Cortesía de Infobae
"En Brasil aparecen bolsones de plata y acá en frente (por Argentina) vimos a unas monjitas que andaban con bolsones de plata, y nosotros discutimos unos calzoncillos. Démosle dimensiones a las cosas, por favor", dijo el ex presidente José Mujica horas después de que su protegido, Raúl Fernando Sendic, presentara su renunciaa la Vicepresidencia de la República, envuelto en denuncias por uso indebido de fondos públicos. Con su habitual picardía, Mujica describió con bastante claridad la excepcionalidad de su país en la región.
Uruguay, la nación menos corrupta de América Latina según el índice de Transparencia Internacional —ocupa el puesto 21º a nivel mundial—, está empantanado desde hace meses en un escándalo de esos a los que no está acostumbrado. La mecha se prendió en junio, cuando el semanario Búsqueda reveló que Sendic había utilizado fondos públicos para comprarse ropa Adidas, dispositivos Apple y joyas, entre otras cosas.
Lo hizo con la tarjeta corporativa de la Administración Nacional de Combustibles de Uruguay (ANCAP), de la que fue vicepresidente entre 2005 y 2009, y presidente entre 2010 y 2013. Si bien ningún otro ejecutivo de la compañía pública realizó gastos comparables en el mismo período, la denuncia podría haberse disipado rápidamente. Pero Sendic tuvo dos obstáculos que le impidieron salir adelante.
El primero, su notable incapacidad para dar alguna explicación coherente y convincente sobre el origen de esos gastos injustificados. El segundo, que ya tenía antecedentes que habían dañado seriamente su imagen. El más grave, haberse presentado durante muchos años como licenciado en Genética Humana por la Universidad de La Habana, a pesar de que esa carrera ni siquiera existe. En febrero de 2016 la prensa uruguaya reveló que Sendic apenas había cursado algunos años de medicina, pero sin llegar a graduarse.
No obstante, hasta hace 15 días, el caso Sendic no tenía mucho de particular. A lo largo de América Latina sobran ejemplos de altos funcionarios envueltos en tramas de denuncias, irregularidades, abuso de los privilegios del cargo y mentiras. Lo llamativo fue la respuesta del sistema político uruguayo en estas últimas semanas, difícil de imaginar en cualquier otro país de la región.
Un político político que miente pone en entredicho el resto de sus actuaciones
En un primer momento, el Frente Amplio (FA) reaccionó como cualquier partido político ante una denuncia que salpica a uno de sus principales dirigentes: se abroqueló en su defensa y denunció una conspiración de sus adversarios. Sin embargo, a medida que la indignación de la opinión pública crecía, fue recalculando. El giro definitivo se produjo el 4 de septiembre pasado. Antes de la que Justicia se expida sobre las acusaciones se manifestó el Tribunal de Conducta Política del partido. En un fallo lapidario, sostuvo que Sendic incurrió en un "proceder inaceptable en la utilización de dineros públicos", con explicaciones "que no son una versión veraz y coherente de los hechos".
Ante semejante resolución, al Plenario Nacional del FA, que se reunía el sábado 9 para decidir qué hacer, no le quedaba más remedio que aplicarle alguna sanción. Sabiéndose sin apoyo, Sendic eligió simplificar el trámite para todos y presentó su renuncia indeclinable, que se efectivizó este miércoles. Lo reemplazó la ex primera dama Lucía Topolansky, esposa de Mujica, padrino político del ex vicepresidente.
Los estándares democráticos de Uruguay
Que un vicepresidente y máxima promesa renovadora de un partido de gobierno renuncie por gastos indebidos con una tarjeta de crédito pagada por el Estado resulta por lo menos curioso en la región de Odebrecht. Es muy probable que lo hecho por Sendic ni siquiera sea un delito, ya que los ejecutivos de ANCAP tenían cierta discrecionalidad para usar el plástico que les ofrecía la empresa. Por eso, su dimisión dice mucho acerca de Uruguay.
"El caso de Sendic ilustra que la democracia uruguaya tiene estándares más altos que en la mayor parte de la región. Yo me enteré en agosto, cuando fue el Congreso de la Sociedad Latinoamericana de Ciencia Política, en Montevideo. En ese momento, los colegas uruguayos nos decían que era muy probable que renuncie. Era interesante porque había politólogos de toda la región, y nos preguntábamos cuál era el verdadero motivo, porque nuestra experiencia indicaba que no podía ser por el uso incorrecto de una tarjeta de crédito. Nos costaba mucho a todos entender algo que para los colegas de Uruguay era evidente: que esa denuncia era un problema para el FA", contó Aníbal Pérez-Liñán, profesor del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Pittsburgh, en diálogo con Infobae.
Está claro que el factor que cambió la suerte de Sendic fue la resolución del Tribunal de Conducta. Que un partido que está en el gobierno hace 12 años tenga una instancia decisoria con la autonomía suficiente para condenar de esa manera al vicepresidente de la República revela una fortaleza institucional que no sólo es difícil de encontrar en América Latina.
"El tribunal fue muy terminante y muy duro —dijo Cardarello—. Está formado por gente que pertenece al FA de larga data, son viejos militantes, algunos de los cuales han ocupado cargos en el pasado. Pero son todos de una conducta y una honorabilidad intachable, y eso le da mucho peso al fallo que se emite. Una vez que se hizo público, no cabía duda de que el partido iba a reaccionar como terminó reaccionando". Es cierto que finalmente Sendic no fue sancionado, ya que no se lo expulsó del partido ni se le prohibió volver a presentarse como candidato. Pero eso se debió a que la dirigencia consideró a la dimisión como un castigo suficiente.
Lo interesante es que este tipo de actitudes no son exclusivas del FA, sino que son compartidas por todos los actores del sistema. "Hace poco —continuó Cardarello— se dio dentro del Partido Colorado el caso de un diputado suplente que estuvo en un escándalo, e inmediatamente se le pidió la renuncia a todos los cargos. Me parece que es algo que está dentro del sistema político, que es muy sólido y muy estable. Los partidos uruguayos están entre los más institucionalizados del continente e incluso me atrevería a decir que del mundo. Se criticaba que el Gobierno se había comido en algún sentido al FA, pero esto demostró que sus estructuras funcionan".
Los partidos uruguayos están entre los más institucionalizados del continente e incluso me atrevería a decir que del mundo.
Tampoco se pueden pasar por alto las características de la sociedad uruguaya. Es evidente que los políticos no son ajenos a la estructura social en la que están insertos. Si Uruguay es un país menos corrupto que otros es también porque sus ciudadanos son menos tolerantes con la trampa y con los atajos. "Uruguay tiene una ciudadanía muy igualitaria en un sentido social y político, y eso aporta —dijo Pérez-Liñán—. Hay una resistencia muy fuerte al privilegio, y hay una idea muy instalada, que 'nadie es más que nadie'. Es un elemento muy arraigado en la forma de hacer política".
Sin negar muchos de los atributos que se le conceden a la política uruguaya, Daniel Buquet, profesor de ciencia política en el ICP, recomendó no exagerar con los calificativos. La razón es que el caso de Sendic tiene algunas peculiaridades que no son tan fáciles de encontrar, y que en alguna medida no le dejaron muchas alternativas al FA.
"Tal vez la lectura que se hace es más positiva de lo que debiera ser —dijo a Infobae—. Esto de que Uruguay tiene niveles de corrupción inferiores debe ser bastante cierto, porque aunque las mediciones no son objetivas, hay muchos indicios indirectos. Pero, por otro lado, creo que el problema de Sendic tiene mucho más que ver con su propia ineptitud. Fue una máquina de meter la pata. Entonces, pienso que un político más astuto habría sabido cómo zafar de la situación".
Además, sería un error creer que los políticos uruguayos son intrínsecamente buenos. Los seres humanos en general, y los políticos en particular, no son buenos porque les gusta, sino porque alguien los obliga a serlo. En este sentido, Uruguay tiene un sistema que alienta la competencia interna. Y cuando se sienten observadas y amenazadas, las personas se fuerzan a comportarse mejor, porque de lo contrario comprometen su futuro.
El FA ha evitado cometer un error muy común: creer que uno tiene que ocultar los errores
"Hay un rasgo distintivo de los partidos uruguayos que el FA reproduce. Tienen un nivel de competencia interna muy abierta y expuesta. Los partidos tradicionales siempre lo tuvieron, con distintos sectores, cada uno con su propia lista. Entonces, cuando surgen problemas de corrupción o de irregularidades, el segmento donde estaría el sospechoso se siente perjudicado y trata de defenderlo, pero hay otro que compite y que puede aprovecharse de ese desprestigio. Entonces, por anticipación, quien tendría incentivos para proteger a un denunciado, puede calcular y darse cuenta de que, si lo defiende, hay otro que puede sacarle una ventaja", dijo Buquet.
Precisamente eso ocurrió dentro del FA. El sector liderado por Mujica, al que pertenecía Sendic, estaba decidido a protegerlo. Sin embargo, la facción moderada, encabezada por el actual ministro de Economía, Danilo Astori, empezó a criticarlo. Cuando el Tribunal de Conducta se expidió, Mujica y los suyos supieron que seguir sosteniéndolo podía inclinar en su contra la balanza de la disputa interna.
¿Es exportable el modelo uruguayo al resto de América Latina?
"Los partidos uruguayos son criaturas muy diversas por diseño, engloban a múltiples fracciones y son naturalmente plurales —dijo Pérez-Liñán—. Por eso el FA ha evitado cometer un error muy común en muchos partidos de gobierno en América Latina: creer que uno tiene que ocultar los errores dentro del propio partido para evitar darle argumentos a la oposición. Es una trampa en la que caen a menudo los grupos políticos que generan un a cultura de la lealtad y del secreto, que termina siendo profundamente destructiva para la democracia. En este punto, el contraste más extremo es entre el FA y el PSUV venezolano, que ha negado por años cualquier error y se ha atrincherado, sosteniendo que cualquier acusación era una acción política de los enemigos. Esto hace que los errores se acumulen a lo largo del tiempo".
La pregunta que desde hace tiempo se hacen politólogos y ciudadanos de países con realidades políticas muy diferentes a las de Uruguay, y con problemas mucho más acuciantes, es por qué no "importar" un modelo que parece más exitoso. Está claro que un sistema político está compuesto por una infinidad de relaciones que no son reproducibles en un contexto distinto. ¿Pero no es posible al menos copiar algunas cosas?
"Las democracias más fuertes y estables son las que tienen partidos más sólidos, con mejor funcionamiento. Obviamente que hay una tradición cultural y un proceso histórico que favorece al caso uruguayo, donde los partidos son anteriores a la conformación del Estado moderno. Pero hay reformas institucionales que se pueden hacer, del sistema electoral, del funcionamiento de las bancadas en el Congreso, impidiendo el fenómeno de la migración partidaria de un bloque legislativo a otro, y del financiamiento de los partidos, para transparentar las campañas. Sumados, estos cambios pueden producir un fortalecimiento de los partidos", afirmó Cardarello.
Las democracias más fuertes y estables son las que tienen partidos más sólidos, con mejor funcionamiento
"No hay una fórmula", aseguró Buquet. Mucho menos en un contexto internacional en el que las identidades y las organizaciones políticas están deteriorándose. Por otra parte, hay muchos casos en los que se sancionan leyes cuyo efecto termina siendo nulo o reducido. Ocurrió en Argentina con la sanción de la ley de Primarias Obligatorias, para favorecer la competencia interna de los partidos. Si bien algunas fuerzas han utilizado la herramienta, al cabo de varias elecciones, las más importantes prefieren no usarla y siguen acordando las candidaturas igual que antes.
"En el tema de la transparencia y la corrupción, yo tengo una idea peculiar —dijo Buquet—. Creo que todos los sistemas democráticos están avanzando en la lucha contra la corrupción a través de nuevas leyes, estructuras y organismos. Las normas son cada vez más restrictivas y los políticos la tienen más difícil para moverse. Pero cuanto más restrictivas son las normas, más probable es cometer alguna irregularidad. Ahí no creo que Uruguay tenga ninguna fórmula para aportar. De hecho la legislación anticorrupción y de transparencia es muy débil, y los mecanismos de rendición de cuentas son muy flojos. En cambio, en México, donde hay un control más estricto, cada vez que hay una elección surgen infinidad de denuncias penales. Lo mismo pasa en Brasil".
Pérez-Liñán tampoco es muy optimista con las reformas. "Está claro que nunca son suficientes para resolver problemas de este tipo, porque en esencia los políticos con poder lo usan para eludir la ley. Entonces se da la paradoja de que se podrían reformar las leyes, pero si los dirigentes usan el poder para construir impunidad, va a ser poco efectivo. Es cierto que ciertas leyes son una condición necesaria, porque si hay crímenes que no están tipificados no se pueden sancionar, pero lo fundamental en el largo plazo es que las sociedades democráticas generen una cultura de la transparencia, del debate abierto, de estar dispuestas a mostrar la información cuando se cometen errores. Esa es la ventaja de la democracia sobre otros regímenes, que tiene mecanismos internos para corregir las equivocaciones".