La noche me sorprendió en un armisticio. Tenía que reflexionar sobre la vestidura mística de un libro, armar palabra tras palabra un paisaje, explicar el ser, universalizar la intuición, y la representación de una convicción poética.

Tenía que “subordinarme” a una prosa de lluvia, a una terrera opera, de encantos por la providencia del misterio. Estaba delante de un angello, de un aliento reposado en un collar, en un diario escrito sobre el tiempo, el ser, el mar, la noche, la memoria y el círculo. Estaba delante de una pensadora gravitando en la soledad del lenguaje.

Thomas Kempis, aquel monje medieval nacido hacia 1379, que escribió una “epopeya de la vida monástica”, habría reconocido en Del canto profundo del ser la huella del temblor lírico, la turbulencia de la elevación, la humilde sencillez de la perfección, la excesiva conciencia del presente y del pasado, que la poeta Dalia Nieves Albert nos arroja desde un yo que se piensa así mismo; un yo que se ordena con un simbolismo casi litúrgico.

Dalia Nieves Abert [1], a quien en esencia creo conocer desde la eternidad más remota, hace del mundo un no-mundo. Su poemario me abraza, porque su sabiduría unitiva del cosmos nos vigila, con esta reiterada expresión: “Los ojos que miran, no necesariamente ven “(11), advirtiéndonos que la contemplación es sólo un trazo para dejar a la duda un momento de sumisión ante el ensueño.

Convencida estoy al tener en mis manos Del canto profundo del ser (Ediciones Puerto, 2005), y al apresurar su lectura, que la escritora nos ha entregado un soliloquio del alma, que antiguamente en la lengua latina era la causa que conducía al “loqui cum Deo”, es decir, a hablar con Dios, ya que Nieves Albert recrea en su poemario expresiones que son representaciones superlativas de la indescriptible infinitud de la concepción de la sustancia.

La poeta nos dice que “una ventana nos invita a observar el paisaje que guarda nuestra memoria” (5), para exponer luego una meditación sobre la voluntad, sobre la jerarquía abstracta de la exterioridad, justamente en un signo que se manifiesta como hábito de manera deliberadal: “un reloj repite las horas que todavía no hemos vivido”.

Aquí, en esta aprehensión individual, pero colectiva a la vez, hallamos su praxis deductiva y fecunda, la exacta e inexacta pregunta que todos nos hacemos: ¿cuándo llegará la muerte para levantar nuestra vista hacia el cielo?- No lo sé, pero Dalia Nieves, insiste como ella le llama “con las mismas impertinencias” para decirnos que: “(…) el tiempo siempre responde con igual laxitud, con el mismo dominio de la rabia, con el mismo dejar hacer a otros lo que ya hemos hecho y dicho y vivido, otros y otras”.

En este verso la autora no traza ninguna regla de excepción a lo que las estrellas del firmamento han visto como origen y principio, no en vano nos dice que “(…) el tiempo de la búsqueda a la salida es eterno, repetitivo, mil veces repetitivo” (63), por lo que, leer este libro es como si nos encontráramos ante una doctrina de vida, ante un presagio que nos conduce al enigma de la luz y del espejo.

Sin embargo, nuestra poeta vigila, fundamenta su autoridad en el oráculo, en el ingenio, en sus conexiones con el demiurgo.

Dalia quiere que conozcamos sus ropajes, las rutas que su alma recorre. Entonces, se hace fugitiva de sus ojos, y la pureza desliga a las tormentas, a la lluvia, a los mares… florece la inefable nebulosidad de sus sueños, porque entiende que: “-delante de mí- el canto profundo del ser está lleno de luz en la tristeza” (53), y que “Es inútil, es inútil tanto esfuerzo por presenciar el instante, cuando viaja y se confunde con el abismo” (78).

Leer el libro de Dalia Nieves es como ir avanzando por estaciones, por grupos de cosas, ya que no es posible separar al signo de su mística reflexión a un ideal vital.

Este poemario puede ser visto como un breviario de cultura espiritual, como una creación de alegorías. Ya Goethe lo había advertido: “La alegoría convierte el fenómeno en un concepto y el concepto siempre en una imagen, pero de tal suerte, que el concepto siempre puede tenerse y mantenerse íntegro y definido en la imagen y expresarse con ella” (Sprüche in Prosa, 289).

Entonces nos llega la pregunta: ¿cuál es el nexo de la palabra con todas las formas de la filosofía que se adentran en la razón del ser? ¿Cuál realidad es la que responde al instante? Dalia Nieves responde de esta manera: “La forma del discurso se hará redonda y nos circulará la luz del pensamiento cuando todo haya comenzado, desde el principio hasta el fin” (103), para añadir con una sinceridad que: “la palabra es la sonoridad oscura de nuestros más claros sentimientos” (34).

Dalia Nieves Albert [Santurce, Puerto Rico,  1949]
Dalia Nieves Albert [Santurce, Puerto Rico, 1949]
Del canto profundo del ser es como un texto preexistente a la esencia del universo, una universalia esfera, realmente significativa, de lo visible del tránsito a la imaginación, de la unión del sentido y la finalidad, de la deducción genérica de que la vida es extraña a la muerte, como la muerte es extraña a la vida, porque se entretejen los sueños en los árboles, en la identidad, en la devoción sollozante al abismo de la existencia.

Del canto profundo del ser de la poeta, escritora y artista visual puertorriqueña Dalia Nieves Albert, hoy es nuestro canto, un cirio dulce, una armadura de ternura, un otoño taciturno, una visión deshojada de la oscuridad.

¿Qué podemos recomendar de estas palabras llenas de premoniciones escritas por la poeta que llega aquí, delante de nosotros preguntándose:

“Quiero saber espacio si hay algún lugar para mí, algún lugar en donde la tierra pueda batirse serenamente contra mis pies (70), o bien, con este otro influjo de aliento: “Quiero saber espacio, si hay algún lugar donde pueda pisar sin que me entristezca el paisaje” (71).

Cierto es, la bienaventuranza es una respuesta a la excesiva entrega a los sentimientos cuando el ser es un ente triunfante, una encarnación sin números sectarios, sin torres adulteradas por la lapidación del sin sentido, porque todavía hay poetas que no comprenden el tono profético de la evidencia de este verso que ha escrito nuestra poeta hermana: “(…) se necesitan más incursiones en el laberinto (…) más vidas para colocar espejos repetidores, desdobladores de la realidad, se necesita más tiempo para encontrar la palabra mágica que me devuelva intacta hasta mi origen” (66).

Esta es la gran validez de este poemario: encontrar el origen, y con frecuencia creo que sólo la poesía puede llevarnos y devolvernos al origen.

Dalia Nieves Albert ha hecho de su obra un devocionario de la epopeya del ser. Me satisface enormemente haber conocido de sus señales, como si fuera una esfera tierna de su biografía íntima.

NOTA

[1] Dalia Nieves Albert [Santurce, Puerto Rico,  1949] ha creado a lo largo de su obra poética Muerte Segunda (1970), La Calle (Barcelona: Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1978), En el diario asombro de lo humano (1989), Vamos a subir la voz para Morir Mariposas (1989), Los pétalos de la rosa (1993), Poemas por encargo y otras recetas de amor (1995), Los baños del amor (1996), Las Cajas de Conjuro y las tarjetas del amor (1998), Signo visual (1999), Poemas para Gavetas y los Códigos Ocultos el Amor (1999), El libro del tiempo (1999), Las cenas del amor (2002), Canto a Cuba (Ediciones Vigía: Matanzas, Cuba, 2001),  Del canto profundo del ser (2004), La Vida verde, Manifiesto para la Supervivencia Humana (2005) La Amistad (2009),   un “esprit poétique” del ser como conciencia temporal, arrojando el sentido  casuístico del presente hacia una mirada  de síntesis, en la cual ese-otro-yo que somos todos se convierte en un karma  o una  sugerente  filosofía del mito.

Nieves Albert es poeta y pintora. Graduada de Bachillerato de Estudios Generales con concentración en Estudios Hispánicos (Cum Laude). Obtiene su Licenciatura en Estudios de Puerto Rico y el Caribe del Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y El Caribe. Prosigue estudios doctorales en Historia de América con la Universidad de Valladolid, España. Ha sido profesora de Español, Historia de Puerto Rico y Humanidades. En 1974 obtiene el Primer Premio de Poesía del Ateneo Puertorriqueño. En 1995 el Instituto de Literatura de Puerto Rico le otorga Mención de Honor por su libro Poemas por encargo y otras recetas de amor. Es galardonada con el Premio de Artes y Letras Virginia Elena Ortea de CDLEH de Canadá y República Dominicana en 1998. En 1999 la Editorial Diana de México reedita Poemas por encargo y otras recetas de amor y Los baños del amor. Su obra pictórica ha sido expuesta en Puerto Rico, Ecuador y México. Junto al editor José (Pepe) Carvajal organiza la Feria Internacional del Libro de Puerto Rico, de la cual es Vicepresidenta Ejecutiva. En el año 2009 obtuvo el Latino Book Award por su libro para niños El Alfabeto de Hojalata.