(En respuesta a Guillermo Piña Contreras).

Al acercarse las fechas de algún evento histórico siempre hacemos alusión al mismo, en diversas manifestaciones, ya sean escritas, culturales, teatrales o alguna que otra manifestación artística, evento social de recordación y valoración. El reciente artículo de Guillermo Piña Contreras en Diario Libre me puso al tanto de esta fecha que tenía fuera de mi recordatorio: el 60 aniversario del asesinato del dictador. Hagamos la salvedad, se asesinó al dictador, pero no a la dictadura.

Y es que hace referencias, en el artículo mencionado, a manifestaciones sociales que ponen en duda que se haya acabado realmente con la dictadura, o en otro sentido, que aquel régimen sea deseado o añorado por parte de la población dominicana que no conoció los rigores de la represión y la muerte que sufrieron tanto dominicanos. Su reflexión me llama a la reflexión también: ¿y es que acaso murió realmente el ave fénix? ¿Cómo y por qué se produce la añoranza de “orden”, “tranquilidad” o “seguridad” que supuestamente existía durante el régimen?

Me parece una forma adecuada de abordaje la revisión, aunque sea de forma somera, de los conceptos de Estado y Gobierno, sus formas y cómo se diferencian este último del primero. Según nos enseña la página de internet https://concepto.de/gobierno/#ixzz6othpAstB, se puede decir que el Estado es la forma en que una sociedad se organiza a través de algún pacto que garantiza paz, convivencia y orden, concediendo la posibilidad de ejercer la coerción de acuerdo a los dictámenes de la ley, en caso de ser necesario. El gobierno, por su parte, es “el conjunto de órganos e instituciones que controlan y administran el poder del Estado”, con cita de la misma página.

Allí hacen alusión, para explicar la diferencia, a un barco comandado por un capitán y marineros, que llevan la tripulación en un viaje. El Estado es el barco, el gobierno el capitán y los marineros. Pero a lo que hace alusión nuestro autor no es a la forma estricta y libresca en que se comportan estas estructuras sociales. Es a la realidad no descrita aun de cómo en nuestra sociedad se disfraza una dictadura con el velo supuestamente democrático de la participación eleccionaria, para justificar que todavía se mantenga el orden institucional de la tiranía. Y es que en verdad, en realidad aún se mantiene. Y por eso pregunto, cuáles cenizas?

Es que tenemos una idea personalista de lo que es el Estado, de lo que es el gobierno. Por esta razón me he detenido en esa pequeña, pero necesaria explicación. Generalmente decimos que se decapitó la dictadura, para señalar que se ha terminado porque la supuesta cabeza desapareció. ¿En serio? La cabeza tiene dentro el cerebro, órgano pensante de un cuerpo. Pero para la ejecución de todas las órdenes emanadas por el cerebro, se necesitan las neuronas y los músculos que cumplan esas órdenes. Quitamos la cabeza, pero todas las neuronas y los músculos de la dictadura quedaron en su lugar. Piña Contreras los alude cuando habla de los remanentes, contra los cuales, me consta, se luchó denodadamente. Mi historia forma parte de esa lucha, muchos lo saben.

Y la verdad hay que decirla, el señor Piña Contreras tiene razón. Está en lo cierto cuando dice, haciendo su “balance desapasionado” que los acólitos del tirano, y agrego, y sus descendientes, se llevan los laureles. Y no solamente por el hecho de que la población en general no tenga consciencia de lo que fue aquel régimen tiránico, ni porque el nieto ande libremente promoviéndose políticamente, lo cual es una aberración más de la vigencia del trujillato de hoy en día. Se llevan los laureles porque continúan siendo el capitán del barco, ha ocurrido lo que pasa cuando persigues una lagartija y la agarras por la cola, ella la suelta y al poco rato tiene otra y sigue como si nada hubiera pasado.

El cerebro de la dictadura decapitada ha regenerado como la cola de la lagartija, posicionándose en cuanta institución del gobierno ha considerado conveniente para mantener su poder omnímodo sobre la población, para que no conozca la historia de atrocidades, para que no reclame por las manos ensangrentadas, pero sí que pida un bienestar ilusorio que sólo puede conseguirse agachando la cabeza y besando la mano, porque de lo contrario, ahí estará la estructura del Estado para reprimirte, so pena de recibir el castigo, el desarraigo de los beneficios que otorga el formar parte del servicio al poder, que ahora, supuestamente, se encuentra en un presidente “democráticamente elegido”. Acaso ya olvidaron la lucha que dio que se convencieran de que el Penco no iba? Ellos están ahí, detrás, al lado, tras la cortina, transparente, para vigilar siempre de cerca que todo ocurra como les conviene.

A 60 años de la muerte del tirano, las formas de opresión en que se ejercía el poder de los grupos dominantes que siempre acompañaron al dictador y miraron a otro lado frente a sus desmanes, siguen vigente, solo que se manifiesta de otra forma, aunque igual de represiva, de violatoria de los derechos humanos y ciudadanos. Y ese accionar lo vemos todos los días, forma parte de nuestra cotidianidad. El dolor de los familiares por la sangre derramada terminó venciéndolos, la conveniencia de callar y ajustarse a las nuevas condiciones terminó otorgándoles las alas con que ahora levanta el vuelo, 60 años después de que creíamos que había caído. No cayó, pero ya lo sabemos. Y todos lo sabrán.