De todas las cárceles establecidas clandestinamente para ser destinadas como prisión de opositores durante la dictadura de Rafael L. Trujillo, la que existió en la isla Beata, distante de la costa de Pedernales, es la menos conocida y sin embargo una de las más crueles, pues los detenidos eran implícitamente desaparecidos y muchas veces para siempre.

El doctor Joaquin Balaguer acompañado de Ramfis Trujillo en 1961

Con una superficie aproximada de 27 kilómetros cuadrados, la isla Beata está ubicada en el litoral caribeño de la República Dominicana y a unos 51 kilómetros de Pedernales. Su territorio despoblado, se encontraba bajo la administración y vigilancia de la Marina de Guerra. Esa condición determinó que en su cárcel los prisioneros que allí estuvieron desde 1959 hasta 1962, y durante la guerra civil de 1965, sufrieron las penurias propias de un campo de concentración, sin que sus familiares ni la sociedad tuvieran la más mínima información de lo que pasaba en aquella extensión territorial a la que eran llevados muchos de los que eran sacados de las celdas de La 40 y de La Victoria, para nunca más regresar al seno de su familia.

Siendo la Beata una dotación militar, todavía no se sabe con certeza a partir de qué momento la isla comenzó a ser utilizada como prisión, pero se tiene conocimiento de que ya era usada en junio de 1959, cuando muchos de los sobrevivientes de las expediciones de Constanza, Maimón y Estero Hondo, unos 140, fueron llevados a los centros de torturas de la dictadura, quedando con vida solo seis de ellos. 

Se sabe con certeza, de que en la isla Beata estuvieron principalmente y en cantidades apreciables, miembros y dirigentes del Movimiento Popular Dominicano (MPD), que ingresaron al país en 1960, y del Movimiento Clandestino 14 de Junio (1J4), apresados a partir de enero del mismo año.

Muchos de estos militantes, que al momento del ajusticiamiento de Trujillo se encontraban en La 40, fueron sacados de ese lugar para ser llevados a la Penitenciaría Nacional de La Victoria, pero el gobierno encabezado por Ramfis y Joaquín Balaguer tomó la decisión, no se sabe por cual razón, de mandarlos para la cárcel de la isla Beata.

Freddy Bonnelly cuenta en su libro “Mis paso por La 40”, que en los días posteriores a la muerte de Trujillo las autoridades tomaron la medida de cerrar La 40 y enviar los presos a la penitenciaría de La Victoria, pero que no todos fueron trasladados a ese lugar: “a algunos los llevaron a la Policía y otros tuvieron menos suerte, pues los mandaron a la isla Beata. Recuerdo que entre los que fueron a la Policía estaba Marcos Troncoso. A estos los llevaban a La Victoria los días de visita. (…). Entre los que fueron a La Beata estaban Juan German Arias (Chanchano), Andrés Méndez Gabot, Alfredo Parra Beato y treinta compañeros más. (…). A los que llevaron a La Beata sufrieron rigores extremos, hasta el punto, como señalé, que para completar su ingesta diaria debían recurrir a lagartos y raíces”.

Eugenio Perdomo miembro del 14 de Junio fue confinado en la isla Beata

Uno de los mencionados por Fredy Bonnelly, el catorcista Juan German Arias (Chanchano), narró los sufrimientos de los prisioneros en la Isla Beata a la periodista Wendy Santana, quien lo publicó en el Listín Diario el 22 de agosto del 2010, con el título “Un soplo de piedad en la tortura”:

“En medio de su desgracia—Dice Wendy Santana—durante sus encarcelamientos, maltratos físicos y morales, Luis Germán Arias Núñez (Chanchano) pudo observar que algunas veces la mano del torturador temblaba, como si no quisiera herir demasiado al que estaba siendo humillado. También pudo percibir que muchos se la jugaron dando de comer, aunque sea migajas, a quienes estaban hambrientos; facilitándoles agua a quienes morían de sed, quitándole las esposas a quienes estaban postrados y compartiendo un poco del aire fresco que Dios les dejaba disfrutar al que tenía el poder en sus manos (…). Germán Arias fue un luchador antitrujillista preso en las cárceles de La 40, La Victoria y en la dotación militar de la Marina de Guerra en la Isla Beata (…)”

Allí, contó Chanchano a la periodista, había algunos militares que se apiadaban de los detenidos: “¡Cómo quisiera encontrar a ese alférez, capitán que comandaba el barco en el que nos trasladaban hacia la isla Beata! Nosotros habíamos pasado la noche entera navegando y algunos habían vomitado y defecado y estábamos como muertos. Tomó una segueta y serruchó una por una; éramos 33 hombres. Él se las jugó y nos decía: respiren, respiren, y también decía pongan las manos como si estuvieran esposados porque nos pueden vigilar”.

“Germán Arias también recuerda que cuando estaba en la celda de La Beata, muerto de frío y de hambre, un marino o varios, porque nunca los vio, les lanzaban trozos de pescado y plátanos de los que habían dejado en los platos los militares de guardia en el sitio. Eso era para Chanchano y sus compañeros de prisión un aliciente porque llevaban varios días comiendo verdolaga del patio, una gramita verde que se usa en ensaladas porque es vinagrosa”.

“Según cuenta, primero les daban harina cruda para que la cocinaran con agua salada de un arroyito, y luego comenzaron a suministrarle un plátano por día a cada uno para que lo salcocharan, pero para que le durara ese tan preciado alimento, a las 10:00 de la mañana se comían la cáscara y en la tarde devoraban la masa. Cuando se acabaron los plátanos”.

“Chanchano dice que su prisión en la isla Beata fue la más calamitosa porque era un sitio de tortura psicológica”.

Otro de los sobrevivientes de La Beata, es el nombrado Nelson, quien fue miembro del MPD en 1960 y subcomandante del “Comando de Santa Bárbara” durante la Revolución de Abril, quien le narró a la periodista Lery Laura Piña sus penurias y ella lo publicó en el periódico 7dias.com el 2 de noviembre de 2015, con el título: El convite de Nelson para los pobres

El joven Wenceslao Guillén de los Panfleteros de Santiago.

“Dormíamos en el suelo. Cuarenta y cuatro hombres. Al que estaba en el extremo, que tenía que pasar por encima de los demás, a veces se le salía la pipí o la pupú, y le caía a otro encima. Al otro día lo vaciábamos en el mar. Porque el mar estaba ahí mismo. Lleno de tiburones, que se les podía poner la mano. No se podía poner un pie en el agua. A los alambres de púas no se les podía poner las manos. Al que le ponía la mano a un alambre de esos lo ametrallaban. Los marinos. Había 21 marinos que nos cuidaban. Veintiún marinos…”

“Y sigue, entre silencios, suspiros y expresiones de pesar, contando los detalles que recuerda de esos días de horror que terminaron cuando la OEA vino a investigar las violaciones a los derechos humanos y el Dictador dispuso liberar a algunos presos políticos”.

Un testimonio poco conocido, es el que aportó Melenio María Cabrera de la Rosa, uno de los catorcistas de la provincia de Monte Cristi. Su entrevista apareció publicada en un video con el título “Único sobreviviente de la isla Beata torturado por Rafael Leonidas Trujillo”, bajo la responsabilidad del canal de youtube Montecristi al dia.com.

Melenio María Cabrera de la Rosa fue encarcelado en la isla Beata, por haber estado implicado en el grupo de montecristeños que en 1960 se vinculó al Movimiento Clandestino 14 de Junio. Entrevistado por “Montecristi al dia.com, relató lo pasado por él y sus compañeros, entre los que se encontraban Félix Cabreja, Caonabo Abel Vásquez, domingo Antonio Peña Castillo y Agustín Martínez Díaz.

German Arias Núñez (Chanchano), fue llevado de La 40 a la isla Beata.

Estando en la referida cárcel, permanecieron 110 días detenidos y torturados y fueron liberados 15 días después de la muerte de Trujillo. Narra el señor Cabrera, que allí en la cárcel de la isla Beata, la mayoría de los militares eran muy malos, entre ellos recuerda a un tal Cristoforo que era conocido como El Tremendo, aunque había otros que eran buenos, como el mayor Demetrio Carraman, y cuenta más:

“Los presos eran sometidos a todo tipo de torturas: si pasaban por el lado de militares y encontraban un pedazo de asbesto cemento nos lo estrellaban a la cabeza. Había unos pedazos de manguera de goma, forrada de lona por fuera, que eran duros como un pedazo de palo con la que nos maltrataban. Lo más terrible era la tortura física y moral. Había un comandante de apellido Rivera que era malísimo.

“Duramos en la Beata 110 días, Demetrio Carraman que no nos maltrataba fue el que sustituyo a Rivera; que nos salvó de la muerte. La alimentación era medio platanito por la mañana con un té de canelilla, un platanito a las doce que parecía un guineíto. Nos los daban crudo para que nosotros los asáramos con un chin de fogata que hacíamos. Teníamos que comérnoslo con cascara para que nos rindiera”.

“Con Carraman cambio la alimentación y nos daban un poco de pescado y harina dulce y amarga que nosotros mismos arreglábamos y nos la entendíamos. Pero en sentido general nos trataban mal, guardia y todos eran malos: que darnos una patá  y una tabaná se echaban a reír. Los mosquitos y los jejenes, y usted sabe, el único “flu” que teníamos puesto era con el que Dios nos echó al mundo.  Estábamos siempre desnudo y durmiendo en el piso pelao”.

De acuerdo con una crónica sobre la cárcel de la isla Beata, publicada por el Diario Libre el 2 de enero del 2010, entre los presos miembros del Movimiento Clandestino 14 de Junio, estuvieron: “Wenceslao Guillén Gómez, Manuel Armando Bueno Pérez, Pedro Jaime Tineo Tejada, Luís Prud’honme, Manuel Medina, Pedro Bourdier, Frank Benedicto Rodríguez, Homero Herrera, Miguel Luna Estrella, Félix Tavárez Vila, Ramón Antonio Hernández, Francisco Ulises Lee, Reinaldo A. Santelises, Ignacio Méndez, Rafael Antonio Cabrejas, Enrique Almánzar, Alfonso Marte, Víctor González, José (Cheché) Contreras, Napoleón Sánchez, José Camilo Disla, Eugenio Perdomo, Eugenio (Cuquito) Pérez, Ramón Liriano, Ramón Mejía, Herminio Polanco, Henry Stridells Cepeda, Pedro Jaime Tineo, Jorge Cury y José Armando (Chichí) Díaz”.

Una información aparecida en el diario La Nación, el 1 de enero de 1962, todavía siendo Balaguer presidente de la Republica, se refiere a presos que fueron llevados a Pedernales, y es muy posibles que desde allí fueran trasladados a la Isla: “Una madre angustiada pide le dejen ver a dos hijos presos en cárcel de Pedernales: otros 18 jóvenes han desaparecido”.

Una madre clamaba por la aparición de sus hijos llevados a la isla Beata

En la crónica periodística, la señora Julia Collado Beltre, residente del sector de Villa Consuelo, reclamaba la aparición de dos de sus hijos que fueron desteñidos en abril de 1961. Ella relató a la redacción del periódico, la forma en la que cuatro policías de “la secreta”, detuvieron a sus dos hijos, llamados Luciano Collado y el adolescente Félix de Jesús Collado, quien solo tenía 17 años.

Narrando las diligencias hechas para encontrar a sus parientes,  dijo que fue a la cárcel de La Victoria, pero que allí le dijeron que en ese lugar no se encontraban y que si quería verlos “y tenía dinero para el viaje, que fuera a Pedernales donde ellos se encontraban presos. Yo no pude ir, pero mande a un amigo y este no los pudo ver”.

Por otro lado, se sabe que la cárcel de La Beata fue suprimida por el Consejo de Estado en 1962, luego de la salida del doctor Balaguer de la presidencia, pero también hay indicios creíbles, porque así lo investigó la Comisión de los Derechos Humanos de la Organización de Estado Americano y lo hizo público en su informe publicado el 5 de noviembre de 1965 (sobre las violaciones de los derechos humanos en la guerra de Abril de 1965), que allí, a esa isla, se volvieron a llevar presos políticos en una cantidad cercana a los 4000 prisioneros, aunque a llegada de la comisión de la OEA, no encontraron en las celdas rastros de esos presos.

Estamos en época de transparencia y parece que se ha ido perdiendo el miedo a contar los oprobios a que fueron sometidos muchos dominicanos durante la tiranía de Trujillo. Quién sabe si todavía algunos de aquellos que estuvieron prisioneros en la cárcel clandestina de la isla Beata o algunas de las autoridades que conocieron de la existencia de ese presidio, nos quieran contar con lujo de detalles, lo que fue esa prisión en tiempo de la dictadura, que espera pacientemente por una historia que todavía no se ha contado.

 

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