En tiempos en que los principales medios masivos de comunicación social del mundo han sustituido la información por la opinión, al servicio de la ideología dominante, la fílmica carcelaria se perfila en medio de transmisión de discursos de denuncia social. Pero ¿A qué llamo discurso de denuncia social en el cine carcelario?
Una producción fílmica carcelaria es una macroestructura semiótica, lingüística y pragmática sobre la que se monta la realidad de una o varias cárceles para desarrollar su narrativa. Su finalidad implícita y explícita se compone por la recreación del televidente y por la representación de las realidades de las cárceles. El guion cinematográfico, por su parte, supone la creación literaria de un drama que se lanza como velo transparente sobre esa realidad.
El cine de denuncia social está compuesto por aquellas películas que ponen en evidencia, a través de su narrativa, aspectos irregulares de la administración pública, política y social, etcétera, que alteran el normal funcionamiento de las instituciones estatales. Se trata de situaciones taimadas por algunas de las mismas autoridades del penal en componenda con personas de otras instancias superiores de poder o con presos narcos con capacidad de sobornar y comprar privilegios dentro del penal.
Otras producciones de este tipo ponen en evidencia aspectos débiles de los sistemas judiciales, como sucede cuando se encarcela a un asesino por accidente en el mismo pabellón de los asesinos implacables. Para poder sobrevivir, el preso que nunca había matado y cuya vida precarcelaria era la de un ciudadano común, se convierte en un antisocial igual o peor que los criminales en serie, tal cual lo describe Foucault en su obra El Nacimiento de la prisión: Vigilar y Castigar (1976). Son películas que exponen el hacinamiento, la sobrepoblación, la impunidad, la corrupción, la prostitución, etcétera, como norma que prima al margen de las leyes en dichas instalaciones “reformadoras”.
Tal vez al lector le resuenen los siguientes títulos: El condenado a muerte se ha escapado, La cárcel de Alcatraz, La evasión, La huida, La milla verde, Vacaciones en el infierno, El expreso de medianoche, El hombre de Alcatraz, El puente sobre el Rio Kwai, En el nombre del padre, Evasión o victoria, entre otros. Son películas que tienen en común el hecho de haber sido rodadas con base en situaciones reales. Esta condición las hace trascender de la emisión de meros e inmanentes diálogos verbales al discurso de denuncia social, puesto que han marcado una tendencia del cine que ha permitido al francés André Bazin, y a otros, describir las complejidades del mundo en modo significante/representamen (Bazin, 1985 ¿Qué es el cine?).
Tal vez resulte espurio aplicar el concepto “discurso” a un dispositivo que trasciende las posibilidades de una lengua. Sin embargo, una mirada al concepto desde las reflexiones filosóficas contemporáneas permite comprender que las formas de expresar pensamientos trascienden las barreras lingüísticas. Por eso, las investigaciones interdisciplinarias actuales emplean el concepto para referirse a formas expresivas no verbales y a otras que fusionan estrategias comunicativas, con lindes en las fronteras de lo verbal y de lo no verbal, subsumiendo la función de la imagen en movimiento, el sonido y los encuadres, etc. para expresar sentidos.
Motivadas por las fílmicas enmarcadas en este género, han surgido teorías que buscan estudiar, más allá de los aspectos inmanentes de los textos fílmicos, los discursos que subyacen en la narrativa y que por su naturaleza tienen una repercusión social que determinan formas de pensamiento y de acciones entre los ciudadanos.
Cuando Cristian Metz aplicó las teorías del signo lingüístico formuladas por Ferdinand de Saussure al cine, logró mostrar la eficacia de dichos postulados estructuralistas para comprender la función de los enunciados lingüísticos en el rodaje. No obstante, esa perspectiva simplista no resultó suficiente para comprender e interpretar la realidad social representada en la pantalla gigante, más allá del goce estético y de la recreación.
Más tarde, el posestructuralismo permitió ampliar las miradas para estudiar, en los dispositivos de comunicación, los actos de habla, los actos semióticos y los contextos semiolingüísticos y sociales. Con el correr del tiempo, diversas teorías sobre el texto y el contexto han permitido estudiar las ideologías en los discursos cinematográficos; lo que permite vislumbrar que el concepto ha sido robustecido con las distintas formas de expresar que se conjugan en una película carcelaria; por lo que, la perspectiva de estudio más idónea para la comprensión de los “universos de universos comunicativos” debe ser, más que lingüística, cosmolingüística (Roa, 2013, Lingüística cosmológica: Una introducción a los estudios complejos del lenguaje).
Por supuesto, una transteoría de este tipo exige la formación de un ciudadano que exhiba altos niveles de lecturas verbales y no verbales, lo que implica la alfabetización lingüística, semiótica y funcional. ¿Cómo podrá el sistema educativo lograr que los estudiantes y profesores alcancen estos ideales epistemológicos?