Al concluir el tiempo de cuaresma, se da inicio a la cincuentena de Pascua, es un espacio que permite vivenciar el misterio de la resurrección, e ir haciendo la experiencia de la vida plena. Hablar de vida plena en este tiempo, es en un reto, y ese reto abre otros y otros retos.

El tiempo pascual plantea una manera de vivir, y como decía, esto se convierte en un desafío, y es desafío porque surge una invitación a cambiar la mirada, a dar paso a la novedad y a gestar semillas de confianza y esperanza. Es un tiempo donde se hace vital el creer para ver.

Y la vida brotó y se iban dando señales de eso

La primera semana de pascua recibe el nombre de Octava de Pascua en el calendario litúrgico católico, es un tiempo, donde el acontecimiento de la resurrección se vive como si fuera un evento seguido durante semana, y en este tiempo se ve, cómo se va construyendo el hecho pascual de forma procesual.

El evangelio de Juan 20, 1-9 señala, como el primer día de la semana, María Magdalena y otras mujeres, fueron al sepulcro y encontraron la tumba vacía; este hecho es un signo novedoso, el cual movió en los primeros cristianos la creencia de que algo mayor había pasado con el Maestro, es uno de los primeros signos de la resurrección.

En el evangelio de Mateo 28, 8-15, continúan las apariciones de Jesús a las mujeres, y va avanzando la esperanza y la alegría de la vida nueva en la comunidad de creyentes. Son ellas las enviadas a comunicar el acontecimiento a los hombres, quienes permanecen encerrados. La vida se sigue abriendo paso, la paz, la alegría, el creer y ver, van a ser actitudes propias de este tiempo.

Las señales de la vida nueva fueron brotando en la comunidad naciente, en torno a la pascua. Ahora sigue viva la invitación de poder ver señales de vida en cada acción, pues en los lugares donde menos pensamos que está, ahí florece.

Y la vida brotó y los gestos dan señales de eso

En Lucas 24, 13-35 aparece la escena de los discípulos de Emaús, esas personas que desconsoladas se retiran a su lugar de origen para volver a su cotidianidad, luego de ver frustradas todas sus esperanzas con la muerte de su Maestro.

El corazón estaba destruido, los ánimos en el piso, la resignación se había apoderado de ellos, cuando en un tramo del camino se le acercó un peregrino, y  resulta que era el Maestro resucitado, quien a través del diálogo les ayudó a reactivar la memoria histórica, se quedó con ellos, partió el pan y los bendijo, y fue entonces, cuando se dieron cuenta que era él, y luego de esta experiencia, los de Emaús  fueron a contar a sus hermanos lo sucedido; y de esta manera, la resurrección empieza a ser una realidad sentida, asumida y vivida por los primeros creyentes.

A lo largo de 2020 años, este hecho ha tomado forma en la vida de innumerables generaciones, y hoy sigue siendo algo nuevo, que podemos recrear, asimilar y vivenciar. La resurrección es el evento que ha marcado la historia de la humanidad y el resucitado la ha divido en dos momentos.

Las piedras removidas de hoy

En medio de la realidad de salud que vive hoy la humanidad, con inseguridad, tristeza, dolor social y personal, frustración, desconcierto; el tiempo de la resurrección se muestra como una oportunidad trascendente, que permite hacer la reflexión y el camino de regreso que hicieron los primeros creyentes.

Luego del dolor, se pudo ver la piedra removida, y en ese sentido, hoy día, donde nos preguntamos ¿Cuántas piedras son necesarias remover?  Vamos viendo, y cada vez que van apareciendo señales de vida, es una piedra removida. El testimonio de tantas personas que van dando sus días en la línea de fuego, es un signo de esperanza, los héroes del silencio, los que no saltan a los medios, poro que están sosteniendo el edificio del mundo, es decir, sostienen a la humanidad en sus diferentes espacios, salud, alimentación, higiene, son piedras removidas. Lo nuevo que brota cada día, son piedras removidas.