El vocablo “calié”, que forma parte del lenguaje de los dominicanos, remite a la figura de una persona común, por lo general del ámbito civil, de condiciones económicas que rayan en la pobreza, con estrechos vínculos con las autoridades y el partido de gobierno, y que recibe un sueldo proveniente del Partido Dominicano, la oficina de la Presidencia, de la Secretaría de lo Interior y Policía, o del Servicio de Inteligencia Militar (SIM).
El “calié” era un agente, un espía pagado con los fondos del Estado, que formaba parte de una estructura organizada y dirigida desde las altas instancias de los servicios de inteligencia del gobierno, con funciones de vigilancia, policiales, aplicación de torturas y del crimen por órdenes superiores, lo que no impedia que el pueblo, por desconocimiento de las interioridades de esa estructura, lo confundiera muchas veces con el simple “soplón” o “chivato” que apoyaba y nutría con informaciones las ejecutorias de los caliés, a cambio de condescendencias o magros beneficios derivados del ámbito oficial.
Los caliés como parte de la dictadura
Desde mucho antes de ascender a la presidencia, en su condición de jefe de la Policía Nacional Dominicana Rafael L. Trujillo organizó una estructura de inteligencia secreta, formada con el fin de utilizarla en la persecución política, integrada por civiles y militares. Con el tiempo, ese aparato coordinado por oficiales de la absoluta confianza del gobernante, se amplió sin dejar un solo espacio de la sociedad en que no estuviera presente su actividad delatora: profanó la intimidad del hogar; se apoderó con su presencia de las calles y barrios del país; abarcó la totalidad de las oficinas del Estado; actuó sin miramiento en las instituciones castrenses y trascendió en su accionar más allá de la frontera dominicana. El pueblo identificó a esos agentes secretos con el mote de “calié”, o “caliés” cuando se trataba de más de uno de ellos.
Los miembros detectados como tales, y los que actuaban infiltrados, al amparo de la disimulación convertidos en sus contrarios, eran tenidos como simples delatores y espías al servicio de la dictadura, sin que se pudiera determinar con exactitud cuándo esas personas actuaban por encargos, recibían salarios de las instancias en que estaban adscritos, o simplemente asumían la condición de “soplones” para recoger informaciones en sus entornos sociales y familiares, con el fin de mostrarse complacientes ante el Partido Dominicano y cooperar con el gobierno por simples simpatías o dadivas, por los que eran tenidos también como “camarones”, “orejas” y “chivatos”.
Una palabra excluida de los libros
La palabra calié, que parece fue usada en épocas anteriores a 1930, desapareció casi por completo durante los treinta años de dictadura; no así las actividades de espías relacionadas con el término. A partir de una revisión bibliográfica y hemerográfica más o menos exhaustiva, se puede determinar la ausencia del referido vocablo en los textos publicados antes de 1961, tanto por los apologistas del régimen como por los desafectos del mismo.
Tampoco se ha podido ubicar la palabra calié en los escritos publicados en el extranjero por los políticos antitrujillistas, aunque no se descarta que en la prensa de Venezuela y Cuba, lugares en que hubo concentración de exiliados dominicanos, principalmente, pudiera tal vez aparecer el vocablo. Sí se ha podido determinar que a lo largo de los treinta años de gobierno de Trujillo, los delatores, espías y soplones fueron una constante, y que no se debe descartar del todo que algunas personas, de manera discrecional, utilizaran el calificativo.
Al parecer, fue a finales del periodo 1950-1961, que el vocablo se popularizó en reducidos sectores de la población y en especial entre los tenidos como opositores y se fue generalizando a partir de los primeros días de la muerte de Trujillo. Los “caliés” irrumpieron como tales a partir de 1960, cuando el Servicio de Inteligencia Militar (SIM) intensificó la labor de persecución política haciendo que muchos de sus agentes quedaran evidenciados ante la población; igual sucedió con los que suplían informaciones sin ser miembros del SIM. Varios de estos también comenzaron a ser señalados como “chivatos”, tal vez porque sus actividades a veces ocasionales, descansaban en averiguar o tener conocimientos de actividades que se organizaban contra el régimen, y al enterase de las mismas las transmitían a los miembros del SIM, que eran los tenidos como verdaderos “caliés”, que los había en todos los barrios, pueblos y ciudades. Desde entonces, la acción delatora del “chivato” pasó a ser tenida como la operación de “chivatear”, que era lo mismo que informar o delatar. Hablar del “chivato” posiblemente era una manera de diferenciarlo del “calié” propiamente dicho, que era el portaba armas de fuego, cumplía con un servicio regular, y recibían un sueldo por su servicio.
El significado de la palabra “caliés”.
Investigadores, historiadores y políticos contrarios al régimen de Trujillo, en sus escritos publicados posterior a la muerte de este (1961), aportan breves definiciones de lo que ellos entendieron por “calié” o “caliés”. Casi todos, de una manera u otra, coinciden en relacionar esa voz con la condición de espiar, delatar y de informar:
Por ejemplo, durante la guerra de abril de 1965, el historiador Emilio Rodríguez Demorizi, publicó en el periódico “Patria” el Vocabulario de la revolución constitucionalista. En él se dice que calié es el “espía, delator, de la Era. Voz misteriosa cuyo origen no ha podido precisarse.[1] También dice Demorizi, que chivatear era “denunciar, delatar”, mientras que el chivito lo define como el “delator”. En cuanto al vocablo “chivatear”, que también se hizo popular en el lenguaje dominicano, dice Max Uribe en su Diccionario de dominicanismos y americanismos: palabras y sus orígenes (2008), que esa palabra “es verbo transitivo que se aplica a la persona que es objeto de una delación ya fundada o ya calumniosa”.[2]
Por su parte, el abogado que fue antitrujillista Rafael Alburquerque Sayas Bazán, en su libro Años imborrables: episodios autobiográficos (2010), cuenta que durante la dictadura él estaba continuamente “vigilado por los espías al servicio del régimen, conocidos con el apelativo de caliés”,[3], mientras que Cesar A. Saillant Valverde, citado como secretario personal de Ramfis Trujillo, afirma que los “agentes encubiertos” eran llamados “caliés”.[4] Por igual, resulta interesante el aporte de Alonso Rodríguez Demorizi, hermano de Emilio, quien en una cronología llevada en secreto durante los años de la dictadura, que luego publicó el AGN con el título de Drama de Trujillo: cronología comentada Nueva Canosa (2012), de que “caliés” le decían a “los esbirros y espías del Trujillato”.[5] En el mismo sentido, el destacado historiador cubano Eliades Acosta, que labora como investigador en el Archivo General de la Nación, anota en uno de sus textos sobre Rafael L. Trujillo, lo siguiente: “Según un diccionario consultado, “calié” es un dominicanismo que significa agente secreto (o informante)”.[6]
El profesor Juan Bosch, quien fue recurrente en la explicación del fenómeno del “caliesaje” en la política dominicana, trae en uno de sus textos la siguiente observación: para él la palabra caliés era utilizada en la República Dominicana para señalar a las personas que lanzaban “contra los acusados a la policía política, algo que justifique la persecución, el apresamiento, la tortura o el destierro. (…). En Venezuela—dice Bosch—se les llamaba “esbirros”; en la Cuba anterior a Castro, “apapipios” y “chivatos”.[7] Bosch anotó también que caliés se llama “a los hombres que acechan”,[8] y los señalas como personas que eran por lo general “desechos sociales”.
Para configurar lo que podría ser una definición amplia de lo que significó el “calié” para los dominicanos, podríamos añadir a las anteriores explicaciones la que aparece en el periódico 1J4, órgano del Movimiento Revolucionario 14 de Junio, cuando se refiere a los espías como “esa miseria humana que tanto daño ha hecho a este país. Ese cáncer de la tiranía que todavía campea por sus respetos en nuestras ciudades y poblaciones (…); instrumentos de barbarie, delación, tortura y asesinato y demás tropelías con que contaba Trujillo para intimida a este pueblo”.[9]
Un vocablo con raíces en el siglo XIX
El vocablo “calié” no tiene su origen en tiempos de la dictadura de Trujillo. Estudiosos de las actividades realizadas por los espías de los gobiernos dominicanos, han ubicados el uso de esta palabra a finales del siglo XIX y hasta un poco más atrás.
Por ejemplo, Francisco Modesto Berroa Ubiera, historiador y profesor de la Escuela de Historia de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, aporta el dato de que el vocablo “tiene su origen en la palabra francesa "cahier" que significa cuaderno o libreta de bolsillo, y con esa misma palabra se nombra al que escribe en el cuaderno”. Explica también que el término era utilizado durante la dictadura del general Ulises Hilarión Heureaux Level (a) Lilís, quien “constituyó un nutrido cuerpo de inteligencia en todo el país, los cuales tenían en su poder un cuaderno (cahier) para hacer anotaciones y disponían de un libro de bolsillo contentivo de un código telegráfico secreto que usaban para dar sus informes secretos vía telegráfica”.[10]
Coincidiendo con el profesor Berroa Ubiera, el investigador Eliades Acosta, en su colección de documentos de la dictadura de Trujillo publicados por el AGN, explica la procedencia de la referida palabra: “Según un diccionario consultado, “calié” es un dominicanismo que significa agente secreto (o informante)” cuyo origen se ha buscado en el término francés “cahier”, que significa cuaderno o libreta de apuntes, donde el espía toma nota. Como se sabe, Trujillo fomentó un verdadero ejército de calieses a su servicio”.[11]
Los espías de Trujillo antes de 1950
Trujillo siempre tuvo un ejército de espías, que formó a través de una práctica represiva que tuvo puntuales organizadores en el Servicio de Inteligencia del Ejército y en el Servicio Secreto de la Policía, pero que integraba, como parte de la estructura represiva, la labor de un conglomerado instruido y dirigido con el fin principal de recabar informaciones que sirvieran para el control político de la población, y que recibían sus directrices de la Presidencia y sueldos desde Interior y Policía y del Partido Dominicano. En las medidas que la dictadura iba modernizando su sistema de espionaje, de esa misma manera iba creciendo el aparato de control, integrando a los civiles en actividades que por mucho tiempo habían sido casi de la exclusividad del sector militar.
En los años cincuenta del siglo XX, fue cuando el presidente Trujillo puso más atención a la reorganización de los servicios de inteligencia. Especialmente, a través del Servicio de Inteligencia Militar (SIM), desde 1957, fue—como dice Juan Bosch en uno de sus textos—que la “maquinaria de la dictadura funcionó con más eficiencia y amplitud en la aplicación del terror, (y) lo hizo a través sobre todo de civiles, con los caliés y los torturadores de Johnny Abbes García”;[12] pero la historia de esa forma de proceder tenía sus raíces muchos años antes de que se iniciara la dictadura de Trujillo.
En sus orígenes, a finales del siglo XIX, el dictador Ulises Heureaux (Lilí) estableció un sofisticado sistema de espionaje, el más efectivo de la época republicana hasta 1900, que solo pudo ser superado diez y seis años después, organizado por el gobierno militar de ocupación americana (1916-1924). De la experiencia norteamericana, Trujillo, que fue miembro de la “Guardia nacional” aprendió de sus instructores y copió posteriormente lo que sería la modalidad del sistema de inteligencia que utilizó a lo largo de sus tres décadas de gobierno.
La historiadora Mu-kien Adriana Sang, en su estudio “Ulises Heureaux, el dictador de la modernidad positivista”, publicado por la Academia Dominicana de la Historia (2019), describe la forma en que el dictador de finales del siglo XIX, aplicó los mecanismos de represión para controlar a sus enemigos políticos, para lo que utilizó el Código Telegráfico o Código de la Muerte, con el que el mandatario se comunicaba con sus colaboradores en todo el país, enviando “vía del telégrafo” los detalles de sus pesquisas. El dictador estaba informado al instante de cuanto acontecía en el país. Era un mecanismo eficiente para aplicar la represión”.[13]
A través de ese dispositivo que utilizaba el telégrafo, el presidente Lilís instruía a sus espías para dar seguimiento a los movimientos revolucionarios que se organizaban tanto en el país como en el extranjero, y recomendaba observar la conducta de los familiares de los opositores, con el fin de conocer sus planes. Y les instruía a sus agentes y funcionarios: “Encargue una persona habilidosa, de esas que no se meten en política y que son políticos de los pies a la cabeza, para que se acerque a uno de los sospechados y habilidosamente averigüe lo que hay”.[14] En ciertas formas, de lo que se trataba era de poner a su servicio a personas civiles, que no levantaran sospechas y de esta forma mantener al gobierno informado de todo lo que pasaba. Con el tiempo, posterior a su muerte, esta forma de actuar se hizo más efectiva.
Durante la ocupación norteamericana, el sistema de espionaje se hizo más eficiente. De acuerdo con Arthur J. Burks, que fue jefe de la Sección de Inteligencia de la Brigada del gobierno americano, se formó un equipo de agentes nativos “dispuestos a trabajar en contra de ellos-(los dominicanos)-y que no odiara demasiado a los marines para trabajar en su beneficio”, los que recibirían a cambio un salario aproximado de 15 dólares.[15] Algunos de esos espías se mezclaban con sectores de interés, y se hacían asiduos visitantes de lugares en los que eran celebradas conferencias y reuniones políticas. De esa forma, informaban “palabra por palabra” lo que se comentaba en esos encuentros.
El sociólogo-historiador José del Castillo, en su ensayo “Aventura de un marine en el país de los cuarterones”, describe con sobrados detalles la forma en que Arthur Burks ayudó a crear la red de inteligencia del gobierno americano, cuando citando al autor de El país de las familias multicolores, dice lo siguiente:
“Mis gentes, tanto los de tiempo completo como los de tiempo parcial, eran turcos, haitianos, dominicanos, franceses, alemanes y uno canadiense: marines, alistados y oficiales”. Cada agente tenía un número y los informes de cada uno iban con el numero señalado, de modo que el general pudiera mirar en su lista, mantenida bajo cerradura y llave, para ver quien lo había hecho”.[16] En el Archivo General de la Nación (AGN), reposan debidamente organizados, decenas de legajos conteniendo una parte de los informes hechos llegar por los espías a la Brigada de Inteligencia, registrando las conversaciones, las reuniones y los movimientos de muchos de los visitantes a restaurantes, clubes y sitios públicos.
Posteriormente, y ya en tiempo de la dictadura de Trujillo, el sistema de organizar la red de espías recuperó esa experiencia y cobró nuevos bríos, combinando las actividades de inteligencia del Ejército y de la Policía, con acciones puntuales del Partido Dominicano, que además de controlar la población civil en términos políticos, ayudo a ampliar la red de informantes a nivel nacional que abarcó las actividades públicas y privadas y todas las áreas administrativas del Estado, un sistema que por décadas estuvo reservado al sector militar.
Espías y control ciudadano.
Desde principios de los años treinta la población comenzó a sentir que el país caminaba hacia el control absoluto de Trujillo, aunque esto no evitó el atrevimiento de jóvenes que fueron tachados de desafectos al régimen debido a que se implicaron en planes antitrujillistas. En los años cuarenta, algunos de estos asumieron prácticas políticas contra el gobierno de manera pública, y con sus esfuerzos organizaron el Partido Democrático Revolucionario Dominicano (PDRD), la Juventud democrática y el Partido Socialista Popular (PSP). Pero sus desafiantes actividades eran permanentemente vigiladas por los espías del régimen. Sus actividades fueron contenidas por el gobierno a partir de 1947, con el aumento de la represión y la vigilancia, apoyado en los organismos oficiales y en la actuación de los agentes y delatores que se movían en los barrios de la ciudad capital y en algunos pueblos del país, principalmente Santiago, La Romana y San Pedro de Macorís.
Testimonio del nivel de vigilancia mantenido por los agentes en el período 1940-1947, lo aporta la que fue funcionaria del Partido y gobierno de Trujillo, la banileja Carmita Landestoy, cuando en 1946, después de salir del país, publicó una valiente obra de críticas contra Trujillo que tituló “Yo también acuso”, en la que señaló que el mandatario era responsable de la corrupción en el Estado y de patrocinar una política criminal contra la población.
Sobre la situación de control a que estaban sometidos los dominicanos, la señora Landestoy dijo entre otras cosas: “El pueblo está espiado dentro y fuera del hogar. Sobre todo el país, hasta en el último rincón hay personas pagadas para vigilar e informar. Además, el Partido Dominicano es una “Gestapo”. Hace dos años que Trujillo formó un cuerpo de espías de jovencitos de 14 a 16 años con un sueldo de 60.00 (sesenta dólares) mensuales. ¡Hasta la niñez está pervirtiendo!. Hace poco, más o menos unos dos años, que también pasó una circular a cada empleado del Gobierno en todo el país, diciéndole que cada empleado debía observar lo que hablaban los otros e informar cuando expresaban algo contra el Gobierno, así es que los ha lanzado a espiarse mutuamente”.[17]
En la administración pública los empleados eran sometidos a un proceso de depuración, y obligados a llenar un formulario ante la Comisión Depuradora de Empleados Públicos. Las preguntas contenidas en el formulario estaban relacionadas con la participación política anterior al ingreso a la administración; niveles de cooperación con el gobierno; actividades del gobierno en las que se participaba; propaganda hecha a favor del régimen; labor especial a favor del gobierno y del partido; antecedentes laborales y actividades políticas antes de pertenecer al Partido Dominicano.[18]
Ese era el cuadro que presentaba el país en relación a las libertades públicas y a los controles oficiales sobre la población, de modos que, como lo explica el exiliado Félix A. Mejía en su libro Viacrucis de un pueblo (1951), la sociedad dominicana vivía bajo un estado de observación directa de los espías, tanto en las activadas públicas, como privadas y familiares:
“Los choferes, las mujeres libres, los empleados de restaurantes, personas indispensables al que apura una copa—dice Félix A. Mejía—, son agentes de Trujillo, porque en esos casos regularmente se cometen indiscreciones e imprudencias. La servidumbre, el limpiabotas, el barbero pueden captar cualquier desliz…también los son; el billetero, el buhonero, el mendigo. En fin, toda esa laya de gente es un posible espía; amen de los profesionales. Las paredes, los árboles, el aire, todo lo que nos rodea; los elementos más comunes e indispensables se tienen por delatores; nadie se atreve a hablar aun en los parajes más remotos y solitarios, porque parece que el contacto con la tierra establece una corriente que va directamente a los oídos del Verdugo”.[19]
Por igual, Juan Isidro Jimenes Grullón, que fue junto a Juan Bosch de los fundadores del Partido Revolucionario Dominicano en el exilio (1939), coincide con Mejía al decir que Trujillo tenía un vasto sistema de espionaje, refiriéndose indudablemente a las actividades ejecutadas por los caliés, aunque no los menciona con ese nombre: “Los espías se presentan en todas partes. Nadie sabe en quién confiar. Las familias sospechan de sus sirvientes; los amigos sospechan de los amigos”.[20] En fin, los dominicanos vivían en un estrés permanente que se transformaba en miedo; a través del temor a ser delatados o llevados a las cárceles y señalados como desafectos, Trujillo mantenía la gobernabilidad necesaria para la perpetuación de su dictadura.
Muestras de actuación de los espías
1. Vigilancia de Silvia Padilla Deschamps: Informe confidencial. 26 de marzo 1946: “Ayer, estuve conversando con Silvia Padilla Deschamps, en su propia casa, para lo cual me presente allí ofreciéndole en venta artículos para mujer, como también poniéndome a su disposición para si ella tenía algún objeto o prenda que quisiera vender, mediante una pequeña comisión para mí. Después de conversar un rato con ella y de pedirle algunas explicaciones sobre lo que era el comunismo, le dije que podía tener completa confianza en mí y que si querían podían utilizarme en la venta del periódico, ya que yo me ocupaba de todas esa cosa. Me expuso, después que parece me hubo tomado alguna confianza, que ellos harían todo lo posible por impedir la reelección del Trujillo y que si lo lograba, continuarían en su labor hasta verlo fuera del Gobierno; que comprendían que esa era una tarea ardua y difícil, especialmente por su falta de recursos económicos, pero que su odio hacia Trujillo les daría fuerza y ánimo para no cejar en su propósito; que si para ello era necesario la utilización de algunas bombas ellos sabrían cómo conseguirlas.
“Me intrigo sobremanera este asunto de las bombas y tengo el propósito de volver a conversar con esta muchacha, a ver si logro que me diga la forma como podrían ellos conseguir bombas, e informar. Silvia y yo estuvimos solas en esta conversación; la otra muchacha—se supone hablaba de Josefina Padilla—, según me dijo, estaba en la Universidad. Ciudad Trujillo, D.S.D., 26 de marzo de 1947”.[21]
2. Vigilancia a miembros de Partido Socialista Popular: “Policía Nacional. Ciudad Trujillo, D.S.D., 19 noviembre, 1946. Núm. 904. Del: Jefe del Servicio Secreto (…). Asunto: Informe sobre el movimiento comunista durante las últimas 24 horas.- “1. Muy respetuosamente, me permito informar a esa Honorable Superioridad, para su conocimiento y fines que considere de lugar, el movimiento de los afiliados al “Partido Socialista Popular” (Comunista), durante las últimas 24 horas.-
Oficina principal-Avenida “José Trujillo Valdez” núm. 66. “Anoche no pudieron perifonear debido a que el martifono se descompuso y no pudieron arreglarlo. Todos los dirigentes, oradores y miembros activos comunistas permanecieron en el local sentados en el suelo hasta después de las 9 p. m.
“Prisión del comunista Nicolás Quirico Valdez. “Anoche a las 9:20 p.m., después de haber abandonado el local de la oficina del Partido Socialista Popular situado en la Ave. “José Trujillo Valdez” #66, por el Raso de la Policía Nacional Neftali Rodríguez Arache, portando una chaveta de zapatero, la cual tenía amarrado en la parte interior de su cintura, lo que constituye una violación a la Ley sobre el porte ilegal de arma blanca. El nombrado Nicolás Quirico Valdez, es un miembro activo del P.S.P., y elemento de malos antecedentes, agitador de la plebe comunista contra las autoridades y altos funcionarios de la Nación, pues su conversaciones siempre son relacionadas con “romper las cabezas de todos esos engreídos, ladrones, criminales” refiriéndose a los leales servidores del Gobierno. El nombrado Quirico Valdez, será sometido en la mañana de hoy a la acción de la justicia por violación a la Ley sobre porte ilegal de arma blanca.
“Residencia de Félix Servicio Docoudray hijo, “Duarte” #10. “Ayer fue visitada por un grupo de “amigos” y tres damas no identificadas que fueron en el carro publico placa #1336, las cuales fueron recibidas en la puerta de la calle por Ducoudray y Chito Henríquez, permaneciendo en la casa cerca de media hora. En la noche fueron a dormir a la misma residencia algunos de los dirigentes del P.S.P.”
“Reunión de la casa de Juan Hernández, calle “Manuel Arturo Machado” esquina “Baltazar de los Reyes” de esta ciudad. “El domingo en la noche se reunieron un grupo de comunistas en esta casa y amanecieron tomando tragos y haciendo comentarios sobre política, etc., Esta casa está situada frente a la de un Policía uniformado que los vigila y que aparentemente no les importa nada a los “camaradas” hacer sus reuniones frente a la autoridad.”
“Carta dirigida al Rector de la Universidad. Este Depto. tiene informes de que los Estudiantes de la Facultad de Derecho de apellidos Brache y Álvarez, estaban redactando ayer una carta dirigida al Rector de la Universidad, por la cual se le pide conceder la inscripción al estudiante Virgilio Díaz Grullón y otros estudiantes pertenecientes a la “Juventud Democrática”, solicitándole a la vez dar explicación de los motivos que tiene la Universidad para negarle la inscripción a esos estudiantes. La carta fue escrita y firmada por varios estudiantes”. “En los demás sectores comunistas nada que informar”. Clodomiro Arredondo Sosa, Mayor P. N”.[22].
Espías en cuerpos armados
Se puede entender, que siendo las Fuerzas Armadas una institución en la que la dictadura tenia operando un Servicio de Inteligencia regular, no se hacía necesario estructurar una unidad de agentes que suplieran informaciones y detalles de lo que ocurría en la cotidianeidad de los militares. Sin embargo, se organizó una especie de servicio secreto con el mote de “los cuarteleros”, es decir, los que actuaban como espías dentro de los cuarteles militares, con la función de “dar seguimientos a cualquier conspiración dentro de esa rama”.
De acuerdo a lo aportado por Nelson Moreno Ceballos en un escrito publicado por la Academia Dominicana de la Historia (2015), este grupo estaba integrado por “cocineros, ayudantes de cocina, barberos, practicantes, cornetas del Ejército. Las funciones eran de vigilancia. Servían como informantes y participaban en asesinatos y otras acciones. Sus actuaciones no siempre tenían que ser conocidas por los superiores del Ejercito, pues operaban como un grupo autónomo, directamente dependiente de Trujillo y del Servicio Secreto”.[23]
En todo el proceso relacionado con la existencia de los espías y soplones que con el tiempo se conocieron como los caliés, estos marcaron uno de los componentes fundamentales para la preservación del régimen de Trujillo, que era el de controlar la sociedad en sus más esenciales actividades cotidianas y así detectar a tiempo cualquier brote de disidencia que pusiera en peligro su gobierno. Por esa razón, la dictadura utilizó permanentemente la figura peligrosa y aterradora del calié, encarnado principalmente en el personaje campesino y urbano no militar, sudoroso, con aspecto de inocente, estudiantes a diferentes niveles, prostitutas de los más diversos cabarets, vendedores de chucherías en una esquina cualquiera, profesores y funcionarios de la Universidad de Santo Domingo, escritores con ínfulas de destacados intelectuales, profesionales, militares, policías, en fin, miles de hombres y mujeres dedicados a la insana tarea de espiar y perseguir a sus semejantes. El espionaje—dice el general Arturo Espaillat que fue jefe del Servicio de Inteligencia Militar (SIM)—“se ha traslado de los salones diplomáticos a nuestras calles polvorientas”, especialmente a partir de la organización del SIM en 1957; pero de estos hablaremos en el próximo artículo en que abordaremos el temas de los “caliés” en los últimos años de la dictadura de Trujillo y la forma en que el pueblo terminó vengándose de sus verdugos.
(Notas bibliográficas: [1] Emilio Rodríguez Demorizi, “Vocabulario de la revolución constitucionalista”. Patria, 2 de septiembre 1965; [2] Max Uribe, Diccionario de dominicanismos y americanismos: palabras y sus orígenes. Santo Domingo, Librería La Trinitaria, 2008, p.153; [3] Rafael Alburquerque Sayas Bazán Años imborrables (Episodios autobiográficos). Santo Domingo, AGN, 2010, p. 6; [4] Cesar A. Saillant, Memorias de Saillant: Memorias-1957-1961. (4). Año 1961 (2), p. 337; [5] Alonso Rodríguez Demorizi, Drama de Trujillo: cronología comentada Nueva Canosa. Santo Domingo, AGN, 2012, p. 255; [6] Eliades Acosta, La dictadura de Trujillo: documentos (1950-1961). T. III, vol. VI. Santo Domingo, AGN, 2012, p. 357; [7] “Bosch refuta a Bonilla Atiles”. En: Juan Bosch, Obras completas. Vol. 33, Santo Domingo, CPEP, 2012, p. 86; ]8] Juan Bosch, Ob. cit., vol. 29, p. 41; [9] El 1J4, número 17 del 2 de diciembre 1961; [10] Francisco Modesto Berroa Ubiera, “Origen de la palabra Calié”, 3 de noviembre 2011. En: Notahistoriadominicana.blogspot.com; [11] Eliades Acosta, Ob. cit.; [12] Juan Bosch, Ob. cit., Vol. 19, p. 34; [13] Mu-kien Adriana Sang, “Ulises Heureaux, el dictador de la modernidad positivista”. En: Historia General del pueblo dominicano. Vol. IV. Santo Domingo, ADH, 2019, p. 13. Véase también Código telegráfico de uso oficial y privado del gobierno. Santo Domingo, 1895; [14] H. Hoetink, El pueblo dominicano: 1850-1900. Santiago, UCMM, 1985, p.146; [15] Arthur Burks, El país de las familias multicolores. Santo Domingo, Sociedad Dominicana de Bibliófilos, 1990, p.140; [16] José del Castillo, “Aventura de un marine en el país de los cuarterones”. En: Arthur Burks, Ob. cit., p. xxi; [17] Carmita Landestoy, Yo también acuso: Rafael Leonidas Trujillo tirano de la Republica Dominicana. (1946). Santo Domingo, AGN, 2011, p. 56; [18] Nelson Moreno Ceballos, “Represión y crímenes”. En: Historia general del pueblo dominicano. Vol. V. Santo Domingo, ADH, 2015, p. 613; [19] Felix A. Mejía, Viacrucis de un pueblo. Santo Domingo. (1951). Santo Domingo, Sociedad Dominicana de Bibliófilos, 1995, p.61; [20] Juan Isidro Jimenes Grullón, La Republica Dominicana (análisis de su pasado y su presente). Santo Domingo, Sociedad Dominicana de Bibliófilos, 2004, p. 185; [21] Bernardo Vega, Control y represión en la dictadura trujillista. Santo Domingo, Fundación Cultural Dominicana, 1986, p. 118; [22] El informe fue recibido por el presidente de la República mediante oficio 29551, del 19 de noviembre de 1946, firmado por J. M. Bonetti Burgos, secretario de Estado de lo Interior y Policía. En: Archivo General de la Nación, Fondo Presidencia; [23] Nelson Moreno Ceballos, Ob. cit.)