Martin P. Gutierrez/Especial para Acento.com.do

Sábado 9 de noviembre. El presidente de Bolivia, Evo Morales, brinda una conferencia de prensa en la brigada de la Fuerza Aérea Boliviana. Se expresa con tono lento, molesto y se lo nota cansado. Estos días, seguramente, han sido los peores de sus casi 14 años gobernando Bolivia. Durante su alocución no acepta preguntas, pide ayuda internacional ante un supuesto golpe de Estado y convoca a un diálogo a todos los partidos políticos que ganaron escaños para el Congreso durante los comicios del 20 de octubre. Además, pide a la policía cumplir la Constitución. En época de redes sociales, todos los principales partidos de oposición y los líderes cívicos, encabezados por Luis Fernando Camacho, de Santa Cruz – quienes fueron excluidos de la invitación presidencial al diálogo – han rechazado inmediatamente la convocatoria y refuerzan sus de pedidos de renuncia a Evo Morales y el llamado a nuevas elecciones, con un tribunal electoral nuevo y libre de sospechas.

Bolivia lleva 16 días de manifestaciones, enfrentamientos entre los grupos de choque del gobierno y una sociedad que, inorgánicamente y sin un líder visible, se encuentra movilizada con la consigna de la anulación de las elecciones y la renuncia de Morales. Ayer, luego de la muerte de tres personas, cientos de heridos y paros cívicos en varias ciudades de Bolivia, la policía, en seis de nueve regiones del país, decidió replegarse y comunicó el inicio de un motín. 24 horas después, las Fuerzas Armadas emitieron un comunicado, anunciando que no atentarán contra el pueblo a quien se deben y jurando su lealtad a la Constitución boliviana.

El 20 de octubre se llevaron a cabo los comicios presidenciales. Luego de una jornada tranquila y sin mayores contratiempos, se inició el conteo rápido de votos. La misma noche de las elecciones, el Tribunal Supremo Electoral de Bolivia (TSE) suspendió sin razón alguna y por sorpresa el conteo rápido al alcanzar 83% de la votación escrutada. En ese momento todo indicaba que Bolivia iba por primera vez a una segunda vuelta, con una diferencia aproximada de 5 puntos porcentuales entre el candidato oficialista Evo Morales y el opositor Carlos Mesa. 23 horas después de la suspensión del conteo y luego de la presión internacional a través de la misión de observadores, se reactivó la Transmisión Rápida de Resultados Preliminares (TREP) mostrando entoncesun 95% de los votos escrutados y a Morales ganador en primera vuelta, con un poco más de 10% de votación por encima del segundo candidato. En Bolivia un candidato es elegido presidente en primera vuelta si consigue más de 40% de los votos y una diferencia mayor de 10% con el siguiente contendor.

La Unión Europea y la misión de observadores de la OEA señalaron haber detectado substanciales deficiencias que minaron la credibilidad de las elecciones y expresaron profunda preocupación y sorpresa por el cambio drástico y difícil de justificar en la tendencia de los resultados preliminares, conocidos tras el cierre de las urnas.

A partir de ese momento, varias regiones del país, en especial Santa Cruz, empezaron la resistencia civil ante un nuevo atentando contra la democracia de Bolivia. Se pueden realizar varios análisis a la crisis boliviana actual, pero ninguno de ellos puede dejar de lado que Evo Morales desconoció la voluntad popular expresada en el referéndum del 21 de febrero de 2016, cuando luego de haber ganado las elecciones de ese año con más del 63% de los votos, Morales llamó a un plebiscito para enmendar la constitución y acceder a una cuarta elección. La impensada derrota en ese referéndum lo llevó a ignorar la voluntad popular e inventar artilugios legales para, finalmente, presentar ante el Tribunal Constitucional boliviano un pedido de reconocimiento a su derecho humano a ser reelecto. Lo consiguió. La separación de poderes en Bolivia es un mito; la justicia, servil al presidente y al partido de gobierno, es premiada con embajadas y cargos internacionales.

Al mismo tiempo, la Organización de Estados Americanos ha iniciado una auditoría a las elecciones. El proceso no fue consensuado ni con los partidos de oposición ni con la sociedad civil que se encuentra movilizada. Los resultados no serán reconocidos por la oposición ni por los líderes cívicos.

Estamos lejos de la época de gloria del Movimiento al Socialismo y de su máximo caudillo Evo Morales. El presidente decidió quedarse en el poder, desconociendo la Constitución que el mismo llamó a redactar y aprobar. Llegó a tener más de 80% de aprobación, con una billetera robusta producto del precio de las materias primas, que le permitió llevar adelante un gobierno asistencialista que logró reducir la pobreza a la mitad.

Con el respaldo popular de otrora, llevó adelante cambios significativos en el país, en especial cuando se habla de inclusión. La Constitución y un nuevo modelo de país llevaron a Bolivia a reconocerse nuevamente e intentar ser un país pluralista. Con los años, la visión indigenista se fue perdiendo y los derechos de la madre tierra terminaron siendo sólo un discurso para el público internacional, mientras que en el país se extendía la frontera agrícola, se abría las puertas a los transgénicos y se presionaba para construir carreteras en el medio de reservas naturales e indígenas.

Nos encontramos ahora en un momento determinante para Bolivia. La democracia está en juego.  La gente se encuentra expresando su profundo malestar por el fraude y el engaño realizado en las últimas elecciones. Varios cabildos en diferentes ciudades del país, llenos de familias y especialmente de jóvenes que alzan la bandera boliviana como un símbolo de lucha, se encuentran en las calles, apoyando las barricadas y luchando por el respeto al voto popular. Piden la renuncia del presidente y el llamado a nuevas elecciones con un tribunal independiente que transmita credibilidad. De a poco y con el transcurrir de las horas, varios alcaldes, viceministros y un gobernador, van presentando sus renuncias vía Twitter.

El futuro es incierto y en este momento es indispensable recordar las palabras de Simón Bolívar ante el Congreso de Angostura el 15 de febrero de 1819: “Las repetidas elecciones son esenciales en los sistemas populares, porque nada es tan peligroso como dejar permanecer largo tiempo en un mismo ciudadano el poder. El pueblo se acostumbra a obedecerle y él se acostumbra a mandarlo; de donde se origina la usurpación y la tiranía.”