En esta entrega se presenta la segunda parte de una entrevista sobre temas coyunturales y estructurales de la educación dominicana realizada al educador Franklin Pimentel Torres por Farah Halal, directora del semanario Fuaquiti. Dicha entrevista fue publicada originalmente en la edición No. 20 de la referida publicación, el jueves 11 del pasado mes de febrero.
¿Para qué le sirve a la sociedad dominicana la formación moral, ética, política y ciudadana en las aulas?
La adecuada formación moral, ética, ciudadana y política en las aulas y en los diferentes Espacios de Aprendizaje debe orientarse a promover una conciencia crítica, capaz de ayudar a las personas ver la realidad con ojos compasivos y críticos, analizarla en sus raíces y causas y generar compromisos con la transformación de una sociedad como la nuestra, profundamente enferma y que necesita su transformación a los diferentes niveles: Los poderes del Estado, las instituciones, las comunidades, las familias, las personas…
La conciencia crítica, ético-política, es como la savia de la planta, como la sangre en el cuerpo de los seres vivos; está fundamentada en valores, principios y prácticas éticas de amor solidario que constituyen la Espiritualidad, la fuerza interna que mueve a los seres humanos, a estudiantes, directivos, educadoras y educadores, así como a las organizaciones comunitarias y a los colectivos sociales comprometidos a trabajar por el bienestar común, en donde se prioriza lo público sobre lo privado; donde se hace prevalecer lo colectivo a lo personal.
¿Cómo se genera en la escuela la educación de la conciencia crítica?
El maestro Eugenio M. de Hostos dijo que la formación de la conciencia es el deber fundamental de un ser humano. Podríamos decir que es también el deber principal de toda labor educativa y por lo tanto de una educadora o educador comprometido. Sin embargo, hay un gran déficit de conciencia en las y los estudiantes, en directivos, en educadoras y educadores, en el personal técnico y administrativo, a los diferentes niveles del sistema educativo. Y la pregunta fundamental que podemos hacernos es si puede colaborar mucho a formar la conciencia crítica e indignada de otra persona, quien es de por sí una persona inconsciente.
Se genera la conciencia crítica allí donde hay una comunidad de aprendizaje (estudiantes, directivos, educadoras y educadores, líderes y lideresas de las organizaciones familiares y comunitarias…) comprometida con la formación de las conciencias y con prácticas socio-comunitarias transformadoras.
La formación de la conciencia crítica se realiza sobre todo por “modelaje”; es decir por ejemplo, por el testimonio. Por eso, solo quien es capaz de ser un referente ético, ciudadano y político en la escuela, en la familia, en la comunidad y en la sociedad, está en capacidad de ayudar a generar, al interno de cada persona, procesos de formación de la conciencia crítica.
En el contexto escolar, ¿cuáles son esas prácticas transformadoras que benefician lo público y el bienestar colectivo? ¿Se dan estas prácticas hoy día?
El contexto escolar, por lo general, está inserto en una sociedad excesivamente individualista, fruto de la imposición del tipo de educación que sustenta el sistema capitalista neoliberal. Y esa educación no educa, por lo general, para formar la conciencia colectiva, para la búsqueda del bienestar común. Educa más bien para la búsqueda “de lo mío”, no de lo nuestro.
No obstante, y para ser justos y justas, es necesario reconocer que hay experiencias, aunque más bien aisladas, de comunidades de aprendizaje comprometidas con los procesos de transformación social que promueven la conciencia social, que se insertan en sus respectivas comunidades y que generan otro tipo de prácticas socio-educativas.
¿Qué piensa sobre la necesidad de politizar la educación dominicana?
Con frecuencia se oye decir en reuniones de educadoras y educadores y en talleres de formación del profesorado, o en artículos de los medios masivos de comunicación que es necesario des-politizar la escuela, refiriéndose a quitarle o disminuir la influencia de lo partidario, que tantos problemas crea a la hora de desarrollar el proceso de aprendizaje y enseñanza y a la hora de tomar decisiones relacionadas con las políticas educativas.
Disiento de quienes afirman que la educación dominicana está politizada; lo propio sería decir que ésta está más bien partidarizada. Por lo general, quienes detentan el poder económico-partidario tienen, en la práctica cotidiana, una gran confusión: confunden lo público con lo partidario y lo privado. Por eso se da el fenómeno de la corrupción impune a todos los niveles y ésta afecta, naturalmente, a toda la sociedad y en particular al sistema educativo.
Es necesario recuperar el sentido de la política como ejercicio y prácticas que promueven el bienestar colectivo, el bienestar público. Por eso es necesario llamar las cosas por su nombre. No se puede llamar “político”, a quien solo busca los intereses económico-partidarios, corporativos y personales. Esos son más bien, mercaderes, negociantes de la política y de la educación, que se lucran con el dinero del 4%, que es una conquista social.
Necesitamos, hoy más que nunca, una educación politizada, comprometida ética y políticamente, en el mejor sentido de la palabra. Ésta nos permitirá avanzar en el desarrollo de una educación digna para toda la población y en particular para las personas que han sido tradicionalmente excluidas del derecho a una buena educación.
Especialistas calificados coinciden en que la escuela dominicana funciona «como guardería», pero que no responde a los desafíos de la sociedad de hoy, ¿qué sucede y no debería suceder durante las horas de la tanda extendida? Queremos decir, ¿qué vacío llena y qué vacío está llamada a llenar?
Con la construcción de nuevas escuelas y nuevas aulas, con el aumento de la inversión pública en educación en los últimos tres años (2012-2015) se ha ido desarrollando el significativo proyecto de la jornada extendida. Sin embargo lo más cuestionado de este proyecto es la dignidad, pertinencia y calidad de la educación que se está promoviendo desde esos espacios.
Evidentemente, el actual gobierno (2012-2016) optó por priorizar la construcción de aulas y de estancias infantiles al tema del desarrollo pedagógico y el cuidado de los procesos de aprendizaje. Por eso algunas personas afirman que muchas escuelas, sobre todo las del Nivel Básico, funcionan más bien como guarderías de niños y niñas. Por otro lado, a la propaganda gubernamental solo parece interesarle señalar, como avances significativos en educación, los datos numéricos: de aulas y escuelas construidas así como el número de estudiantes: niños, niñas y adolescente, que han ingresado al programa.
Personas, entre las que me incluyo, sospechamos que la priorización de la construcción de aulas, y la falta de priorización del tema pedagógico, responde a una política real del presente gobierno de permitir y promover que una buena parte de los recursos económicos asignados a la educación, se queden en las garras perversas de la corrupción impune. Incluso hay economistas y estudiosos de la ejecución presupuestaria pública que han calculado que cerca del 30 al 40% del dinero de las construcciones de aulas se está quedando en los bolsillos de funcionarios e ingenieros ligados a la corporación económico-partidaria que está en el poder.
La sociedad dominicana tiene que despertar, tomar conciencia y exigir transparencia y rendición de cuentas de los recursos asignados al sector educativo y en particular al programa de la jornada extendida. Ha llegado la hora de priorizar lo más importante, que son los procesos de aprendizaje y la educación digna de la población más empobrecida del país.
En la universidad, ¿qué se les enseña hoy a los profesores en formación sobre la dignidad, la ética y la justicia social?
El tema de la formación ética, ciudadana, política orientada a la búsqueda de la justicia social no es una prioridad en la formación de maestros y maestras en las universidades.
En una investigación realizada por el Dr. Basilio Florentino (2000), sobre la formación ética, axiológica y ciudadana que se promovía en los libros de textos de estudiantes de 8 grado de la educación primaria y en los currículos de la formación de docentes, en las universidades, concluyó acertadamente: “En términos generales, los contenidos de educación en valores que se promueven en los planes de estudio para la formación del profesorado y en libros de texto de Educación Básica, prescinden de descripciones de propuestas que contribuyan a la formación de personas para provocar un cambio social, en el marco del reconocimiento de la dignidad humana, la libertad, la justicia social y la solidaridad; lo que significa que en los mismos, más que propiciar ese cambio, pueden contribuir a potenciar las desigualdades sociales endémicas y progresivas en el seno de la sociedad. Y precisamente, éste no es el papel de una educación transformadora y de una sociedad que reconozca una igual dignidad para todos los seres humanos, lo cual exige propuestas de cambios como una reivindicación básicamente humana, a la cual, la formación del profesorado no puede ser, de ninguna manera indiferente” (Florentino 2000, 285-286).
Pero además, esta formación ética, ciudadana y política, tampoco es una prioridad en los currículos de los diferentes niveles del sistema educativo dominicano. Por ejemplo desde la elaboración del primer Plan Decenal de Educación (1992-2002), asignaturas como la
“Educación Moral y Cívica”, quedaron fuera del currículo de la Educación Básica de niños, niñas y adolescentes. En el nuevo currículo, actualizado y revisado del Nivel Básico de educación de niños y niñas, que ya se está utilizando y que entrará en vigencia oficialmente en el año escolar 2016-2017, ha quedado de nuevo fuera la asignatura de “educación moral y cívica”, que debiera ser actualizada como “Formación Ética y Ciudadana.
Se quiere justificar la exclusión de una asignatura específica orientada a la formación ética y ciudadana en el Nivel Básico, señalando que en el diseño curricular actualizado hay una competencia o habilidad fundamental propuesta que se llama “ética y ciudadana”, la cual se deja a la opción del educador o educadora por si quiere trabajarla. En definitiva, lo que está bien claro es que para quienes están diseñando el currículo dominicano, la formación ética, ciudadana y política no es una prioridad. Y esto me parece sumamente grave.
¿Qué vía institucional tiene el Ministerio de Educación para escuchar las propuestas de la sociedad civil que ayuden a reinventar el sistema educativo?
El Ministerio de Educación, en los últimos años, ha promovido ciertos espacios de diálogo y consulta social, por ejemplo la consulta más importante se realizó con ocasión de la elaboración del Primer Plan Decenal de Educación (1992-1994). Luego se hizo otra consulta con ocasión de lo que se llamó “los foros presidenciales por la Educación” entre los años 2004 al 2006, previo a la elaboración del actual Plan Decenal de Educación (2008-2018). Posteriormente se promovieron, en el año 2012, unas consultas en el marco de lo que se llamó el proyecto de “Iniciativas Dominicanas por una educación de Calidad” (IDEC), aún vigente. Luego, posteriormente en los años 2013-2014 se hicieron unos diálogos, encuentros y acuerdos para la firma de lo que se llamó el “Pacto por la Educación”, que tendrá vigencia hasta el 2030. Dicha firma se realizó el 1 de abril del 2014.
El problema real es que para mucha gente esas consultas se quedan en algo protocolar, donde no hay una real participación de los grupos de la sociedad y en iniciativas a las que no se les da mucho seguimiento.
Por otro lado, los sectores sociales de la llamada “Sociedad Civil” que participan en esos diálogos y encuentros son prioritariamente el empresariado, las jerarquías de las iglesias, las cúpulas de los partidos e Instituciones ligadas a las Universidades y Escuelas Privadas.
Fuera de esos encuentros coyunturales no existen en el Nivel Nacional espacios para escuchar las propuestas y mecanismos de seguimiento a las políticas públicas de educación establecidas. Lo que demanda, como desafío urgente, para las organizaciones sociales y comunitarias de base, involucrarse en la vigilancia social, desde el territorio, para que se cumplan las metas y los propósitos acordados en los diferentes pactos y planes desarrollados, como una necesidad social con la creación de una educación digna.