El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, concluyó esta semana una gira tan histórica como simbólica por Cuba y Argentina, que le ha valido para ganarse al pueblo latinoamericano y revertir en parte la imagen que tiene el gigante norteamericano de actor injerencista en la región.
Más que una visita de Estado a los presidentes de Cuba, Raúl Castro, y de Argentina, Mauricio Macri, el objetivo del mandatario estadounidense ha sido el de reconciliarse con Latinoamérica con discursos que han apelado a sus ciudadanos y guiños teóricamente espontáneos.
También hubo tiempo para un "mea culpa" por la política intervencionista que llevó a cabo Estados Unidos en muchos de los países de Latinoamérica durante la Guerra Fría, cuando la potencia norteamericana y la extinta URSS imponían su ideología en todos los rincones del mundo.
"Las democracias deben tener el coraje de reconocer cuando no hemos estado a la altura de los ideales en los que creemos, cuando hemos tardado en hablar en favor de los derechos humanos, y ese fue el caso aquí", sostuvo Obama en un discurso que ofreció en Buenos Aires junto a Macri, el mismo día en el que se cumplían 40 años del golpe militar de Jorge Videla.
A EE.UU se le señala de haber sido cuanto menos connivente con las dictaduras militares en América Latina durante la década de los setenta y ochenta.
El color rojo daba alergia por entonces en EE.UU. y con esta filosofía surgieron los regímenes de Augusto Pinochet en Chile (1973-1990), Alfredo Stroessner en Paraguay (1954-1989), Hugo Banzer Suárez en Bolivia (1971-1978), Jorge Videla en Argentina (1976-1981) y otras juntas militares declaradas anticomunistas en Centroamérica.
En este marco se dio la Operación Cóndor en Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay, cuyos servicios de inteligencia se coordinaron para la represión y exterminio de izquierdistas, con el conocimiento de la Secretaría de Estado de EE.UU., que entonces dirigía Henry Kissinger.
Estados Unidos se ganó a pulso el papel de potencia opresora, algo que Obama ha querido cambiar con sus visitas a Cuba y Argentina, consciente también de que el socialismo del mandatario venezolano, Nicolás Maduro, de la brasileña Dilma Rousseff, del boliviano Evo Morales y del kirchnerismo en Argentina se tambalea.
El mensaje de Obama fue el mismo en los dos países: es el inicio de una "nueva era" basada en el establecimiento de una política exterior "más madura", discurso que acompañó con gestos que se convirtieron en virales en las redes sociales y con los que se ganó el afecto del pueblo latinoamericano.
En la Cuba de la reconciliación y el deshielo, donde no había pisado un presidente "yanqui" en activo desde hace casi 90 años, Obama se reunió con los disidentes, habló en español, se interesó por la gastronomía y la música de la isla y hasta presenció un partido de béisbol sentado al lado de Raúl Castro.
Ya sean de cara a la galería o no, en el gabinete del presidente de la primera potencia mundial son conscientes del poder que tiene ver a su jefe sin chaqueta compartiendo mesa con el popular humorista "Pánfilo" mientras juegan una partida de dominó.
"Solo quiero decirles lo mucho que aprecio el tiempo que compartí con ustedes. Y por favor díganle al pueblo cubano, a todos sus amigos y familiares cuánto valoramos esta visita", dijo Obama en el "sketch" divulgado en la página de Facebook de la Embajada de EE.UU. en Cuba .
El vídeo podría tener más impacto mediático que la batería de medidas que el Ejecutivo estadounidense ha puesto en marcha desde que los dos países iniciaron el proceso para restablecer sus relaciones diplomáticas hace 15 meses.
A ello se sumó la presencia de la primera dama, Michelle Obama, y de sus hijas Sasha y Malia; esta última hizo las veces de traductora para su padre, quien se atrevió con la jerga de los cubanos.
"¿Qué bolá, Cuba?", escribió el presidente de EE.UU. en su cuenta de Twitter al llegar a la isla.
Esa capacidad de combinar su aparente espontaneidad, como verle bailar tango con una bailarina profesional en plena cena presidencial con Macri, y de pronunciar discursos cargados de titulares para ocupar primeras planas ("El futuro de Cuba lo tienen que decidir los cubanos y nadie más") han hecho que las reacciones negativas a su gira hayan sido mínimas.
Porque Obama, que ha paseado por Cuba y Argentina la bandera de los derechos humanos, parece saber que no hay nada como una partida de dominó o un baile sensual para hacer olvidar la pena de muerte que aún se aplica en su país o la cárcel de alta seguridad que sigue abierta, bajo dominio de EE.UU., en Guantánamo (Cuba). EFE