Nuestro país, se puede decir, tiene una sociedad en general fervientemente religiosa. Buena parte de la población tiene una gran fe y creencia en un Dios, del cual dependen muchas o tal vez todas las cosas, por lo cual es común escuchar frases de despedida como “hasta mañana, si Dios quiere”, o algún plan encomendarlo “si Dios lo permite”, o tenerlo como responsable de que algo ocurra, o no ocurra, cuando dicen “gracias a Dios”.

La fe en Dios ha servido incluso hasta para contraponerse al respeto del derecho de las mujeres a la decisión de continuar un embarazo en los casos de violaciones o malformaciones congénitas bajo la creencia de que la fecundación de ese óvulo ha sido por obra de Dios, y no simplemente por el requisito biológico necesario para ello, un acto sexual. De manera que es así como consideramos que todo lo que ocurre depende de Dios, como si Él es responsable de todo lo que pasa. Viendo lo que ocurre en nuestra sociedad en estos últimos tiempos, me he preguntado, ¿será verdad que todo lo que ocurre, y cómo ocurre, es culpa, responsabilidad u obra de Dios?

Nuestra fe en Dios se nutre por las enseñanzas que nos ha dejado en las Sagradas Escrituras, la Biblia, y especialmente en el código de conducta que en ellas nos ha enseñado y encomendado, los diez mandamientos. Pero, y esa fe y creencia en Dios, ¿en verdad nos hace o ayuda a cumplir sus enseñanzas y sus mandamientos? No levantar falsos testimonios ni mentir, santificar las fiestas, honrar a tu padre y a tu madre, no robar, no matar, amar a Dios sobre todas las cosas, amar a tu prójimo como a ti mismo, son los mandamientos, que nos enseñan las Sagradas Escrituras.

Pudiéramos leer nuestra Biblia en la noche antes de dormir, pero al levantarnos, la dejamos en la gaveta de nuestra mesa de noche, ENCERRADA. Dejamos a Dios en la gaveta y salimos a la calle, a las relaciones con nuestro prójimo que Dios nos había mandado la noche anterior a amar, para hacer con él cuanta diablura fuera posible, para salir de la pobreza, para satisfacer nuestro ego, para ejercer el poder de manera abusiva, para resolver cualquier situación que normalmente se resuelve, pero que la queremos para ya, porque olvidamos que es “si Dios lo permite”, o “el tiempo de Dios es perfecto”.

La corrupción, mis estimados conciudadanos, no es asunto sólo de los funcionarios públicos, y ahora como bien hemos visto, aunque ya desde antes lo sabíamos, también de los policías y militares, no. La corrupción es igualmente asunto de todos y cada uno de los ciudadanos que dejan a Dios metido en su gaveta y no lo llevan en su corazón para vivir y desenvolver su vida de acuerdo a las normas que Dios nos ha enseñado. ¿Es que realmente pensamos que nos irá tan mal si las observamos?

Ciertamente tenemos que lidiar con nuestros resentimientos sociales y nuestros complejos de inferioridad, porque para robar tantos miles de millones para comprarse 6 o 7 carros de lujo, construirse casas inmensas con las cuales no puedan ni siquiera lidiar ni ocuparle los espacios que tengan, se necesita, más que todos esos objetos materiales, un buen psicólogo que les ayude a librarse de sus serios problemas de aceptación personal y amor propio. De igual forma debemos lidiar con nuestros egos inflados, los ególatras y narcisistas que creen que tienen la razón en todo, no se equivocan y todo debe ser como ellos dicen, con los cuales Dios la tiene bien difícil porque no les hacen caso ni al psicólogo, en el caso de que les obligaran a ir. Me parece que se ha considerado erróneamente que todo en el individuo es aprendido, en el sentido de su conducta social, pues mucho de ello depende de su carácter, la forma de ser que se hereda y que difícilmente se puede modificar, hasta que encuentre el ambiente propicio para desarrollarse como le nace a cada individuo. Interesante escuchar las charlas sobre las personas manipuladoras y el mundo que crean a su alrededor aprovechando para la satisfacción de su ego el comportamiento familiar o el ambiente laboral y quién sabe, hasta las relaciones amorosas.

Si consideras que me he desviado, piensa en tu desenvolvimiento de un día en tu vida y pregúntate, en qué dejaste de escuchar la voz de Dios de la lectura bíblica que hacías la noche anterior. Dios debe haberse ido de nuestro Sistema Solar, asqueado del sucio que enturbia todo nuestro planeta y toda nuestra otrora linda galaxia Vía Láctea con tanta corrupción, impunidad, abuso de poder, irrespeto básico a lo más elemental, en una guerra de baja intensidad para invertir y revertir los valores que por miles de milenios han ordenado y conducido las relaciones humanas para llegar a los niveles de civilización en que viven, por ejemplo, las poblaciones no contactadas del territorio amazónico, que de seguro sí que viven con Dios y según Dios y según las cuales nos negamos rotundamente a convivir.

El lugar a donde nos ha llevado nuestra evolución-involución de la racionalidad es muy cuestionable, aunque a algunos les sirva la idea de que el fin justifica los medios. Pero quién sabe si para esos que creen que Dios no está, les llega tal vez algún día la demostración de que sólo estuvo tras bastidores, esperando a ver si te llegaba el momento de reaccionar. Tal vez estemos a tiempo, distinguidos conciudadanos.