La presencia de cuarenta mil soldados norteamericanos y el control absoluto de las elecciones generales de junio de 1966, dieron al Partido Reformista y al doctor Joaquín Balaguer la grave responsabilidad de reorganizar el Estado y lograr un clima social de tranquilidad y bienestar para todos los dominicanos, agobiados por diez años de conflictos políticos en los que habían perecidos miles de ciudadanos.
Solo en el período de los seis meses de la guerra de 1965 la Cruz Roja Dominicana contabilizó más de tres mil muertos, mientras que Bruce Palmer en “Intervention in the Caribbean; the Dominican Crisis of 1965”, calculó para el mismo período una cantidad cercana a los 7 mil. Con tanta sangre derramada, era acertada que la propaganda electoral del caudillo trujillista apuntara a presentarlo como el “Candidato de la Paz”.
Pero todo era una farsa montada y auspiciada por la Organización de Estados Americanos y por los Estados Unidos. Parecía que existía la intención de instalar un gobierno con aparente plataforma constitucional, respetuosa de los derechos fundamentales de la población. En realidad, la vuelta a la presidencia del doctor Balaguer era, en cierto modo, un retroceso que hacía recordar la dictadura, ahora con la implantación del autoritarismo. Para establecer ese tipo de gobierno era necesario aniquilar las fuerzas que desde 1961 habían apostado a la democracia, la libertad y a la convivencia civilizada.
Desde la juramentación del presidente Balaguer las autoridades planificaron inmediatas medidas represivas. Fuerzas civiles y militares asumieron la persecución y el crimen sin que desde el gobierno se tomaran medidas para controlarlas; todo lo contrario, desde las esferas de los mecanismos represivos se promovieron estructuras paramilitares, públicas y secretas, que actuaban a plena luz y hasta desafiante. Muy pronto los muertos y desaparecidos por razones “políticas” sumaron centenares.
Se hizo común que perder la vida por motivo político tocara a la familia dominicana. Esto hacía que el miedo se fuera apoderando de la sociedad, mientras el mandatario se esforzaba para simular que desconocía lo que acontecía. Ejemplo del disimulo fue la entrevista que Balaguer concedió a la prensa extranjera y nacional en 1968, en la que el periodista Juan Bolívar Díaz preguntó al presidente, sin que fuera “interpretado como una acusación”, sobre los actos de violencia política que afectaban a la población. El gobernante increpó al periodista para que le dijera cuáles eran los actos de terrorismo al que él hacía referencia. En tono intimidante, el presidente alzó la voz: “!Cítelo!. Cuáles son los actos de terrorismo que ha habido en la Republica Dominicana en los últimos días. Cuáles son los actos de terrorismo de que han sido víctimas los civiles últimamente, que se le puedan achacar al gobierno, que se le puedan atribuir un sentido político, cítelo aquí en presencia de la prensa extranjera…El país goza ahora de mayor tranquilidad que la que gozaba hace algún tiempo….!”.
Con esas palabras Joaquín Balaguer trató de negar lo que a diario aparecía publicado en las primeras páginas de los diarios dominicanos y que hizo que las madres, esposas y familiares de los muertos dejaran constituido el 25 de noviembre de 1969, el “Comité de familiares de los presos, muertos y desaparecidos”, encabezado por Teresa Mejía, María Jiménez, Gladys Gutiérrez de Segarra, Ignacia Minier, María Kastilla de Gil, Atilia Emeterio, Reyna Carrasco de Félix, Mireya Mazara, Zunilda Campusano, Ernestina Santos de Segarra, Luz Ma. Vida. Suero, Emman Sarnelly, y Ligia de Paredes.
En el manifiesto con que anunció su aparición, el Comité recordaba las ofertas electorales del presidente cuando era candidato a las elecciones de 1966: “Con sostenido vigor el Dr. Joaquín Balaguer prometió a nuestro pueblo una revolución sin muertos, sin lutos y sin lagrimas. La guerra civil que acababa de ensangrentar nuestra tierra fue aprovechada por el “Candidato de la Paz” y sus seguidores, para presentar a sus adversarios como abanderados de la violencia. Y nos aseguraban que el triunfo de su causa, era el triunfo de la concordia y de la convivencia civilizada entre todos los dominicanos. Fue así que el Dr. Joaquín Balaguer se ganó la confianza de muchas mujeres para quienes lo primero que contaba, y cuenta, es la salud y felicidad de nuestros hijos”.
El propósito de los familiares afectados por la violencia generalizada y apadrinada desde el Estado era detener, con la ayuda de la opinión pública, las violaciones a los derechos humanos: “Con el respaldo del pueblo, y la comprensión de todas las mujeres dominicanas, vamos a contribuir a que el crimen termine y a que la justicia reivindique los conculcados derechos de una sociedad digna de mejor suerte”.
El manifiesto del Comité de familiares registró con nombres y fotografías la lista de los muertos inventariados entre 1966 y 1969, la que se incrementó a partir de 1970. La cifra, que no incluía los miles de dominicanos que guardaban prisión o habían sido heridos por disparos de desconocidos, llegaba a los 366 muertos: 120 muertos por años, 11 muertos por mes. De los más conocidos y sonados casos se destacaban Juan Castro Arias, Luis Parrish, Ramón Emilio Pichirilo Mejía, Miguel A. Fortuna, Henry Segarra, Guido Gil, Geovanny Gutiérrez, Orlando Mazara y el Profesor Eladio Peña de la Rosa.
El esfuerzo hecho por los familiares constituidos en Comité no logró de inmediato detener la ola de crímenes, por el contrario la cantidad se triplicó durante diciembre de 1969 y enero de 1970, alcanzando la suma de 53 muertos en dos meses. Lo que sucedió a partir de esa fecha, semejó un tsunami de violencia que no pareció tener fin mientras el doctor Joaquín Balaguer, el “Candidato de la paz”, fue presidente de la República Dominicana. Pero esto lo veremos en próximos artículos de las “Crónicas de los doce años”.
(Para este texto de las “Crónicas de los doce años de Balaguer” se han utilizado como fuentes: “!Por la defensa de nuestros derechos!”, El Nacional, 25 de noviembre 19169; Comité de familiares de los presos, muertos y desaparecidos, “366 muertos hasta noviembre de 1969, 53 muertos en dos meses: llamado a la mujer dominicana”, El Nacional, 15 de febrero de 1970; “3 muertos”, Ultima Hora, 27 de junio de 1970; “Madre dice seguirá buscando Enriquito”, El Nacional, 5 de octubre 1973).