¿Por qué son indispensables hoy las humanidades? Porque la vida posmoderna se vislumbra en cadenas de acciones contradictorias. El hombre ha creado las leyes, a veces con base en principios universales, pero las incumple para luego sufrir las trágicas consecuencias de su propio sinsentido. Como corolario, nunca antes se había visto tan amenazado por sí mismo y en sí mismo. Ha conquistado el espacio para hallarse inmerso dentro de una construcción social de la realidad cada vez más voluble e insegura. La superestructura de antaño se resquebraja. El hombre posmoderno adolece de los recursos cognitivos necesarios para comprenderse, para comprender y transformar su propio mundo.
La familia ya no es ese aparato ideológico ideal. El discurso adoctrinador ha conmutado en el contenido exterior y superfluo que se sirve a través de la música urbana y de TikTok que reproducen la marginalidad ignominiosa y degradante, cual artificio de los excluidos sociales. Los grupos de aceras, las poesías coreadas, las dramatizaciones y los cuentacuentos, etc. han sido conjugados en un pretérito perfecto simple. Como producto de esta desintegración, han surgido grupos ideológicos reclamando a otras instancias de poder el cumplimiento de la función que ellos mismos debieron cumplir por ser cabezas y miembros de sus respectivas familias.
La escuela, como segundo y principal aparato ideológico, constituye otro sinsentido. Promueve a niños que no saben leer ni escribir. Y castiga a los más hábiles sometiéndolos a un método global que bloquea sus posibilidades de aprender, negándoles así el desarrollo lógico de la decodificación fonético/silábica. Luego el sistema pretende obtener bachilleres y universitarios alfabetizados funcionalmente.
los estados posmodernos han ido soslayando las humanidades, olvidando que su relación dialéctica con las ciencias pedagógicas es un maridaje indisociable y necesario para la supervivencia de la especie civilizada
Quiere profesores que lean, pero sus ventanas emergentes cerraron sin adquirir las bases conceptuales para decodificar el universo codificado. No obstante, pocas veces invierte en libros, en bibliotecas, en bibliotecólogos y en salas de lecturas para profesores y alumnos. En su discurso existe la tecnología de última generación; sin embargo, un alto porcentaje de sus profesores y estudiantes no tienen acceso al ciberespacio: los paqueticos de Internet no mueven una web.
Las academias en todo el mundo buscan el ranking, pero no invierten en investigación. Quieren y gradúan doctores, pero un alto porcentaje de los egresados no investiga. La nostalgia por el docentismo los deprime; mientras los estudiantes universitarios buscan graduarse sin libros y sin bibliotecas personales. Queremos un estado de personas cultas, pero mundialmente el presupuesto más bajo corresponde a ese ministerio. Los clubes culturales se han reducido a la mínima expresión en la mayoría de las provincias y municipios.
El Estado crea las leyes y las promulga, pero en algunos casos es el primero en incumplirlas. Quiere países libre de violencia y delincuencia, pero numerosos gobiernos no condenan la corrupción de sus funcionarios. Quiere regenerar a sus condenados, pero las cárceles en la América Hispánica, y en otras áreas del mundo, siguen siendo fábricas de criminales.
La iglesia dice tener el camino de la vida eterna, pero vox pópuli afirma que algunos de sus líderes y feligreses viven una doble moral, sin comprender que el mejor modo de vivir debería estar libre del resentimiento, del odio, de la envidia, del rencor, de la insensatez, de la prepotencia, de la arrogancia… En cambio, el camino del bien social debería estar colmado por la humildad, la modestia, la empatía, la indulgencia, la generosidad, la honradez, la honestidad, la integridad, la compasión, la solidaridad, el voluntariado, el perdón, la responsabilidad, el respeto, la sinceridad, la transparencia, la sensibilidad; y otros valores que la escuela posmoderna ha eliminado de sus diseños curriculares oficiales, debido a que ha logrado reemplazar la función forjadora de ciudadanos democráticos y pensantes, por entes frívolos, meros reproductores del sistema consumista.
La historia de la humanidad muestra un avatar sistemático y progresivo de sinsentidos. Un ser humano sano, tranquilo, ciudadano ejemplar muere a destiempo tras el embate de un imprudente accidente de tránsito que no provocó. Otros mueren a consecuencia de enfermedades, cuyas soluciones estuvieron vetadas por las limitaciones económicas que les acarrea su propio Estado. Los gobiernos dicen trabajar por la gente y para la gente. Pero permiten que empresas se enriquezcan con el dinero de enfermedades catastróficas no cubiertas por sus aseguradoras.
La mayoría de los hospitales de nuestros países carecen de la tecnología necesaria para realizar una tomografía, una resonancia magnética, etc. El hombre produce enfermedades para vender fármacos que no curan. La industria farmacéutica no investiga enfermedades tropicales porque no son rentables económicamente.
El hombre quiere y necesita un planeta adecuado para vivir, pero explota indiscriminadamente sus grandes reservas naturales; la fauna y la flora; los ríos y los mares; lo contamina todo con sus experimentos nucleares. Luego lamenta los embates del calentamiento planetario.
¿Qué se desprende de todo esto? El fundamental y esencial papel que deben desempeñar las humanidades, en lo concerniente a su función forjadora de sujetos de consciencia ética, democrática, culta, crítica, autocrítica, etc. La conformación de ciudadanos y de ciudadanas con sustancia y esencia; que sean servidores ejemplares, compañeros ejemplares; madres y padres ejemplares, vecinos ejemplares, etc. Sin embargo, los estados posmodernos han ido soslayando las humanidades, olvidando que su relación dialéctica con las ciencias pedagógicas es un maridaje indisociable y necesario para la supervivencia de la especie civilizada.