Sarpul Zahab, Irán (EFE).- Los damnificados por el terremoto que ha sacudido Irán están desesperados al ver sus viviendas en ruinas y, con ellas, sus recuerdos y su futuro, así como por la lentitud en la llegada de la ayuda prometida por las autoridades.
"Mi casa ha quedado destruida y no puedo entrar en ella. No he podido sacar ni una manta", se lamenta a Efe Mehraban, una madre de dos hijos frente a los escombros de un edificio en la localidad de Sarpul Zahab, en el oeste iraní.
Sus hijos le dicen, entre lágrimas, "Mamá, yo había preparado mis cosas para ir hoy a la escuela, ¿cómo voy a ir ahora a la escuela?", cuenta apesadumbrada.
"Ahora todo está enterrado en la tierra, todo se ha perdido y sus objetos no están", explica esta vecina de la población más afectada por el seísmo de 7,3 grados en la escala de Richter del pasado domingo, que ha causado más de 530 muertos y 7.800 heridos.
Algunos tuvieron más suerte y pudieron acercarse a sus hogares en ruinas para sacar algunas de sus pertenencias, que trasladaron luego en camionetas a los campamentos en los que se han instalado.
Los que perdieron sus casas no ocultan su enfado por la falta de ayudas, aunque el Gobierno ha asegurado que ya ha repartido decenas de miles de tiendas de campaña y mantas, toneladas de arroz y latas de conservas.
"Ni siquiera nos dan de comer y nuestros hijos se quejan y gritan de hambre", cuenta Mehraban.
A esto se suma el sufrimiento por la pérdida de familiares, vecinos y amigos, algunos de los cuales, según esta mujer, continúan debajo de los escombros.
Los equipos de rescate han sacado en las últimas horas algunos cuerpos de entre las ruinas, como es el caso de dos vecinos de Mehraban.
"En mi ciudad todos se murieron, todos nuestros familiares y vecinos perdieron la vida", afirma desconsolada.
Se calcula que solo en Sarpul Zahab fallecieron más de 200 personas y que la mitad de los edificios están destruidos o seriamente dañados.
Varios de sus habitantes comentan con tristeza que la ciudad había empezado a mejorar en los últimos años tras décadas de miseria, una incipiente prosperidad que se ha desvanecido ahora.
A esta localidad se desplazó hoy el presidente iraní, Hasan Rohaní, y otras altos responsables para supervisar las operaciones de socorro sobre el terreno y reunirse con los damnificados.
El mandatario garantizó que se han movilizado todos los recursos gubernamentales para hacer frente a la crisis y anunció que se proporcionarán préstamos a las personas que deben reconstruir sus hogares.
Estas promesas, sin embargo, no convencen a algunos.
"El presidente vino y ordenó que ayuden, pero inmediatamente cuando se vaya, los responsables de aquí no nos prestarán ninguna atención", dice a Efe Morteza Eskandari, un obrero de 36 años.
Este hombre explica que está arruinado tras haber comprado el año pasado su casa "con muchas dificultades y pidiendo prestado" a sus allegados.
"Debo dinero a mis conocidos por la casa y todavía no he terminado de pagar las cuotas del televisor", se lamenta.
Eskandari señala que los habitantes de su barrio son "pobres y tienen deudas", mientras que aquellos con dinero que construyeron sus viviendas en el centro de la ciudad tienen sus hogares en buen estado pese al terremoto.
Unas 30.000 viviendas han quedado destruidas, según las televisión estatal, y los suministros de agua y luz siguen cortados en las zonas más damnificadas.
Los supervivientes del seísmo, como Mehraban y Morteza, ven con angustia el presente y el futuro, preocupados por cómo rehacer su vida tras la tragedia.EFE