caribe, las influencias del jazz, del rock y de los avances de la electrónica se notan en los grandes intérpretes haitianos de las décadas de 1970 y 1980.

“Las músicas de raíces haitianas abrazaron la llegada de los sintetizadores y las guitarras eléctricas, marcando una época prodigiosa en lo que a producción musical se refiere entre los años 50 y 80. Durante este tiempo, los ritmos Konpa, Kadans y Méringue resonaron con fuerza y alegría, conquistando corazones haitianos y más allá, vendiendo miles de vinilos, cautivando audiencias alrededor del mundo, y llenando los salones de baile”, se cuenta en el fanzine.

Pero, por qué estás músicas han sido ignoradas en parte importante de Europa y de América. ¿Hay otras razones, además de la barrera lingüística, que influya en la marginación de los ritmos haitianos entre el gran público a pesar de su influencia en otros creadores caribeños?

Las autoras responden: “Las músicas de Haití se han considerado sospechosas y despreciables para los imperios de turno desde su revolución violenta de esclavos. Es por eso que hoy en día escuchamos poco o nada de ellas en las ondas. Sin embargo, hay que entender estas músicas como parte constitutiva de la música moderna occidental, con una influencia que se extiende más allá de sus fronteras. La conexión con Martinica y Guadalupe para la invención del Zouk y la inspiración en su guitarra eléctrica por parte de artistas como Juan Luis Guerra, es innegable”.

Las plataformas de streaming son una ventaja para conocer las músicas haitianas si se tiene interés en escucharlas, como ocurre con otros ritmos del mundo. Pero, según las autoras del fanzine, el algoritmo no facilita mucho su divulgación, al menos no en la mayor parte de Europa y de América.

“Las plataformas de streaming y la inteligencia artificial rara vez sugieren música haitiana y si lo hacen, nunca la vinculan con otros ritmos del Caribe, las Antillas o el continente americano, pues hasta los algoritmos reconocen que Haití está intrínsecamente ligada musicalmente a África, donde por cierto Haití no ha dejado nunca de sonar”.

Sugerencias para escuchar a los vecinos

¿Y en la República Dominicana, Haití suena? Si resides en el país, ¿cuál es tu experiencia?

Y no respondas que te encanta Félix Cumbé (Puerto Príncipe, 1964 – Santo Domingo, 2025). Cumbé es parte de la memoria sonora y “bailadora” de generaciones de dominicanos y dominicanas porque es nuestro.

Su picardía, su alegría, su ritmo al bailar, son parte de la historia de la música popular dominicana. Su español, inmortalizado en sus interpretaciones, tiene nuestro acento, junto con las marcas del creole, su lengua materna. Lo conocemos porque es, a fin de cuentas, un dominicano más que nació en otra tierra. Nos conmovió su muerte como la de otros artistas nacionales. Él tuvo dos patrias y su carrera musical es principalmente dominicana, y fue en los dos ritmos nacionales por excelencia, el merengue y la bachata, donde dejó su impronta.

La pregunta es, ¿cuáles cantantes haitianos (con carreras forjadas en Haití o entre su diáspora, con sus lenguas, sus ritmos y sus historias) conoces y cuáles te gustan?

La música, sobre todo la de los otros países del Caribe, nos puede unir más allá de las palabras. Si la escuchamos con el corazón y con los pies, encontraremos las raíces comunes de nuestra historia, tristeza y alegría compartidas.

Así que no digas que no tienes cantante haitiano favorito porque no hablas creole ni francés. Muchos dominicanos teníamos cantantes estadounidense favoritos antes de hablar y comprender inglés. Quizás descubrir o redescubrir la música de los vecinos es una forma de resistencia o de goce, o ambas cosas a la vez.

Aquí algunas sugerencias para empezar:

¿Te gusta la trova o la música de protesta como la que fue popular en entre 1960 y 1980? Escucha a Manno Charlemagne  (1948-2017).

¿Quieres mover la cadera y los pies? Como dominicana o dominicano que creció escuchando y bailando merengue, te resultará fácil seguirle el paso a los konpas de Nemours Jean-Baptiste (1918-1985)

Y si buscas algo más contemporáneo, podrías escuchar a Melissa Laveaux, hija de la diáspora haitiana en Canadá.

 ***

*Canoa Púrpura, es la columna del proyecto periodístico de Colectiva Púrpura y de su podcast Libertarias, que se transmite por La República Radio.

Riamny Méndez Féliz

Periodista

Periodista e investigadora. Coordina Libertarias, el segmento sobre mujeres, feminismos, derechos y nuevas masculinidades de La República Radio.

Ver más