Caracas, 2 dic (EFE/Rubén Peña).- Tras una campaña marcada por la polarización y la violencia, la oposición venezolana ve las elecciones legislativas del domingo como una oportunidad para abrir el camino hacia el fin de 16 años de socialismo boliviariano puesto en marcha por el fallecido expresidente Hugo Chávez en 1999.
El asesinato del opositor Luis Manuel Díaz, así como otros hechos de violencia denunciados por la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), ha replegado a la oposición a lugares cerrados y protegidos en la recta final de la campaña, cuando había comenzado en las calles y plazas con mensajes cara a cara.
La muerte a tiros de Díaz, dirigente local de Acción Democrática (integrante de la MUD), al concluir un mitin, fue un punto de inflexión en la campaña, pues la oposición responsabilizó al oficialismo del crimen.
El economista y candidato opositor José Guerra ha admitido que el "sistema electoral" es confiable, pero no los "árbitros", en alusión al Consejo
Lilian Tintori, esposa del encarcelado Leopoldo López y la imagen más mediática de la oposición en esta campaña, se encontraba en el acto y denunció que los criminales buscaban matarla a ella.
El portavoz de la MUD, Jesús Torrealba, ha recalcado que el país "está harto de agresiones y amenazas", convencido de que la estrategia del Gobierno "es meter miedo" porque podrían perder la mayoría de los 167 escaños de la Asamblea Nacional que están en liza.
Para arrebatar el poder al chavismo, dirigido desde la muerte de Hugo Chávez en 2013 por Nicolás Maduro, la oposición ha buscado el voto "casa por casa" ante la imposibilidad de competir con la "hegemonía" en términos de medios y propaganda que tiene, según la MUD, el Gobierno de Maduro.
Los opositores han advertido de que si obtienen la mayoría en la Asamblea fiscalizarán a los ministros y destituirán a funcionarios supuestamente nombrados de manera irregular.
También promoverán una ley de amnistía y reconciliación para poner en libertad a los que llaman "presos políticos", entre ellos el mismo López y el alcalde de Caracas, Antonio Ledezma.
Animados por los sondeos y conscientes de que una diferencia en votos no tiene por que suponer una diferencia en diputados, la oposición ha instado a los ciudadanos a votar de forma masiva.
Para eso han convertido las redes sociales, como Facebook o Twitter, en herramientas fundamentales de campaña.
También han advertido de su desconfianza hacia el Consejo Nacional Electoral (CNE) y de un posible fraude electoral, lo que creen sólo puede combatirse con "una avalancha de votos".
El economista y candidato opositor José Guerra ha admitido que el "sistema electoral" es confiable, pero no los "árbitros", en alusión al Consejo.
"Cuando la votación es masiva, allí no hay fraude que valga, no hay ventajismo que valga porque la gente se decidió a cambiar", insistió Guerra.
Torrealba, en nombre de la MUD, también ha dejado claro que la oposición no quiere ganar para "sustituir un sectarismo por otro" sino para "reconciliar y unir" al país.
"Si a pesar de todo el ventajismo estructural del gobierno logramos ganar, aunque sea por un escaño, eso va a significar un terremoto político en Venezuela, la apertura de un proceso de cambio, el ocaso de una hegemonía y el inicio de un nuevo tiempo de rescate de la democracia", apuntó.
En este contexto, la Unasur, con el expresidente dominicano Leonel Fernández como mediador, propuso al Gobierno y a la oposición firmar un documento que les comprometía a aceptar los resultados electorales, pero los antichavistas no lo han rubricado.
Para la MUD no se está compitiendo "solo contra un partido, sino contra el petro-estado, e incluso contra una fuerza armada que se asume a sí misma como revolucionaria, socialista, chavista".
Pese a todo, la oposición está segura de su victoria y pondrá interventores en casi todas las mesas de votación. EFE