Mi testimonio de Hugo Tolentino Dipp

Sabía de él, de oídas, porque alguno que otro dominicano llegado a México durante mi exilio lo mencionaba como orientador e ideólogo en los entretelones de los hechos más importantes del PRD, en calidad de colaborador cercano de José Francisco Peña Gómez…

A eso agregaban Hugo en la Revolución de Abril; Hugo en la lucha contra la represión balaguerista; Hugo ¡oh, también poeta!; Hugo profesor intransigente en la UASD; Hugo, un cocinero del carajo; Hugo por aquí, Hugo por allá…

Y, con todo lo anterior, un largo etcétera de anécdotas que ilustraban  fehacientemente que este hombre rompía con una oprobiosa tradición, pues era un político culto, moderno, pensante, no primitivo.

Hugo Tolentino Dipp en la Cámara de Diputados

Lo que más me interesaba de todo eso era lo que hacía tiempo yo buscaba: conocer a Gregorio Luperón, y alguien que no recuerdo ahora me regaló en México su biografía del prócer, que Hugo define como más que eso: un hombre íntegro, un apasionado extremo de la idea de patria verdadera, un ser generoso procedente de las raíces más profundas de este pueblo y un héroe intransigente con los malos; aquellos a los que los Trinitarios pendejamente les entregaron el Poder en la patria recién nacida.

Claro, es lógico que a mi regreso al país, en 1974, me interesara conocer personalmente a este hombre que acababa de asumir la rectoría de la Universidad Autónoma de Santo Domingo; más aún, que poco después de llegar leí algunos versos suyos y lo había oído hablar con toda corrección y profundidad en alguno que otro corte noticioso.

Pero entre mis afanes y los suyos, pasaría mucho tiempo (regreso a México de por medio), antes de que, allá por 1981, Milagros Ortíz Bosch me hablara de su estrecha amistad con Hugo, que además era su vecino en ese edificio que es Independencia, pero también Danae y Doctor Delgado.

Y así, cualquier mañana o tarde, o noche, Milagros me presentó a Hugo, quien para mi asombro y orgullo, era lector de “Un Minuto”.

No menos asombro y orgullo me causó cuando cualquier día que no recuerdo, año 1982, el diputado del PRD, recién elegido presidente de esa Cámara, me pidió que trabajara con él como Director de Prensa, pues necesitaba “un buen equipo de inventores”, del que ya Milagros, jefa de asesores, era la cabeza.

…Y aceptó todas mis “advertencias”: 1) No vamos a trabajar en el simple notismo de prensa; 2) Los recursos serán utilizados en las tareas de la Cámara, y no de ningún partido ni grupo; 3) Es importante que Prensa le dé servicio a todos los diputados, y 4) Lo más importante es difundir la Constitución, derechos y deberes, hacia todo el pueblo.

La respuesta de Hugo fue muy sencilla: “Fue precisamente para eso que te he pedido trabajar conmigo”.

A partir de ahí, apoyó plenamente todas las iniciativas:

Ramón Colombo en la puesta en circulación de su libro Un minuto, con Milagros Ortiz Bosch
  1. Habilitación de una salón para las conferencias de prensa de los diputados;
  2. Cobertura profesional de las sesiones legislativas para fines de difusión pública;
  3. Edición de más de 300 mil ejemplares de la Constitución de la República, destinadas a las escuelas, las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional;
  4. Edición de unos 400 mil ejemplares de la historia ilustrada de la Constitucion;
  5. Colocación de numerosas vallas callejeras con principios constitucionales, ilustrados por los más importantes pintores dominicanos.

Debo confesar que en mi ejercicio de la comunicación institucional, sin duda alguna ha sido esa experiencia la más satisfactoria.

El haber testimoniado durante dos años la gestión legislativa de Hugo, con la energía y el respeto con que encausaba los debates; el haber testimoniado su permanente respeto a la igualdad de los legisladores, independientemente de sus pertenencias partidarias; el haber testimoniado la firmeza con que exponía sus convicciones en el hemiciclo; el haber testimoniado todo su accionar público, me hacen asumir plenamente lo expresado en su sepelio por Milagros Ortíz Bosch:

“Su hoja de vida demuestra que es posible vivir con dignidad, ya que él enarboló los valores ciudadanos, la honestidad, la coherencia, la vocación de servicio público, la institucionalidad y una forma decente de hacer política.

“Hugo fue más que el intelectual, el rector, el diplomático, el legislador, el historiador o el político, Hugo Tolentino Dipp fue más que todo eso: fue un ser humano, culto, tierno, amante de la vida, de la amistad y ejemplo de ciudadano”.

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