El periódico El Tiempo de la ciudad de Nueva York público en 1967, un largo escrito Johnny Abbes García, notariado y certificado, en el que del jefe del Servicio de Inteligencia Militar (SIM), confesó la forma en que se produjo el crimen de las tres heroínas de Ojo de Agua, Salcedo, y las causas que llevaron al dictador Rafael L. Trujillo a ordenar el terrible asesinato.
En nota aclaratoria, El Tiempo explicó las razones de la publicación: “Abbes García, quien se confiesa autor de la represión en los últimos tiempos del régimen de Trujillo y quien manifiesta que no le importa el juicio de su contemporáneos o de la historia, relata el hecho con crudeza escalofriante, para afirmar que acepta las responsabilidades por su participación”.
Con la publicación del texto bajo la firma de Johnny Abbes García, que se destacó como figura principal del Servicio de Inteligencia Militar (SIM), desde 1957 hasta las primeras semanas posteriores a la muerte del tirano en 1961, y manifestó con orgullo la condición de ser la mano derecha del dictador Rafael L. Trujillo en materia de la planificación y ejecución de los crímenes de Estado acometidos en el referido período, estamos cumpliendo con dar a conocer la verdad histórica.
Su testimonio-confesión constituye la más contundente aceptación y comprobación de que el mandatario ordenó el asesinato; él, como Jefe del SIM elaboró el siniestro plan para darle muerte a las hermanas Mirabal y fue el Capitán Alicinio Peña Rivera, responsable del Servicio de Inteligencia en la región del Cibao, quien dirigió la operación que le costó la vida a las heroínas de Salcedo.
El contenido del documento a que hacemos referencia circuló en el periódico El Tiempo de la ciudad de Nueva York el 5 de noviembre de 1967, como parte de un acuerdo de publicación entre Abbes García y la dirección de ese diario antes de la supuesta o real muerte del principal jefe de los caliés de Trujillo.
Al dar a conocer su confidencia siete años después del asesinato, Abbes García se cuidó de valorizar la publicación en el referido diario, lo que llevó a ese medio de información norteamericano a insertar una aclaración en la que apunta que el escrito dado a conocer se hizo acogiéndose al “poder otorgado por su autor, debidamente legalizado y motorizado”.
Johnny Abbes sí escribió sus memorias
Algunos interesados en limpiar la imagen del dictador Rafael L. Trujillo, observaran que el texto publicado en El Tiempo en la ciudad de Nueva York, tal vez no fue escrito por el sanguinario agente-jefe del SIM; pero la documentación original relacionada con este, confirma la responsabilidad de Abbes en el asesinato de las heroínas de Ojo de Agua, Salcedo, y de su acompañante Rufino de la Cruz.
A una semana de ser sacado de la República Dominicana para ocupar un cargo diplomático en la embajada de Japón, Johnny Abbes García escribió una carta reveladora de que tenía la intención de dar a conocer sus memorias, motivado en una oferta de publicación discutida con una editora de los Estados Unidos. Para tal fin, escribió una larga carta, dirigida a un tal “Papito”, fechada “en un lugar del Planeta” el 15 de junio 1961, y en la que aporta detalles relacionados con el acuerdo logrado con la empresa bibliográfica. En la comunicación enviada a su amigo, del que desconocemos el nombre, le pide apoyo para comenzar la redacción:
“Como te has podido dar cuenta, mi carrera política ha tomado un nuevo aspecto muy interesante: en honor a necesidades del momento, he tenido que tomar las rutas de ultramar a toda velocidad, con pérdidas notorias en mis ahorros y abandono de lo inmobiliario.- Es justo, después de todo.- De alguna manera tengo que pagar los beneficios recibidos de quien fue para mí más que un padre y para cumplir con necesidades de su propia obra, esta es mi nueva ruta.- No es la primera vez que la publicidad inmoral ficha a una persona y todo el mundo cree en esa ficha.- Con tal de que todo salga bien para lo nuestro, para nuestra causa, bien vale el sacrificio hasta de la propia vida.- “primero el Estado, después el hombre”.
“Como yo nunca he sido vago y tengo habito de trabajar hasta 15 horas diarias—continua diciendo—era para mí una pesadilla pensar en estas vacaciones que a lo mejor se hacen largas por necesidad, pero la suerte, que siempre me acompaña, me ha dado una nueva oportunidad que no debo desperdiciar: me dan unos buenos miles por un libro auto-biográfico escrito por mi.- Está todo en trato y pienso iniciar los trabajos de teclado tan pronto me acomode en mi sede.- Esto me servirá para reivindicarme ante los blancos que tan mala opinión se ha formado de mí, a causa de la mala publicidad pagada y más que todo, para exponer, claramente la grandeza de Trujillo (…)”.
Y le reclama a su amigo: “Es casi seguro de que necesitare de tu trabajo, pues para sacarle un ciento por ciento a la oferta, conviene entregar el original en inglés. (…). Todo lo hará mediante contrato registrado en notaría norteamericana y los términos del contrato señalaran que no puede agregarse ni quitarse nada a lo escrito por mí. – Sera copia fiel de mi original, lo cual me da campo para muchas cosas”.-(…).
“Quiero que me haga tu primera contribución a este trabajo, que más adelante te diré cuando debes viajar a donde yo me encuentre, para los procesos de traducción, contrato, registros notariales, personalmente a los editores y todos los demás detalles del caso”. [1]
Entre los “asuntos” solicitados a “Papito” para escribir sus memorias, los que debía ubicar en la secretaría de la Presidencia, Johnny recomendaba enviarle: un listado de libros sobre Trujillo; documentos relativos a sus nombramientos en la las Fuerzas Armadas y en Relaciones Exteriores; la Pastoral de los obispos de enero 1960, y sobre la llegada del Movimiento Popular Dominicano. También Informaciones sobre las Expediciones de 1959, y el asesinato de Castillo Armas en Guatemala.
No hay duda de que las memorias fueron escritas entre los años 1961-1963, y que luego comenzaron a ser publicadas en el periódico El Tiempo de la ciudad de Nueva York. En ellas el jefe del Servicio de Inteligencia se incriminó y culpó a Trujillo de la muerte de las hermanas Mirabal, pero de paso aprovechó su escrito para armar una intriga contra la familia Imbert, queriendo que se creyera tuvieron vínculos con la muerte de Patria, Minerva y María Teresa Mirabal. Tal vez por eso, se ocupó de insinuar a “Papito” de que las mismas iban a dar campo para hacer “muchas cosas” y le dice: “Todo lo hará mediante contrato registrado en notaria norteamericana y los términos del contrato señalaran que no puede agregarse ni quitarse nada a los escrito por mí. – Sera copia fiel de mi original, LO CUAL ME DARA CAMPO PARA MUCHAS COSAS”.
En 1967, al salir publicada sus memorias en el periódico El Tiempo, lo hizo con el título de “Trujillo y Yo: “Intimidades de la dictadura más recia de América”. En la lectura del referido escrito, el lector puede sentir como se va definiendo el perfil sádico-perverso del asesino que confiesa su crimen, pero que busca la manera de envenenar con sus palabras, haciendo daño colateral, enlodando reputaciones de terceros, como lo hizo con Rafael Valera Benítez, los hermanos Imbert, Pablo Rosa, Mario Bobea Billini, Amable Nadal Rincón, Ramón Alberto Ferreras y otros a quienes sindicó de colaboradores-confidentes del régimen de Trujillo.
Trujillo instruyó dar muerte las Mirabal
Uno de los capítulos de las referidas memorias, Johnny Abbes lo dedicó a la muerte de las hermanas Mirabal y lo tituló “Odisea y muertes de Hermanas Mirabal”, que circuló en el periódico El Tiempo, el 5 de noviembre 1967, del que a continuación publicamos la parte relacionada de manera directa con el luctuoso acontecimiento:
“Odisea y muertes de Hermanas Mirabal”
Por: Johnny Abbes García.
“Una mañana en los primeros días de noviembre del turbulento 1960, llegaba yo a mi despacho del SIM cuando la chicharra con la que el Dictador frecuentemente me llamaba, sonó con fuerza. Eran las seis de la mañana; pero no me sorprendió lo temprano de la hora porque yo sabía que Trujillo, aun cuando trataba de ocultarlo, estaba sumamente preocupado con el giro que tomaban los asuntos políticos en el país.
“Meses antes, en junio, del 1959 una expedición armada financiada por Castro y Betancourt coaligados había sido ahogada en sangre y casi al mismo tiempo se había descubierto una conspiración interna, la más grande de todas las fraguadas contra el régimen en la que estaban comprometidos los hijos de los más connotados amigos de Trujillo, miembros de las mejores familias del país (llamado “Movimiento 14 de Junio” que dio nombre al partido de tendencia marxista que llevó las primeras guerrillas a las montañas) que había avinagrado mucho el carácter del Dictador.
“Aunque estaba acostumbrado a estas llamadas de Trujillo, esta me sobresalto. Mis hombres habían descubierto todos los hilos de la trama contra la paz y la seguridad del Estado; habían actuado con energía en las prisiones e interrogatorios, porque no se podía andar con contemplaciones; pero muy frecuentemente Trujillo recibía nuevos informes de otras fuentes que cotejaba con los reportes que el SIM, por mi intermedio, diariamente le suministraba.
“¿Se trataba de una nueva conspiración? ¿O habían sido descubiertos nuevos comprometidos? Yo tenía informes, que no había dado todavía al Dictador hasta no comprobarlos plenamente-de acuerdo con mi costumbre-de que ciertos funcionarios del propio régimen estaban conspirando.
Rápidamente me apersoné al despacho del Generalísimo, quien con su estilo conciso y cortante me dijo:
–“El problema de las Mirabal hay que liquidarlo”.
“Sabía muy bien lo que esas palabras significaban y de mi parte estaba preparado para una orden semejante.
–“Muy bien, Jefe. Yo me encargaré de la operación”.
“Entonces Trujillo me mostró un informe que había recibido del Secretario de las Fuerzas Armadas, el General José Román Fernández, su sobrino político por estar casado con una hija de su hermana Marina, y quien no obstante el parentesco, los honores inmerecidos y las riquezas que personalmente Trujillo derramó sobre él fue uno de los que participaron en el alevoso complot que culminó con su asesinato.
Trujillo apretó un botón y como de costumbre, muy nervioso, apareció el General Román, a quien apodaban “Pupo”.
—¿”Tiene usted algún nuevo informe sobre las hermas Mirabal”? preguntó Trujillo con energía, casi con ira.
–“Jefe, dijo Román, esas muchachas tiene “revoltiá ” a la juventud del Cibao”.
“Y no lo dudaba, porque los informes de mi gente en Santiago, Salcedo, Puerto Plata, La Vega y otros puntos de esa región indicaban que estas mujeres, no obstante la prisión de sus esposos y las amenazas para evitar que siguieran conspirando, mantenían un peligroso foco de agitación adonde quiera que caminaban.
“Minerva, Patria y María Teresa Mirabal eran tres hermosas muchachas, hijas de una familia muy estimada aun por el propio Jefe, de la sección de “Conuco”, Salcedo. Casadas con tres activos conspiradores y dirigentes del Movimiento “14 de Junio”.
A mediados de octubre, a la vista de un informe que personalmente le entregué, Trujillo me dijo:
–“Tráeme a las hermanas Mirabal”.
“Eso fue a las nueve de la mañana. A pesar de encontrarse en su hogar de Salcedo, a muchos kilómetros de distancia de la capital, antes de las doce de ese día, las tres hermanas estaban en presencia del Dictador. En la entrevista, como siempre que Trujillo se enfrentaban con enemigos, estaba yo presente armado de una pistola silenciosa y alerta a cualquier movimiento. No obstante ser mujeres yo sabía que las Mirabal eran muy valientes y que odiaban profundamente a Trujillo.
El Dictador sin saludarlas les dijo con violencia:
–“Yo sé que ustedes están conspirando para tumbar mi Gobierno; pero quiero darles una oportunidad. ¿Qué desean? ¿Aspiran a algún cargo de la Administración Publica?”
Minerva, la más resuelta y la mayor fue la que respondió por ella y por sus hermanas:
–“Excelencia, nosotros no somos políticas…Queremos que liberte a nuestros esposos”.
Trujillo se enfureció con la inesperada respuesta:
–“Está bien. Hemos terminado. De ahora en adelante las tratare como lo que ustedes son: como revolucionarias”.
“La breve entrevista había terminado en un fracaso. Y yo me lo había imaginado porque había seguido paso a paso las actividades de estas hermanas, principalmente de Minerva quien—de acuerdo con informes fidedignos que tenía en mi poder—decía con frecuencia que el día más feliz de su vida sería aquel en que Trujillo fuese asesinado.
“Minerva Mirabal era la que había llevado la semilla de la sedición a su familia, y posiblemente la que había contagiado a su esposo, el Dr. Manuel Tavárez Justo quien había servido en el Gobierno como Fiscal y estaba vinculado a Isabel Mayer, una mujer de Montecristi de quien Trujillo se servía para muchas cosas.
“La actitud conspirativa de Minerva databa de sus días de estudiante de la Universidad, de la que salió graduada de abogada. Allí conoció a un joven inquieto y brillante que había ido a estudiar a Chile y regresaba hecho un marxista, Pericles Franco Ornes, quien luego fue uno de los dirigentes del Partido Socialista Popular.
“Las breves relaciones entre Minerva y Pericles bastaron para que la joven quedase enferma de izquierdismo radical, el cual andando el tiempo la condujo a la muerte y llevó la tragedia a su familia.
“Tres días después de haber ordenado Trujillo la liquidación del problema Mirabal, recibí un informe confidencial de nuestra oficina de Santiago en la que ese hablaba de un desesperado plan de las hermanas y de un grupo de jóvenes del Cibao para tratar de libertar a los Dres. Tavárez Justo, Leandro Guzmán y a Pedro González, los esposos.
Conociendo el temperamento impaciente de Trujillo, pensé que había que hacer “algo” y pronto.
“Con el informe recibido, a pesar de que sabía que la realización del “plan” era imposible dada la seguridad en que se mantenía a los presos políticos, en mi entrevista de ese dia-5 de noviembre del 1960—le dije a Trujillo:
–“Tengo planeada la operación de las Mirabal”.
–“No—me dijo el Dictador—el General Román tiene un plan”.
“E inmediatamente hizo sonar la chicharra correspondiente, apareciendo al instante, muy nervioso como siempre, el General Román quien tal vez porque sí ya proyectaba su traición se empeñaba en ofrecer tan “espontáneamente” esas desesperadas pruebas de “lealtad”.
Trujillo interpeló directamente a Román:
–“¿Qué hay del caso de las Mirabal?”
–“Ya los esposos fueron trasladados a la cárcel de Puerto Plata”, respondió.
–“No le estoy hablando de los esposos. Le he preguntado—dijo Trujillo con esa violencia que ponía a temblar a los más valientes—por las hermanas Mirabal”.
Román no podía contestar. Estaba lívido. Para hacerle la situación menos penosa y no dejar el servicio en manos de guardias, (militares) generalmente torpes e indiscretos en sus “trabajos”, le dije:
–“General, si le hace falta puedo facilitarle varios de mis hombres de confianza”.
“En eso se apersonó el General Arturo Espaillat, hombre de la absoluta confianza de Trujillo, quien había realizado ciertas operaciones de importancia en el exterior y quien tenía acceso sin anunciarse al despacho del Generalísimo.
–¿Qué dice el General Espaillat de las hermanas Mirabal? Tu sabias que esas muchachas tienen revolucionado el Cibao y que todavía el SIM no ha sido capaz de resolver el problema?”. Espaillat acotó:
–“Déjemelo a mí Jefe”.
“Me di cuenta de que Trujillo me estaba lanzando una estocada a fondo, a mí, que era el hombre en quien más confiaba en esos momentos y quien cargaba con las mayores responsabilidades y recogí el reto:
–“Ese problema hay que resolverlo. Pero usted acaba de decir que el General Román tiene un plan. Lo que tiene que hacer es ejecutarlo”, fue lo que se ocurrió para recuperar el terreno que sentía había perdido. Trujillo me dio satisfacción inmediata.
“Muy bien Johnny; pero tú no puedes hacerlo todo”.
Román se daba cuenta de que no podía permanecer en silencio a menos de caer bajo la atronadora furia del Dictador.(…).
“De acuerdo a lo convenido, ese mismo día envié a Palacio a uno de los miembros del SIM más eficientes y discretos, Ciriaco de la Rosa y transmitir instrucciones en clave a uno de los más inteligentes investigadores a mi servicio, al Capitán Alicinio Pena Rivera, Jefe del SIM en el Cibao. La función de Alicinio consistió únicamente en proveer los carros privados en que viajaron los hombres de la acción cuyo desenvolvimiento realmente ignoró. Por cierto que en el juicio penal, escandaloso que se siguió a los autores de la “operación Mirabal” puso en ridículo a su acusador un antiguo agente a mi servicio, muy locuelo e indiscreto (…).
“El General Román transmitió sus instrucciones precisas a Ciriaco de la Rosa (…) y los hombres seleccionados por mí: Alfonso Cruz Valerio, Estrada Malleta, Pérez Terrero y Rojas Lara, bajo el mando de Ciriaco enfilaron hacia la carretera que va a Puerto Plata. (…).
Llegó el esperado 25 de noviembre, día de la acción. Ya antes, la ejecución del plan había fracasado por razones de seguridad y discreción, pero Trujillo estaba furioso e impaciente. El General Román me dijo el sábado 24 de noviembre:
–“De mañana esto no pude pasar”.
Yo le dije a Ciriaco de la Rosa:
–“De mañana esto no puede pasar” (…).
“Y del 25 de noviembre del 1960 no pasó”.
“No pude comprobar personalmente como se ejecutó la operación; pero el lunes 26 de noviembre, a las seis de la mañana, tenía ante mi presencia al Sargento Ciriaco de la Rosa quien me rindió el informe de lo sucedido.
“Las hermanas Mirabal regresaban a Salcedo después de haber visitado a sus esposos en Puerto Plata. Nuestros hombres las esperaban un poco más distante: (…). Las hermanas Mirabal venían con un hombre: el chofer del jeep Rufino de la Cruz.
“Al ser interceptadas una de ellas se zafó momentáneamente de sus apresadores y pidió ayuda a la gente de un vehículo que pasaba por casualidad. Ya era tarde para volver atrás. Los hombres del SIM sabían que en esa operación les iba la vida y que ya ni Trujillo ni yo íbamos a tolerar más aplazamientos.
“Las muchachas fueron apresadas y llevadas a un camino secundario y desierto que cruzaba la carretera principal. Allí cada uno de los hombres las ultimó a palos; pero se presentó un incidente que pudo haber fracasado la operación. (…).
“Ante la belleza de María Teresa, con el vestido desgarrado y luchando por su vida, pretendió gozar a la muchacha. La mujer se defendió como una leona y le grito: –“Podrás asesinarme; pero jamás gozarme”.
“Ciriaco de la Rosa que había recibido instrucciones precisas mías de respetar a las mujeres y de ejecutar la acción lo más rápidamente posible. (…). Una vez liquidadas las mujeres y el chofer de la Cruz, fueron llevados al Jeep, el cual fue empujado hasta precipitarlo por uno de los precipicios que bordean el camino carretero. Oí la historia sin emoción y me la gravé para referírsela al Dictador. (…).
“He narrado uno de los capítulos más controvertibles en la existencia del régimen de Trujillo.
“Convengo en que la muerte de las hermanas Mirabal fue un hecho capaz de suscitar protestas; pero tanto en las dictaduras como en las democracias suelen cometerse hechos censurables, aunque necesarios políticamente. Trujillo quiso conquistar a las hermanas para la causa dela paz. No pudo. El país se debatía acosado por todas partes. Fue determinación radical.
“No me arrepiento ni pido indulgencias por la parte que me correspondió en el ese hecho. Los dominicanos que han visto cuantos crímenes inútiles, cuantos robos y cuantos escándalos se han cometido después de la muerte de Trujillo, sabrán que 31 años de paz y de seguridad ciudadana y más que eso, de soberanía nacional (ya que la Era de Trujillo ha sido el único período dela historia en que la Republica Dominicana no ha estado sometida al tutelaje yanqui) también tiene su precio, aunque ese precio sea una dictadura”.[2]
(Fuente: [1] Carta de Johnny Abbes García a un tal “Papito”, enviada posiblemente desde Japón y fechada 15 de junio de 1960. En AGN, Exp. 7 de 1957-1961; [2] Fragmentos del texto de Johnny Abbes García, “Intimidades de la dictadura más recia de América. Odisea y muertes de Hermanas Mirabal”. Periódico El Tiempo, Nueva York, 5 de noviembre 1967).