La doctora Mercedes Luisa Carbuccia de Herrera, la pediatra dominicana con más tiempo de servicio público, murió en San Pedro de Macorís a los 93 años. Salvó la vida de miles de niños durante 67 años de servicios ininterrumpidos, doctora Carbuccia de Herrera fue una mujer con logros extraordinarios en su vida familiar y personal.

En 1949 fue la primera médica dominicana en hacer una pasantía. Desde entonces, la doctora Carbuccia de Herrera salvó la vida de niños desde Padre Las Casas a San Pedro de Macorís y otros pueblos de la región Este.

La sala de Pediatría del hospital regional Este, doctor Antonio Musa, lleva su nombre “Doctora Carbuccia de Herrera”. Si su vida de servicios médicos a la comunidad no tiene paralelos, resulta pequeña ante el principal aporte que le hizo al país: la formación de sus hijos.

“Yo no tengo un centavo, luego de más de 60 años trabajando en casa y los hospitales no tengo nada, porque todo se lo he dado a mis hijos, pero soy la mujer más rica, satisfecha y afortunada del mundo, porque ellos me lo han devuelto todo multiplicado por muchísimo más de lo que yo pude haber soñado”, me dijo en una reciente entrevista.

Su hija, la licenciada Olga Herrera Carbuccia, pasó de jueza en la Corte de Apelación de Santo Domingo, a ser la única jueza latinoamericana en la Corte Internacional de Justicia Criminal de La Haya.

Su hijo, el licenciado Manuel Ramón Herrera Carbuccia preside la sala Laboral y de Tierras en la Suprema Corte de Justicia.

Su hija mayor la doctora Dora Herrera Carbuccia es pediatra.

Su hija menor, la doctora Vanessa Herrera Carbuccia, es abogada y trabaja desarrollando constituciones municipales en las afueras de Buenos Aires, Argentina.

La doctora Carbuccia de Herrera y su familia son personas educadas, humildes respetadas y admiradas en San Pedro de Macorís.

La carrera de la doctora Carbuccia de Herrera, “La Carbuccia” como se conoce en San Pedro de Macorís, inició en julio 1949, con un decreto, copia del cual me facilitó.

Bajo el escudo nacional dice: Rafael Leonidas Trujillo Molina Presidente de la República. En virtud de las atribuciones que me confiere el artículo 49 de la Constitución del Estado, he resuelto nombrar a la Dra. Mercedes Luisa Carbuccia Montalvo Médico Inspector Sanitario de la Común de Padre las Casas.

Ese decreto, el 10949 del 3 de julio del 1949, la convirtió de la primera mujer que hizo pasantía como médico en la República Dominicana.

“Recuerdo que muchas veces salía bajo la lluvia, sobre el lomo de un caballo, por sinuosos y resbaladizos caminos, a certificar una defunción, entonces pagaban $5.00 por cadáver”, dijo.

Fue a Padre las Casas a iniciar su vida profesional, sin saber que el destino le deparaba mucho más.

La joven doctora Carbuccia, delgada, de baja estatura, pelo negro resplandeciente, como las plumas de un cuervo, piel aceitunada y labios de mulata, le llamó la atención a un chico alto delgado, esbelto, de piel clara.

Ahí fue donde Abelardo Herrera y Mercedes Luisa Carbuccia se juntaron, procrearon cuatro hijos, y sólo la muerte los separó el domingo 10 de abril del 2016; 67 años después de que se encontraron en 1949.

Su viudo, el licenciado Abelardo Herrera Piña, es un prestigioso jurisconsulto capitalino, fue juez de la Suprema Corte de Justicia en la década del 80, hoy más de 30 años después, su hijo Manuel Ramón sigue sus pasos.

“El año antes de la guerra, en 1964, yo retorné a Macorís y me establecí aquí, en ésta casa que siempre ha sido de mi familia”, recordó la doctora Carbuccia. Habla de su casa en la calle Sergio A. Beras de San Pedro de Macorís.

En esa casona de madera el pasillo de entrada era la sala de espera y en un pequeño cuarto, de unos tres metros por tres metros, la doctora Carbuccia de Herrera luchó contra todas las plagas y epidemias que azotaron el país durante más de medio siglo.

Salvó la vida de miles de niños

Varias generaciones petromacorisanos, de los ingenios aledaños, Los Llanos, Ramón Santana, Hato Mayor y el Seibo y otros pueblos del Este llegaban como pelegrinos hasta ese lugar para sanar a sus hijos.

En su propia casa, mientras cuidaba de sus hijos, salvaba la vida de los niños que le llevaban. Así levantó una familia tan, pero tan y tan extensa, que la mayoría de los adultos de hoy, en San Pedro de Macorís, la respetan como a una madre. A todos ella les decía “mis hijos, mis hijas”. En San Pedro de Macorís y zonas aledañas, sus hijos e hijas abundan por millares.

La doctora Carbuccia era una mujer menuda, de baja estatura, tímida, casi taciturna, de muy pocas palabras, su pelo negro resplandeciente, como plumas de cuervos, seguía resplandeciendo con el reflejo del sol sobre sus risos ya plateados.

Cuando nombraron la sala de pediatría del hospital regional con su nombre, todos los médicos del centro, muchos que habían sido sus pacientes cuando niños se congregaron. Resaltaron sus condiciones una y otra vez y, cuando le tocó la palabra, pronunció el más escueto de los discursos, con una humildad monumental.

“Muchas gracias mis hijas, muchas gracias mis hijos. Ahora debemos irnos, mañana tenemos trabajo”, dijo la nonagenaria pediatra. Esa era su vida, tras los turnos en los hospitales, iba a atender a sus hijos y a sus pacientes privados que la esperaban en la casa.

La doctora Carbuccia de Herrera deja detrás un legado familiar y profesional, ejemplar. Sus restos fueron valados en medio de un manojo de flores, luego fueron llevados al Hospital Regional Antonio Musa, antes de ser sepultados ayer tarde en el Cementerio Municipal de San Pedro de Macorís. Paz a sus restos.