¿No es sencillamente absurdo (pregunto avergonzado) ir a una casa universo, en el espacio más hermoso de este emocionante paisaje hecho país, a hacerse humano con flores inimaginadas; frutas recién inventadas; yantar sin tiempo para el gusto; un regreso a la infancia para dar de comer a gatos omnívoros, pájaros guardianes y peces haraganes; dormir en 18 grados de frío sin relojes y 24 horas de palabras sonreídas, lejos de bandereos, candidatos y promesas, para entonces volver desde aquel paraíso a la barbarie y elevar en el recuerdo la generosa amistad de Hugo y Sarah, Sarah y Hugo, la única pareja así que hay en el mundo?