La dictadura de Rafael L. Trujillo se inició de manera formal el 16 de agosto de 1930. Para que así fuera, el jefe del Ejército diseñó una estrategia político-militar que se desarrolló durante largos meses, en los que promovió su figura, obtuvo el apoyo de sectores económicos, logró acuerdos con fuerzas políticas contrarias al gobierno del general Horacio Vásquez, y se preparó para, llegado el momento, asestar el golpe contra la institucionalidad democrática de entonces. Todo esto se combinó con los conflictos a lo interno del partido de gobierno, la crisis en la economía mundial y la grave enfermad renal del presidente dela República.
Una coyuntura favorable para el golpe de Estado
El 22 de octubre de 1929, el presidente de la República general Horacio Vásquez visiblemente enfermo, aquejado de un ataque “nefrítico y febricitante”, pero activo en él el interés de permanecer gobernando el país, aceptó participar en las elecciones de mayo de 1930 como candidato continuista del “Partido Nacional”. La coyuntura no pareció ser favorable para su reelección pues una grave crisis económica sacudía el mundo desde 1929, mientras que su partido estaba visiblemente dividido y por demás, el peligroso estado de salud no auguraba nada positivo para su persona ni para el país. Junto a estos ingredientes coincidentes negativamente en ese momento, sectores políticos y económicos se movían en torno al jefe del Ejército en procura de formar parte de su proyecto político-militar que buscaba el derrocamiento del gobernante.
Seis días después de aceptar presentarse a la reelección, el día 28 de octubre, Horacio Vásquez tuvo que salir del país en viaje de emergencia hacia Baltimore, Estados Unidos, donde fue sometido a una peligrosa cirugía con la que le extrajeron uno de sus riñones. El rumor no podía ser más preocupante, pues se aseguraba que el presidente no regresaría con vida a la República Dominicana. La situación produjo movimientos que apuntaban a la consolidación de posiciones, a la espera del desenlace fatal. Y de ser así, Trujillo, aventajado en la posición de comandante de ejército, se preparó para dar el zarpazo y apoderarse del gobierno, evitando que las fuerzas que les eran adversas en el gobierno, especialmente los vinculados al vicepresidente José Dolores Alfonseca, asumieran el control de la presidencia. (1).
Sin embargo, el presidente no falleció como todos parecían esperar. El regreso del convaleciente líder político el día 5 de enero de 1930, retrasó los planes de golpe de Estado, que estaba previsto para ejecutarse el 16 de febrero; pero no pudo evitarlo, pues el domingo 23 de febrero, en un simulacro de revolución que partió desde la Fortaleza San Luis de Santiago, el licenciado Rafael Estrella Ureña, líder principal del “Partido Republicano”, avanzó hacia la capital con el discreto apoyo del jefe militar, quien en realidad era el principal líder del movimiento “insurreccional”. (2).
El retiro indeseado del general Vásquez de la primera magistratura, dio paso a la juramentación de Rafael Estrella Ureña como presidente provisional, a la vez que se mantuvo la convocatoria para las elecciones generales del 16 de mayo del mismo año. Pasado el momento del derrocamiento, las fuerzas opuestas se compactaron para participar en las mismas. A ellas concurrieron dos grandes bloques: por un lado la “Alianza Nacional-Progresista”, con Federico Velázquez y Ángel Morales como candidatos y por el otro la “Confederación de partidos” que aglutinaba a la “Coalición Patriótica de Ciudadanos”, al “Partido Liberal”, “Partido Republicano”, “Partido Obrero Independiente” y otras pequeñas fuerzas que se aglutinaron bajo el amparo de las candidaturas Trujillo-Estrella Ureña.
La “Confederación de partidos” resultó triunfante, pues a pocas semanas de las elecciones se apropiaron del control de la Junta Central Electoral y sometieron a la población a un terrible ambiente de represión política en que participaba el ejército y la pandilla que había organizado Trujillo para imponerse en el certamen electoral, obligando a los candidatos opuestos a sus intereses a tener que abstenerse de participar en el proceso, decisión que fue impuesta a “sangre y fuego”. Trujillo se impuso, y la pandilla de delincuentes que todos conocían como “La 42”, fue instrumento importante, junto al ejército, para alcanzar la primera magistratura del Estado.
En las elecciones “La 42” atacó a los opositores
De acuerdo a Félix Evaristo Mejía–testigo importante de los acontecimientos de 1930—, la represión impuesta por Trujillo para ganar las elecciones fue terriblemente sangrienta y se inició un día de abril en el que la “Alianza” dio una demostración de fuerza en el Parque Colón. La multitud que se aglomeró para apoyar las candidaturas antitrujillistas, hizo que el jefe del Ejército ordenara de inmediato la acción de los militares contra los concurrentes, llegando a mandar a que varios aviones sobrevolaran la manifestación, y los militares a caballos atacaran la multitud repartiendo macanazos y haciendo disparos:
“Las ametralladoras tabletearon y los fusiles dispararon, aunque al aire, para sembrar el pánico y la confusión que habían planeado. Y así fue; la manifestación se dispersó con la rapidez propia en esos casos, sin haber podido llenar tampoco su último cometido. (…). A partir de ese momento no fue posible celebrar ninguna otra reunión, ni pública ni privada; ya no se pudo laborar, porque “La 42” se hizo dueña absoluta de la situación; arbitra de los destinos del país. (3).
Debido a que la oposición reclamó ante la Junta Central Electoral que tomara el control del proceso impidiendo la participación de los militares a favor de Trujillo, pues los mítines en las ciudades y las caravanas de vehículos de los candidatos de la “Alianza” eran atacados a tiros, lo que impedía el normal desarrollo de su campana electoral, se emitió una resolución obligando a la concentración de los militares en sus cuarteles. Sin embargo, esto no impidió que los miembros del ejército siguieran apresando y atacando a los líderes aliancistas.
Ante el acuartelamiento militar, la estrategia del futuro dictador sería la utilización de manera abierta de la agrupación pandillera, la que tuvo luz verde para actuar a todos los niveles, llegando inclusive, como lo plantea el historiador Bernardo Vega, a utilizar la banda de delincuentes contra instancias judiciales que debían tomar decisiones jurídicas relacionadas con las elecciones. (4):
“Cuando la Corte de Apelación de Santo Domingo iba a dictar su fallo sobre los recursos legales intentados por la “Alianza Nacional Progresista”, se encargó “La 42” de impedirlo. Invadido una turba, provista de revólveres y armas blancas, el local de la Corte. Los jueces, ante una inminente agresión, abandonaron sus puestos. Fueron perseguidos hasta en sus respectivos hogares. Ellos se ocultaron y desistieron de sentenciar. En esos mismos días fue reducido a prisión, en un allanamiento de su hogar, por “La 42” el candidato de la Alianza, Federico Velázquez Hernández”. (5).
La utilización de bandoleros armados era una práctica que Trujillo venía desarrollando desde muchos años antes y se recuerda el día en que se discutió en el Congreso, en 1926, el tema de la prolongación del gobierno de Horacio Vásquez. Llegado el momento para la aprobación de la ley electoral que garantizaba por dos años más el continuismo de gobierno del viejo caudillo, Trujillo utilizó a favor de ese propósito a miembros del ejército, como lo estableció el periódico “Nuevo Domingo” del 16 de abril de ese año, al decir que fue grosera la presión oficial ejercida por medio de amenazas militares, y fueron apostadas ametralladoras en la Fortaleza Ozama apuntando hacia el salón de la Cámara de Diputados, mientras: “una canallesca de descamisados, armados hasta los dientes, ejerció presión desde el público, profiriendo insultos y lanzando silbatos contra los diputados de la oposición”. (6).
Tal y como lo narra Juan Isidro Jimenes Grullón, médico egresado de prestigiosa universidad de Paris que había regresado a Santo Domingo en 1929, y fue víctima de la represión del gobierno de Trujillo en 1934, el jefe militar terminó imponiéndose a las autoridades responsables de verificar la validez de las votaciones y legalidad de la Junta Electoral que dirigió finalmente el proceso; quienes sucumbieron a la presión de las turbas y de “La 42”:
“Velázquez puso seguidamente el caso en manos de la Corte de Apelación—dice Jimenes Grullón—con miras de probar la ilegalidad de esta nueva junta. El estudio de la demanda fue fijado para el día 15 de mayo. Dos días después, cuando los jueces estaban listos para dar sentencia, los salones de la Corte fueron invadidos por una turba desordenada que pedía la vida de los jueces. A causa de esto, los miembros de la Corte se retiraron sin dar su opinión sobre el asunto. (…). La retirada de “la Alianza” de la lucha electoral facilitó ampliamente el desenvolvimiento de los planes de Trujillo. Las elecciones se llevaron a cabo el 16 de mayo de 1930, sin oposición. (…). Los encargados del cómputo fijaban a su antojo, cerradas ya las urnas, el número de los votantes”. (7).
Con las acciones de “La 42” y del ejército, Trujillo logró imponerse como candidato “vencedor” en las elecciones de mayo de 1930. Proclamado el fraudulento triunfo electoral, los líderes oposicionistas optaron por pasar a la clandestinidad mientras otros buscaban la forma de salir del país de manera secreta “para evita el ser vejados o maltratados con una detención a todas luches arbitraria y, en casos extremos, atropellados por los sicarios a sueldo, que desde un principio contribuyeron con sus desafueros y desmanes al fortalecimiento de los planes desarrollados por el brigadier Trujillo Molina para adueñarse del poder y consolidarse luego en el mismo”. (8).
Los orígenes del nombre de “La 42”
El historiador Orlando Inoa, en un artículo publicado en mayo de 1997 en el suplemento cultural “Isla Abierta” del periódico Hoy, titulado “La vida cotidiana al inicio de la Era de Trujillo”, plantea las tres versiones más conocidas relacionadas con el nombre de la famosa pandilla trujillista:
1) la aportada por el historiador norteamericano Robert D. Crassweller, quien dice que el nombre le vino porque los pandilleros se movían en “un carro Packard rojo (“el carro de la muerte”) ostentando en la parte delantera un letrero con el número 42, de donde le vino su nombre. 2) La segunda versión la recoge de Jacinto Gimbernard quien en su biografía sobre Trujillo dice que “La 42” hacía “alusión a la 42va. Compañía de U.S. Marine Corps, de terrorífica recordación” y 3) la contenida en el testimonio de Andrés A. Font Bernard, referida a que “en la calle José Trujillo Valdez No. 1 (hoy Duarte) esquina Capotillo (hoy avenida Mella) existía una ferretería llamada El “42”, (…), y que en la parte alta de la ferretería estaba el cuartel de Miguel Ángel Paulino. (9).
Relacionada con la versión de que el nombre la pandilla lo adquirió durante la ocupación americana de 1916, el historiador Franklin J. Franco Pichardo (fallecido hace unos cuantos años), plantea que esa banda “fue bautizada con el nombre de “La 42” en recordación de una compañía del Ejército Norteamericano que tenía ese número, famosa por los crímenes y abusos que cometió contra la población civil. La misión de “La 42” era la intimidación por medio del terror y muy particularmente el asalto a las reuniones de la Alianza Nacional Progresista. (…). El dictador Gerardo Machado, Presidente de Cuba, a solicitud de Trujillo, a mediados de abril, envío una importante contribución en armamentos destinados a las bandas de Trujillo”. (10).
Por otro lado, el historiador francés Lauro Capdevila, dice en su libro “La dictadura de Trujillo”, que “La 42” fue organizada a principios de abril de 1930 en medio de la campaña electoral y se calculaba en esos días que esta fue responsable del asesinato de más de cien dominicanos. (11).
Una de las definiciones más interesante sobre el papel de esta banda paramilitar, organizada por Rafael L. Trujillo para imponer su dominio político sobre la República Dominicana desde antes de ser juramentado como presidente, la trae Félix Evaristo Mejía en su libro publicado en México en 1951 “Viacrucis de un pueblo”, cuando explicando lo que era “La 42”, dice:
“Sintetizando podríamos decir que era una pandilla de maleantes bajo el mando inmediato de un desalmado, que a su vez estaba bajo las ordenes inmediatas y directas de Trujillo. Aunque vestían de civil, recibían sueldo, armas y consideraciones militares. Tenían su Cuartel General en la barriada más populosa de la Capital: en Villa Francisca; y se reportaban diaria y repetidas veces a Fortaleza Ozama”.
“Cada uno de sus componentes tenía por credenciales, condición sine qua non, una o varias muertes, atentados al pudor, falsedades, fechorías y crímenes en general; se tenía que ser enemigo de la sociedad; estar o haber vivido al margen de la ley. El nombre ¿de dónde lo sacaron?- pues sencillamente, del famoso cañón alemán, por sus estragos”.
Y continúa explicando Evaristo Mejía:
“Era una especie de La Mazorca, de Juan Ml. de Rosa, de la Sociedad Popular, del Dr. Francia o de La Porra, de Gerardo Machado, con la única diferencia que, mientras los mazorquistas, populares y agrupaciones, los “42” tenían que estar entrenados para ser admitidos a la institución, según hemos dicho. Su jefe, Miguel Ángel Paulino, merece párrafo aparte. (….). Decir de Paulino en esos días era decir terror. Constituyó una verdadera calamidad pública; una pesadilla para la ciudadanía, que veía en él una máquina de matar y atropellar. (…). Las cosas de aquel no son para contadas si se les comparan con las de nuestro Paulino (…). Los demás miembros, sus pupilos”. (12).
Los jefes de “La 42” eran militares y civiles delincuentes
Sobre los jefes de esta banda delincuencial no existen muchas informaciones. Se tiene entendido que su dirección se encontraba dentro de la oficialidad del Ejército y que el máximo jefe operativo, además del mandato directo de Trujillo, lo era Miguel Ángel Paulino, quien, durante las elecciones fue director de campana de la “Confederación de partidos” en la parte alta de la ciudad capital. (13).
También son señalados como miembros de la pandilla a un delincuente apodado Cuchín Lora y un tal Chichi Puentes Rubirosa, de quien se dijo posteriormente que había sido el responsable de la muerte de Sergio Bencosme en los Estados Unidos. (14). Por igual, Mauricio Báez, que luego encontró la muerte a manos de los esbirros de Trujillo, acusó en uno de su discurso a Félix W. Bernardino de ser integrante de la banda. Bernardino, amigo íntimo de dictador, luego se destacó como líder del cuerpo paramilitar conocido como “Los jinetes del Este”. (15). Por igual, en esa banda participaban algunos inmigrantes caribeños, entre ellos algunos puertorriqueños.
Los carritos de la muerte impusieron el terror
Muchos de los que vivieron los azarosos días de la primera década de la dictadura de Trujillo escribieron sus testimonios encontrándose en el exilio, tal y como sucedió con Juan Isidro Jimenes Grullón que puso a circular en 1951 su obra “Una Gestapo en América”; Luis F. Mejía que publicó en 1944 su libro “De Lilís a Trujillo”, y Félix A. Mejía, que puso a circular “Viacrucis de un pueblo” en 1951.
Estos autores y otros que escribieron antes o posteriormente a ellos, siempre que se refieren a “La 42” hacen alusión a la utilización de vehículos marca Packard para imponer el terror en las ciudades. Estos carros formaban parte de la flota adquirida por el gobierno dominicano para ser utilizados por los funcionarios y empleados de las diferentes secretarias de Estado, incluyendo el Ejército.
Siendo Miguel Ángel Paulino oficial del Ejército, además de que fue encargado de la campaña electoral de Trujillo en la parte alta de la ciudad, era lógico que él y sus hombres utilizaran algunos carros de la citada marca. Estos vehículos comenzaron a llegar a la República Dominicana durante el gobierno de Horacio Vásquez (1924-1930), y la adquisición del gobierno se inició al finalizar el mes de noviembre de 1926, de acuerdo a una nota aparecida en el periódico Listín Diario del 1 de diciembre, que tituló “El Gobierno dominicano compra Packard por economía”:
“Parece que el Gobierno Dominicano atendiendo a diversas razones económicas ha resuelto comprar ahora y en lo sucesivo carros Packard—dice el Listín Diario—para el Servicio de las Secretarías de Estado, las cuales eran atendidas anteriormente por carros de otras marcas; que hay en realidad de un costo inicial menor, al finalizar de cuentas sobrepasaba en mucho a la adquisición de un PACKARD. Cada año eran consignadas sumas para compra de automóviles que fluctuaban entre $1500.00 y 2300.00, estos carros eran usados próximamente un año al cabo del cual, sea por mucho servicio u otra razón, se imponía por el prestigio de las mismas Secretarias de Estado, el renuevo de dichas maquinas”. (16).
Desde que se formó pandilla—dice Luis F. Mejía—el “procedimiento favorito del Generalísimo es matar de sorpresa. En ese caso ejecutaran sus órdenes un desconocido individualmente o un grupo de desconocidos que tripulan un automóvil, llamado por el pueblo La Lechuza o el Carrito de la muerte. Así asesinaron, en una calle céntrica de Santiago, al estudiante de veinte años Gerardo Ellis Guerra, cuando paseaba con su novia (…). Pero el procedimiento no tardo en caer en el descredito. Los desconocidos fueron pronto bien conocidos. Cuando El carrito de la muerte hacia su aparición, por lo regular al anochecer, en un pueblo del interior, sus habitantes se ocultaban y las puertas de las casas eran cerradas con presteza”. (17).
De esos vehículos, que se convirtieron en símbolos de terror en los años treinta, se dice que los pandilleros lo pintaban con sangre de toro, como una forma de hacer más temerosa su presencia, que no solo atemorizaba, sino que sus ocupantes secuestraban y mataban. En la parte delantera, tal y como lo refiere Nicolás Silfa en su libro “Guerra, traición y exilio”, “el carro llevaba, en la parte delante, un letrero bien grande con el no. 42”. (18).
Un espeluznante crimen cometido por “La 42”
En los días posteriores a las elecciones, las pandillas bajo las ordenes de Trujillo actuaban sin ningún control contra los opositores; muchos seguidores de la “Alianza Nacional Progresista” encontraron la muerte, otros fueron apaleados y llevados prisioneros a la cárcel de la Fortaleza Ozama, al presidio de Nigua, y a la cárcel de la Fortaleza San Luis en Santiago de los Caballeros.
Entre los más de cien asesinatos cometidos por la pandilla, las muertes más terribles sucedieron en San José de las Matas la noche del 1 de junio de 1930, a pocas semanas del fraude electoral: bandoleros que se rumoró pertenecían a “La 42”, dieron muertes a los esposos Virgilio Martínez Reyna y Altagracia Almanzar. Esta, en estado de gestación, fue acuchillada hasta quitarle la vida; lo mismo sucedió con su esposo:
“La noche del día indicado una pandilla de forajidos mandada desde Santiago por José Estrella, le tumbó las puertas de su hogar e irrumpió hasta el lecho conyugal, donde fue picado a machetazos y puñaladas. La esposa, que presencia la escena, presa de un dolor, un horror infinitos, aborta incontinenti, ya que estaba próxima a dar a luz, en plena e inútil lucha en defensa de su compañero, para caer, lo mismo que este, abatida al filo de las viles armas”. (19).
Con estas muertes quedó por siempre marcada la dictadura de Trujillo, tanto que en los años cuarenta, cuando el responsable directo de los horrendos crímenes pareció caer en desgracia por supuestamente haber perdido el favor de Trujillo, el gobierno, tal vez tratando de limpiarse la sangre derramada por la citada pareja, ordenó el apresamiento y juicio de José Estrella, quien confesó haber dirigido la macabra operación; pero se dice que todo aquello fue una falsa montada por el régimen.
Así nació la dictadura en 1930, teñida en sangre, cabalgando sobre el lomo de un golpe de Estado que supo imponer a Trujillo por encima de las leyes, la constitución y la vida. En ese triunfo tuvieron gran responsabilidad, por la saña y violencia con que actuaron, el ejército y la pandilla de facinerosos que todos conocieron como “La 42”.
(Notas: (1). Véase Luis F. Mejía, De Lilís a Trujillo, Santo Domingo, Sociedad Dominicana de Bibliófilos, 2011, pp. 353-355; (2). Véase la tesis de grado de Alejandro Paulino Ramos, Sonia Medina y Yocasta Méndez, Análisis socio-histórico y premisas de la ascensión de Trujillo al poder, 1924-1930. Santo Domingo, UASD, 1980, pp. 459-465; (3). Félix Evaristo Mejía, Viacrucis de un pueblo. Santo Domingo, Sociedad Dominicana de Bibliófilos, 199, p. 40. La primera edición fue publicada en México 1951; (4) Bernardo Vega, Los Estados Unidos y Trujillo. T. I. Santo Domingo, Fundación Cultural Dominicana, 1986, p. 50; (5). Luis F. Mejía. De Lilis a Trujillo. Santo Domingo, Sociedad Dominicana de Bibliófilos, 2011, p. 369. La primera edición fue publicada en Caracas, en 1944; (6). Nuevo Domingo, 16 de abril 1926; (7). Juan Isidro Jimenes Grullón, La Republica Dominicana (análisis de su pasado y su presente). Santo Domingo, Sociedad Dominicana de Bibliófilos, 2004, p. 167; (8). Rafael Alburquerque Zayas-Bazán, Años imborrables. Santo Domingo, AGN, 2010, p. 30; (9). Para más detalles sobre el nombre de “La 42” consúltese a Orlando Inoa, “La vida cotidiana al inicio de la Era de Trujillo”, Isla Abierta, sábado 3 de mayo 1997, 11; (10). Franklin Franco, “La 42, banda del tirano, llevó pánico y terror a la población”. Periódico La Noticia, 28 de abril 1991; (11). Lauro Capdevila, La dictadura de Trujillo: República Dominicana 1930-1961. Santo Domingo, Sociedad Dominicana de Bibliófilos, 2010, p. 42; (12). Félix A. Mejía, ob. cit., p. 39; (13). Fernando Infante, Biografía de Trujillo. Santo Domingo, Letra Grafica, 2009, p. 60; (14). Carmita Landestoy, Yo también acuso. Santo Domingo, AGN, 2011, p. 58. La primera edición salió en Nueva York en 1946; (15). Eliades Acosta, La telaraña cubana de Trujillo. T. Santo Domingo, AGN, 2012, p. 497; (16). “El Gobierno dominicano compra Packard por economía”. Listín Diario, 1 de diciembre 1926; (17). Luis F. Mejía, ob. cit., p. 463; (18). Nicolás Silfa, Guerra, traición y exilio. Barcelona, España, IPSAG, 1980, p. 107; (19). Félix Evaristo Mejía, ob. cit.).