SANTO DOMINGO, República Dominicana.- Este 16 de agosto quedará para el recuerdo por varias razones. Será la primera vez en la historia democrática del país que el presidente saliente no presenciará la juramentación del electo, el traspaso de la banda y el discurso de toma de posesión del nuevo mandatario de la República Dominicana.
Con la razón de que forma parte de los protocolos de prevención de contagio del COVID-19, la ausencia de Danilo Medina constituye una ruptura a la costumbre, no reglamentaria, de que el saliente ocupe, a manera de despedida, una silla en la mesa que preside la Asamblea Nacional en el acto de toma de posesión.
Este 16 de agosto marca también el inicio de una nueva era política sin la hegemonía del Partido de la Liberación Dominicana, que gobernó con mayoría los últimos 16 años. Así la generación más joven del país que ya forma parte del mercado laboral y constituyó el 17 % del padrón electoral, creció sin ver otras autoridades que no fueran las del partido morado.
La conformación del Estado, a favor del Partido Revolucionario Moderno, quedará desde el próximo domingo de la siguiente forma: Además de encabezar el Poder Ejecutivo, tiene 18 escaños en el Senado, para un 56 %; 90 puestos (50 %) en la Cámara de Diputados y, en las elecciones de marzo logró 82 alcaldías (52 %). Tiene así mayoría en el Poder Legislativo.
Con este escenario, la composición del nuevo Consejo Nacional de la Magistratura (CNM) que elige los jueces de la Suprema Corte de Justicia y los tribunales Constitucional y Superior Electoral también favorece los lineamientos del partido gobernante, pues como sucede ahora, el oficialismo resulta mayoría dentro de los ocho integrantes del CNM. Así remata con el Poder Judicial, que ha prometido será independiente.
De esta forma el país pasa a una nueva hegemonía, la del Partido Revolucionario Moderno, una organización relativamente joven (2015), que ha sabido mezclar el liderazgo naciente, con militantes de larga data que salieron del Revolucionario Dominicano.
Este Gobierno nuevo y sus autoridades asumen las riendas del país en una coyuntura de trascendentes manifestaciones sociales que se expandieron dentro y fuera del país, y no tuvieron respuestas.
Las protestas contra la corrupción que tuvo en el caso Odebrecht su caldo de cultivo y, más recientemente, las originadas tras la suspensión de las elecciones municipales, forman parte de un pasado reciente que exigirá acciones colectivas más contundentes de las nuevas autoridades, cuya promesa de campaña sintetizó en una palabra esa demanda social: “cambio”.